No debe ser fácil competir con vídeos de David Bisbal, memes de gatitos o gente grabándose mientras come. Y más cuando corres el riesgo de ofrecer un contenido denso si no explicas bien el conocimiento científico que quieres transmitir. Este es uno de los retos a los que se enfrentan los divulgadores científicos en la actualidad. Aunque no es el único. También tienen que negociar el caché de sus charlas, aceptar colaboraciones en medios donde el pago se limita a salir en la tele o, en definitiva, buscar fuentes de financiación para dedicarse a una profesión con un alto índice de precariedad en España excepto para unos pocos.

Y es que si la ciencia en general sigue sin ser reconocida como demandan los propios científicos, la divulgación es un campo que sale aun peor parado. La bióloga especializada en Neurociencia Tamara Pazos lleva dos años dedicándose en exclusiva a la divulgación científica, después de que en la pandemia se le agotaran las limitadas alternativas de ocio. Fue entonces cuando creó una cuenta en Instagram en la que ya le siguen casi 80.000 personas. Aunque el número de seguidores no se traduce, al menos en su caso, en la retribución que percibe a final de mes.

[De Margarita del Val a Alfredo Corell: los 5 mejores divulgadores según la Fundación BBVA]

La divulgadora gallega no tiene reparo en decir su sueldo. Todo lo contrario, lo considera necesario para que quienes se estén planteando dedicarse a esta "profesión no reconocida" conozcan la situación precaria con la que es posible que se encuentren. "El año pasado gané entre 23.000 y 24.000 euros", confiesa esta científica mileurista.

Cuánto cobra un divulgador

El matemático y divulgador científico Santiago García-Cremades se encuentra también en la misma horquilla de ingresos. "Al final, netos me quedan unos 1.200 euros. No es mucho si la intención es formar una familia", comenta García con la vista puesta en el mes de julio, cuando será padre por primera vez. Ambos destacan que son ingresos intermitentes. En este aspecto coinciden con Aitor Sánchez, no así en el volumen de ingresos. Y es que este dietista-nutricionista es uno de los pocos privilegiados en España que pueden permitirse vivir de la divulgación a día de hoy.

Aunque no ofrece una cifra exacta, sí que reconoce que está en el penúltimo tramo más alto del IRPF (desde 60.000 hasta 299.999 euros) y que el 60% de su remuneración procede de la divulgación. "Ahora, cuando empecé [en 2011] me pagaban 10 euros por una publicación en redes sociales a la que le dedicaba unas tres horas", advierte Sánchez en declaraciones a EL ESPAÑOL. "La situación de la divulgación es precaria, salvo los que estamos en este percentil privilegiado. No se puede vivir de la divulgación en España".

Para alcanzar esta posición, este nutricionista asegura que el único 'secreto' es la concatenación de muchas acciones. En su caso, esta combinación de tareas va desde crear contenido en redes para terceros, dar conferencias, cursos de formación, colaboraciones en radio y televisión hasta publicar libros de divulgación.

Por su parte, Pazos tan sólo eliminaría de la lista elaborada por su compañero las participaciones en medios. "Lo que más beneficio me reporta son las charlas. En la que más he cobrado ha sido una de 45 minutos por 1.200 euros. Aunque se suelen pagar entre 200 y 300 euros". Hay otras ocasiones en las que la conferencia se imparte de manera gratuita; o al menos, para el ponente, pues al público sí que se le cobra una entrada. "Me ha pasado con algunas empresas privadas y resulta bastante feo", señala uno de los divulgadores. 

A la situación de 'hombre orquesta' hay que sumarle las condiciones en las que deben realizar los contenidos audiovisuales que publican en los distintos medios: "Un trabajo de guion, dirección, sonido y grabación, que antes se dividía entre un equipo de 12 personas, ahora lo hace todo una. Y, por supuesto, no te están pagando lo mismo a ti que lo que le pagarían a esas 12 personas", denuncia la bióloga gallega.

Según Pazos, se trata de un problema que no es inherente a la divulgación, sino que también se produce en la creación de contenido en redes sociales. Aunque, eso sí, no se debe confundir el ser divulgador con ser influencer, como advierte el divulgador y tecnólogo alimentario Mario Sánchez-Rosagro (más conocido como @SefiFood), quien ha percibido que en los últimos años hay personas que se quieren dedicar a la divulgación por una fama, un poder y un dinero que no existe. "La principal razón por la que alguien se mete en el 'fregado' de la divulgación científica es por pasión pura y dura", reclama Sánchez.

Él mismo es un buen ejemplo de esta "pasión", pues de no ser por Destakando, la agencia de comunicación científica que ha creado, de la divulgación tradicional "no comería". Sánchez-Rosagro comenzó en este 'fregado' en 2016, cuando en la universidad tuvo que crear un blog del que saldrá en pocos meses su primer libro. 

Lo más probable es que esta publicación no le reporte demasiados ingresos. Ni siquiera publicando con grandes editoriales, como es el caso de Tamara Pazos. "Con lo que menos rendimiento saco es con los libros", reconoce la divulgadora pese a que en un año ha presentado dos libros con una editorial importante.

"No pagan a colaboradores"

Ahora bien, pasar de la literatura a la televisión en el ámbito de la divulgación es, como suele decirse, salir de Guatemala para entrar en Guatepeor. "Lo de la tele es una salvajada, quieren que trabajes gratis", se queja Sánchez-Rosagro. Horas antes de atender a este periódico ha recibido una propuesta televisiva por la que no iba a recibir prestación alguna. "Me dicen que no pagan a los colaboradores para no influir en sus opiniones".

