La Francisella tularensis, la bacteria que contagiar la tularemia o "fiebre de los conejos", es un tipo de microorganismo que se encuentra en el punto de mira de la lucha antiterrorista por su potencial como arma biológica. De hecho, la F. tularensis ya fue usada durante la Segunda Guerra Mundial para causar estragos.

Ahora, gracias a un reciente trabajo publicado en el Journal of Genes & Development por un grupo de investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Duke, será posible "desactivar" esta potencial arma mediante modificaciones genéticas.

Tularemia, el arma biológica de la Segunda Guerra Mundial

La turalemia provoca dolores articulares y musculares, debilidad progresiva, y termina siendo letal en determinados casos.  El Ejército Rojo ruso usó esta enfermedad durante la segunda Gran Guerra para retrasar a los soldados alemanes y reducir su efectividad en el asedio de la batalla de Stalingrado.

Junto al ántrax, el botulismo, la peste, la viruela o la fiebre hemorrágica viral, la turalemia es una de las amenazas biológicas contempladas por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de los Estados Unidos. Por ello, contrarrestar cualquiera de estas enfermedades es un importante logro para la medicina.
Gracias a la cartografía de los circuitos moleculares de la Francisella tularensis, los investigadores de Duke han descubierto cómo desactivar específicamente una molécula que contribuiría a la virulencia del microorganismo. En este caso, su método se centraría en alterar un grupo de genes conocidos como la "isla de patogenicidad" de la Francisella.

Los genes de la tularemia

Gracias a una serie de estudios estructurales, bioquímicos y celulares, los investigadores han identificado cómo estos genes han dotado a la F. tularensis de su potencial letal, y han desentrañado el secreto para "apagar" su patogenicidad. Concretamente, lo que han logrado estos científicos es introducir una mutación genética en un bolsillo de proteínas de la F. tularensis.

Esta mutación es más importante si cabe teniendo en cuenta que la tularemia puede tratarse mediante antibióticos, pero la resistencia a los mismos es cada vez mayor, por lo que las alternativas se están empezando a agotar. Por ello, cualquier estudio que pueda contribuir a usar métodos paralelos a los antibióticos - evitando y disminuyendo el uso de los mismos - es muy valioso.

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