Steven Pinker, psicólogo experimental y científico de la Universidad de Harvard.

Steven Pinker, psicólogo experimental y científico de la Universidad de Harvard. Asier Camacho / Fundación BBVA

Ciencia ENTREVISTA

Steven Pinker: "Las universidades han dejado de ser sitios seguros para la libertad de expresión"

"Cuanto más a la derecha estés, más negarás el cambio climático. Es tribalismo político" / "Los datos y la ciencia son inventos para compensar las taras de la psicología humana" / "La cultura de la cancelación ha dañado nuestra capacidad para expresar opiniones" / "Hay cosas en Harvard que ya no se pueden decir: se tienen sólo opiniones ortodoxas"

20 junio, 2023 04:04

El psicólogo cognitivo y catedrático de Harvard Steven Pinker representa a una estirpe en extinción: la de las celebridades intelectuales. Con un currículum de élite detrás, formado en la Universidad de Stanford, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y su alma mater Harvard, ha entrado en la lista de las 100 personas más influyentes de la revista TIME, la de los 100 pensadores más influyentes de Foreign Policy, y fue nombrado 'humanista del año' en 2006. Sin embargo, como él mismo confiesa, millones le reconocen como colaborador recurrente en el tan exitoso como polémico pódcast de Joe Rogan.

Pinker llega a Bilbao para recoger el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Humanidades y Ciencias Sociales que ha ganado junto a Peter Singer, de la Universidad de Princeton. El jurado celebra la "perspectiva optimista anclada en la razón, la ciencia y el humanismo" que brinda su investigación desde la psicología evolucionista sobre la adopción y desarrollo del lenguaje, la moral y la racionalidad. Unas posturas que le han llevado a chocar contra quienes, denuncia, ahondan en el fatalismo para desvirtuar la tradición de progreso nacida con la Ilustración. 

¿Cuál es el papel de los intelectuales e investigadores en la sociedad actual? ¿Es útil que les demos el tratamiento de estrellas?

Creo que eso ocurre más en Europa que en Estados Unidos. Ahí hay una menor tradición de intelectuales que se conviertan en estrellas. Sartre, Derrida, Habermas... no hay equivalentes estadounidenses. Lo más parecido sería mi antiguo compañero del MIT, Noam Chomsky. Es bueno tener intelectuales célebres, siempre y cuando no se conviertan en gurús. Siempre existe ese peligro cuando se les pregunta sobre cualquier materia, incluso cuando no tienen una opinión particularmente bien formada. Si no expresan una idea bien razonada, se convierten en profetas, y lo único que le importa a su audiencia es su opinión, indistintamente de lo que es cierto o falso.

En Racionalidad: qué es, por qué escasea y cómo promoverla, explica que tendemos a confiar más en quién refuerza nuestros sesgos ya existentes.

Incluso si se trata de la persona adecuada para contestar sobre la materia, con el conocimiento necesario, es crucial que esté dispuesta a probar su razonamiento. Así no será solo su opinión: demostrará por qué debe ser tenida en cuenta, por qué motivo debe persuadirte. Un intelectual no puede simplemente presentarte los hechos y pretender que estés de acuerdo o no solo porque es famoso. 

¿Esta el discurso actual prescindiendo del valor de la demostración y optando por mensajes más emocionales y viscerales?

Creo que sí, que eso está ocurriendo, y creo que el peligro está siempre ahí. No diría que ha empeorado: la investigación y la psicología nos dicen que todo el mundo cree siempre que las cosas van a peor. Pero siempre es peligroso que nos dejemos llevar por nuestro instinto tribal. Las ideas que poseemos y respetamos son solo una minúscula parte de todas las ideas posibles. Y si nunca las cuestionamos, si siempre pensamos de una determinada manera dentro de un determinado grupo de personas, mayores probabilidades hay de que sean falsas.

El problema es que uno piensa siempre que es el racional y el adversario, el manipulado. ¿Cómo puedo asegurarme de estar empleando la razón?