El tecnólogo alimentario entiende que este tipo de situaciones ("en algunos casos ni me han pagado el transporte") no les pasa a los compañeros que tienen secciones fijas, como sucede con Aitor Sánchez, que participa semanalmente en el programa El gallo que no cesa de RNE.

"Un espacio de radio te paga la intervención a 200 euros, por lo que el compendio por las horas dedicadas puede salir muy bien remunerado", asegura Sánchez mientras matiza que no suele ser la norma. Las apariciones en televisión pueden llegar a remunerarse con hasta 300 euros. "Pero no sabes si te van a renovar el año que viene o incluso un medio puede prescindir de ti a la semana siguiente".

La precariedad de esta profesión provoca que los propios divulgadores hayan 'normalizado' trabajar gratis incluso entre ellos mismos. "En mi caso, he colaborado con Javier Santaolla o QuantumFracture para, por ejemplo, revisar el texto de un vídeo y no han sido colaboraciones remuneradas", comenta el profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y Coordinador del Área de Divulgación Científica de la misma institución Alberto Nájera.

[Javier Santaolalla, de 'youtuber' a astronauta: el físico español que puede ser el nuevo 'Pedro Duque']

Los divulgadores se niegan a asumir que su trabajo cuesta 'cero' euros. Hay algunos, eso sí, que no escatiman en sus peticiones. Así, en la universidad manchega han llegado a pedir más de 1.000 euros por una conferencia. "Lo bueno es que nos conocíamos y terminaron dándola gratis", apunta Nájera, que esta vez prefiere mantener en el anonimato a sus compañeros.

En todas partes cuecen habas, y en la divulgación científica no parece que sea menos. "Hay mucha endogamia y se cae fácilmente en amiguismos y en hacer crecer a los 'trepas'", desvela García-Cremades. Al matemático le resulta "curioso" que en la era de Internet, donde la cultura se democratiza, las personas que reciben el 90% del presupuesto en redes cierren tanto el espectro. "Lo peor de este trabajo son los egos".

"Quieren actores, no divulgadores"

Aunque salgan a perder económicamente (en algunos casos), los divulgadores coinciden en que supone una satisfacción poder acercar la ciencia a la ciudadanía. En este sentido, un estudio realizado por investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid descubrió que a uno de cada cinco autores le contactaban empresas interesadas en su línea de investigación cuando divulgaban sus resultados.

Este tipo de ofertas también llegan a estos jóvenes, sin necesidad de que hayan publicado en ninguna revista. Nájera considera que una empresa se interese por tu investigación no tiene por qué derivar en un conflicto de intereses. Sin embargo, cuando éste se produce, la forma de tomar una decisión no es igual fuera que dentro de la universidad.

[Cómo evitar que te 'cuelen' un bulo en redes según los expertos: "El peligro somos nosotros mismos"]

"Como divulgadora autónoma, yo soy mi propio comité ético. Y decido hacerlo con rigurosidad, como si estuviera en la universidad. Aunque podría no hacerlo, pues no tenemos regulación sobre la información científica en redes", denuncia Pazos. La divulgadora gallega reconoce que se ha puesto un límite a la hora de llevar a cabo colaboraciones: "Sólo acepto pagos que contribuyen a realizar un contenido que yo ya haría".

Pazos es consciente de que el ser fiel a sus valores no sale rentable económicamente. "Trabajando con marcas es donde más dinero puedes sacar, pero es complicado negociar con ellas". La complejidad se acentúa cuando los divulgadores reciben un guion ya elaborado. "Las marcas nos quieren por la credibilidad que damos. Pero no quieren que seas divulgador científico, sino un actor".

En este aspecto, Aitor Sánchez ha establecido incluso su propia política de publicidad y colaboraciones. "Nunca voy a dejar que el patrocinio intervenga en el contenido y cuando la colaboración sea pagada siempre lo identificaré como tal", sentencia. El divulgador señala que el conflicto y las presiones desde la industria son especialmente patentes en el mundo de la alimentación; más en concreto, en la industria cárnica, la del alcohol y los refrescos. "Por ejemplo, han intercedido para que yo pierda contratos laborales o para que dejasen de contar conmigo en un foro".

Los conflictos de intereses también han salpicado a otros compañeros, aunque de una forma distinta a la de Sánchez. Así, en 2019 la pediatra Lucía Galán, con más de 800.000 seguidores en Instagram, fue señalada por promover en redes sociales una vacuna tras haber recibido dinero de una farmacéutica y también por utilizar su imagen para vender productos para bebés.

Ante esta polémica, el divulgador José Miguel Mulet, que también fue criticado por publicar contenido en redes sin decir explícitamente que era publicidad, aseguró en declaraciones a Eldiario.es que "es algo delicado porque no ha habido control y ahora está surgiendo el debate".

Cuatro años más tarde los divulgadores no creen que se trate de un debate zanjado: "En la divulgación se está abriendo un camino de forma precaria y sin regular. Si lo enfocamos como entretenimiento, no pasa nada. El problema es cuando hablamos de cuestiones que afectan a la salud y tenemos a personas que pasan por expertos pero que no lo son", indica Pazos.

Todos los divulgadores consultados por este periódico coinciden, en definitiva, que vivir de la divulgación científica en España sigue siendo a día de hoy un privilegio que sólo se pueden permitir unos pocos. Y aunque de la vocación no se coma, reconocen también que las aspiraciones no deben ser económicas, tal y como señala Sánchez-Rosagro: "Si te dedicas a la divulgación para que te den un like, a los tres meses acabas en Instagram porque estás superfrustrado. Esto tiene que ser porque te nace, porque te gusta dar la chapa a la gente sobre aquello que has estudiado".