El chaga, Inonotus obliquus, es un hongo de la familia Hymenochaetaceae que vive como parásito del abedul blanco y otros árboles que crecen en climas fríos. Conocido como nariz de carbón, rey de las plantas, regalo de Dios o diamante del bosque, este superalimento todavía no goza de gran popularidad en España pero sí nos ayuda a vislumbrar un futuro no muy lejano en el que este tipo de alimentación nos acompañará en nuestro día a día. De hecho, forma parte del grupo de sustancias vegetales conocidas como adaptógenos, que proporcionan nutrientes útiles para que el organismo se adapte al estrés.

Se encuentra en bosques de Rusia, Corea y el norte de Europa y Estados Unidos, donde llevan siglos empleándolo por sus cualidades medicinales. Al igual que ocurre con su pariente el reishi, las propiedades nutritivas del chaga ya se conocían en la antigüedad. Constan registros de sus usos desde el siglo XVI, cuando se empleaba en países del este de Europa como remedio para patologías tan dispares como la gastritis, la tuberculosis e incluso el cáncer. De hecho, sus cualidades antitumorales por su contenido en betulina y ácido betulínico se han investigado desde hace décadas, más exhaustivamente desde los noventa. Son compuestos que se estudian como agentes quimioterapéuticos.

En su composición destacan minerales como el calcio, el potasio, manganeso, hierro, cobre y zinc, y vitaminas del grupo B, así como otros componentes tan dispares como los polisacáridos, fenoles, esteroles, ácido pantoténico, dismutasa y ligninas. De la variedad de sus compuestos deriva la cantidad de beneficios que aporta el chaga al organismo, desde la eliminación de gérmenes a la reducción del colesterol pasando por su alta capacidad antioxidante, una de sus propiedades más valoradas en todo el mundo.

Fortalece el sistema inmunológico por su riqueza en betaglutanos que regulan su respuesta, es antimicrobiano, ayuda al sistema digestivo y tiene propiedades antiinflamatorias y analgésicas, regula la presión arterial y mantiene a raya el colesterol por su contenido en ácido betulínico, y también reduce los niveles de azúcar en sangre por sus efectos hipoglucemiantes. Por si fueran pocos los beneficios del chaga hay que sumarle que reduce los efectos del envejecimiento, protege los tejidos, cuida el hígado y reduce la ansiedad y los síntomas de la depresión por sus cualidades adaptógenas.

Cuando no tomar chaga

Como ocurre con otros superalimentos poco conocidos de los que todavía no existen estudios concluyentes, el consumo de chaga no es recomendable en embarazadas y lactantes. Asimismo, también hay que tener en cuenta otras precauciones como ingerir poca cantidad la primera vez para comprobar si se tolera o se percibe algún tipo de alergia y consultar al médico si se están tomando medicamentos o se tienen patologías crónicas como una enfermedad autoinmune.

De hecho, según el farmacéutico Juan Maria Serra Mandri su consumo puede "magnificar los efectos de medicamentos anticoagulantes, como la aspirina y Sintrom" aumentando el riesgo de sangrado y hematomas. También advierte su interactuación con medicamentos para la diabetes como la insulina, "aumentando el riesgo de hipoglucemia o los niveles de azúcar en la sangre demasiado bajos", y señala que el hongo "no está estudiado bajo un enfoque medicamentoso y puede haber otros efectos secundarios que no están documentados".

Cómo tomar chaga

El hongo chaga se encuentra en herboristerías y tiendas especializadas, normalmente en cápsulas o en un polvo fino que se usa para preparar un té. La sustancia ha sido sometida a un proceso de extracción que hace digeribles sus principales ingredientes activos. Conviene seguir a rajatabla las indicaciones del fabricante en cuanto a dosis diaria recomendada y la toma correcta del alimento. Si se opta por infusionarlo con agua caliente hay que tener en cuenta que la temperatura no debe superar los 60 o 70 grados si queremos que conserve todos sus nutrientes.

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