La respuesta es que no puedes. Solo puedes asumir que eres parte de una comunidad mayor en la que puedes recibir críticas. Por eso la libertad de expresión es esencial si tenemos cualquier esperanza de alcanzar la verdad y el progreso, y para entender el conocimiento. Porque nadie sabe que está equivocado hasta que otro se lo demuestra.

Las redes sociales nos brindan la oportunidad de contrastar con personas con otra ideología, pero preferimos atacar y eliminarlos de la conversación.

Si, y es el verdadero problema que se interpone entre nosotros y la verdad, el conocimiento y la sabiduría. Tratamos de desacreditar a la persona en lugar de criticar la idea. Y nos arriesgamos a cerrarnos en banda ante la verdad. Nadie posee la verdad. Pero nos acercamos a ella formulando ideas y permitiendo que las critiquen.

Es el diálogo socrático, la tradición intelectual occidental...

Bueno, si solo fuera occidental, no sería particularmente defendible. Oriente también tiene importantes escuelas de pensamiento. Y no todo en Occidente es racional, ni la razón se correlaciona inequívocamente con Occidente: Inquisición, totalitarismo, marxismo...

Steven Pinker.

Steven Pinker. Asier Camacho Fundación BBVA

¿Eso implica que la tentación de la irracionalidad nunca anda muy lejos?

Por supuesto, porque solo somos humanos. No hemos evolucionado en un ambiente que poseyera registros de datos, ciencia empírica, sociedades científicas y prensa independiente. Todo eso son inventos que tratan de compensar las taras de la psicología humana, pero no nos vienen dadas biológicamente. 

¿Las noticias falsas impulsan a la gente a actuar en base a creencias tribales pese a que su racionalidad les puede estar diciendo que eso no es real?

Bueno, no creo que nadie piense que sus creencias son falsas. Lo diría de otra manera. En lo que se refiere a los principales asuntos sociales, históricos o trascendentales, la gente no cree que haya una verdad superior y objetiva que se pueda descubrir colectivamente. Esa es la visión ilustrada, el pensamiento científico. Pero no es la visión humana. La gente fusiona sus creencias morales con sus creencias fácticas, y la creencia moralmente pura es la que se asimila a la verdad. 

Sin embargo, el asalto al Capitolio ha generado una preocupación genuina sobre las consecuencias de las noticias falsas.

De nuevo, es malo, pero difícilmente podríamos decir que estamos peor. En el pasado se creyó que Saddam Hussein era responsable del 11-S y tenía armas de destrucción masiva, una creencia falsa pero ampliamente extendida que llevó a la invasión de Irak por parte de EEUU. El incidente del golfo de Tonkin en 1964 que se usó para justificar la escalada en la Guerra de Vietnam, el hundimiento del Maine para justificar la guerra contra España en 1898...

¿Está dañando el hábito de la cancelación a nuestra capacidad discursiva y del lenguaje, al eliminar la confrontación por el diálogo? 

Sin duda. Hay datos que demuestran que un amplio porcentaje de personas en EEUU consideran que no pueden expresar sus opiniones. La mayoría de los estudiantes de las universidades americanas afirman que deben ser muy cuidadosos con lo que dicen. No es que sean mudos, no es que no puedan hablar, es que deben decir cosas conformes a la ortodoxia. Así que siguen usando el lenguaje, pero no de la manera en la que cabría esperar para expresar opiniones.

¿Han dejado de ser las universidades lugares seguros para la libertad de expresión?

Sí, por supuesto. Un amigo mío dice que se pueden decir en Harvard Square -la ciudad- que no se pueden decir en Harvard Yard -el campus-. Y pienso que es un problema real que las comunidades universitarias pierdan esa capacidad para acercarnos a la verdad, explicarla y entenderla si algunas opiniones no se pueden expresar. Algunas tienen garantizado estar equivocados. Nadie es infalible ni omnisciente. Pero si desmontas el mecanismo por el que accedemos a la verdad, probar ideas y criticarlas, te encierras en el error. Erosiona la credibilidad académica. Puede haber consenso sobre el cambio climático, pero si no queda nadie para cuestionarlo, el consenso no significa nada. Se convierte en la creencia de una tribu.

