Comer fruta de temporada es siempre una buena idea: resultará, como norma general, más barata que la que debe ser importada desde otras latitudes. Consumir productos agrícolas de proximidad tiene otra serie de ventajas, que van desde el beneficio para el pequeño productor y al medio ambiente al que puede disfrutar el consumidor, ya que la pieza tendrá tendencia a conservar mejor sus propiedades nutritivas y organolépticas.

En España, disfrutamos desde hace siglos de un mecanismo de protección contra los rigores de los cálidos veranos: el melón y la sandía, que estrictamente hablando no son frutas, sino hortalizas de la familia de las cucurbitáceas, como la calabaza o el pepino. Según indicaba la Organización de Consumidores y Usuarios en su calendario de frutas y verduras de temporada, la sandía tiene su momento óptimo entre junio y agosto, mientras que el melón aguanta hasta septiembre. 

¿Por qué son uno de los alimentos predilectos para los grandes calores? Principalmente, porque nos ayudan a permanecer hidratados: el 88% del melón y el 92% de la sandía está formado, básicamente, por agua. De hecho, un gran atracón de sandía puede llevar a la muerte por hiperhidratación. Pero, consumida como parte de una dieta equilibrada -como postre, merienda, incluso en ensaladas- suponen un magnífico aporte de fibras solubles, antioxidantes -el glutatión- y citrulina, un vasodilatador con efectos tan prácticos como ayudar con la erección.

Otro de los motivos de su popularidad es su dulce sabor, lo cual lleva a equívocos y malas informaciones al respecto de su contenido en azúcar. Pero, por curioso que resulte, melones y sandías poseen menos azúcares intrínsecos que la manzana, la pera o la naranja. Pero, en cualquier caso, esto no sería ningún problema: la fructosa en su estado natural no está asociada al aumento de peso sino todo lo contrario. Es cuando la fruta se convierte en zumo, lo que provoca que se transforme en azúcares libres, cuando sí nos puede hacer engordar.

Por otro lado, el enorme contenido en agua de estos vegetales hace que apenas contengan calorías: no engordan, de acuerdo, pero tampoco proporcionan mucha energía por sí solos como para enfrentarnos a un largo día de verano. El clásico plato de 'melón con jamón' no es simplemente un contraste de sabores mediterráneos, sino una hábil manera de completar una comida con proteína animal, grasas moninsaturadas y minerales.

En cualquier caso, las principales reticencias a la hora de escoger un melón o sandía tienen que ver con la gruesa cáscara que los recubren y que impiden ver el estado real de la carne en su interior. Estos los 10 pasos para elegirlos según la OCU:

El mejor melón o sandía:

En la cima del montón: los ejemplares que en la frutería están arriba del todo sufren menos golpes y suelen estar en mejores condiciones.

Duros al tacto: la falta de firmeza indica que están pasados o que han sufrido daños.

Sin grietas: descarta los que tengan defectos, pero sin obsesionarte. Una manchita más clara no es mal síntoma: el fruto puede estar maduro pero esa es la zona que reposaba sobre la tierra durante el cultivo.

El toquecito y la presión: la sandía se golpea levemente y si está en su punto sonará a hueco. El melón se aprieta por sus extremos: si está en su punto la base cederá ligeramente y el otro extremo (el pedúnculo) se abombará un poco.

Aroma de fruta madura: la zona del pedúnculo debe oler a fresco.

Color moderado: los melones verde intenso aún no están en su punto, aunque en la sandía hay más matices.

Comprados en piezas: (cortados por la mitad, en cuartos o en dados...) la ventaja es que a simple vista verás si están maduros. El inconveniente es que se pierde frescura respecto a un melón o una sandía recién cortados. Las piezas cortadas deben ser envueltas, o estar envasadas si se trata de una tienda.

Cortar y conservar: en el melón hay que eliminar los dos extremos (en la sandía no hace falta) y apartar las semillas. Lo que sobre se guarda en la zona menos fría de la nevera, bien tapado para que no coja olores. 

Y si aun así fallas: comprar un melón o una sandía que aún no han madurado no es el fin del mundo. Lo importante es darte cuenta antes de abrirlos. Puedes hacerlos madurar en casa guardándoles en una bolsa de papel (no de plástico) junto con una manzana o un plátano en una habitación seca y fresca. 

[Más información: Por qué el azúcar de la fruta no engorda: las razones detrás de esta paradoja]

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