Precisamente la información sobre el cambio climático está afectada por lo que usted llama el "sesgo de fatalidad".

Sí, consiste en tomar los escenarios más pesimistas y presentarlos como los más probables. Me da la impresión de que se considera necesario para sacudir a la gente de su complacencia. Pero puede provocar el efecto inverso: que la gente abrace el fatalismo, el hedonismo, que deje de tener hijos porque no hay futuro. Eso es un tremendo error.

Steven Pinker.

Steven Pinker. Asier Camacho Fundación BBVA

Los negacionistas pueden argumentar que se lleva décadas hablando de un apocalipsis climático y sin embargo seguimos aquí.

Es exactamente así. Y es que hay un gran margen de ignorancia. No sabemos lo que va a ocurrir en un amplio abanico de problemas. Deberíamos conocer el alcance. Y también tener una hoja de ruta para minimizar el daño si no lo podemos evitar. Sería ideal mitigar el calentamiento global hasta 1,5 ºC, pero sabemos que no lo vamos a lograr. Deberíamos prepararnos para un mundo que ya ha aumentado un grado y medio, y concentrarnos en no llegar a tres o cuatro grados. Pero en ningún caso hay que presentarlo en términos de cambiar radicalmente de vida o estaremos perdidos. Eso genera desconfianza. Es mejor plantear que cuánto más hagamos, mejor.

Según explica, los negacionistas del cambio climático no tienen forzosamente un mayor desconocimiento científico que los demás.

Es cierto. Si das tests de cultura científica a las personas que aceptan el cambio climático antropogénico y los que lo niegan, la puntuación será la misma. No tiene que ver con la educación o el conocimiento científico. Es tribalismo político, y es el principal predictor de la actitud sobre el clima. Cuanto más a la derecha estés en el espectro, más lo negarás, y la solución debe pasar por dejar de asimilar la mitigación del cambio climático con la izquierda política. Salvo que haya un control totalitario, siempre circularán creencias erróneas, en parte porque somos falibles. La negación de hechos que son casi seguros al 100% es un precio a pagar por la libertad de expresión.

¿Cómo funciona el sesgo fatalista en los medios, y cómo modula las ideologías?

Hay una falta de sofisticación estadística en muchos directores y reporteros. Se tiende a considerar que un incidente saliente es parte de una tendencia incluso cuando son anécdotas individuales. Pero van a confundir a la gente, porque se van a incrustar en su memoria. Vamos a activar su disponibilidad con mayor facilidad y a pensar que un evento -desastres, terrorismo, brutalidad policial, ataques de tiburones- ocurre con mayor frecuencia de lo que lo hace. Por eso hay que acompañarlos de datos. En Estados Unidos, la izquierda piensa que es más probable que te dispare un policía a que sufras un accidente de coche, cuando no es verdad.

¿Ha podido este sesgo crear la percepción de "violencia sistémica" en los casos de agresiones contra mujeres, minorías o colectivos LGTBQ?

Sí. Y los medios dirán que las estadísticas no interesan, que sus lectores se irán a la competencia. Pero yo no creo que sea cierto. Basta mirar las páginas de deportes, de meteorología, de finanzas... Están llenas de datos exhaustivos. Creo que hay un espacio para un periodismo con más contexto estadístico que sucesos.

Se puede argumentar que uno solo de estos casos sería suficiente como para que, como sociedad, quisiéramos ponerle freno y que no volviera a ocurrir.

Bueno, eso es cierto, pero funciona en ambas direcciones. Si mueren más personas por accidentes de tráfico que por disparos de policías, deberíamos estar prestando al menos la misma atención a la seguridad vial.