España sufre desde hace algunas semanas un preocupante repunte en el número de contagios por coronavirus. Según los últimos datos del Ministerio de Sanidad, en nuestro país se han diagnosticado más de 27.000 nuevos casos en los últimos 14 días, lo que ha provocado que la incidencia acumulada (casos diagnosticados por cada 100.000 habitantes) haya pasado de 10,32 a 57,46 en apenas 15 días. Este viernes, el informe diario de Sanidad reportaba 1.552 nuevos diagnósticos.

Pese a lo escandaloso de las cifras y a que el avance del virus no se ha detenido en nuestro país, las autoridades sanitarias repiten una y otra vez que la situación es totalmente distinta a la vivida en marzo. La principal razón es que la capacidad diagnóstica de nuestro país se ha elevado sobremanera. Ahora somos capaces de detectar el virus mucho antes gracias al importante volumen de pruebas PCR que se realizan. Además, el perfil de los infectados es distinto: personas mucho más jóvenes y asintomáticas.

Las cifras que maneja Sanidad dicen que alrededor del 60-70% de los infectados que tenemos en la actualidad son personas asintomáticas, es decir, sujetos que no manifiestan fiebre, tos, cansancio, pérdida de olfato o gusto en el momento de ser diagnosticados. Así, según el estudio de seroprevalencia realizado por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), del 5,2% de la población que ha estado en contacto con el virus, un tercio también era asintomático. La pregunta es clara: dadas estas cifras de personas que no manifiestan la enfermedad pero poseen anticuerpos, ¿podríamos estar más cerca de la inmunidad de rebaño?

Menor inmunidad

La lógica dice que sí, que si una persona desarrolla anticuerpos puede estar más tranquilo ya que el virus no podrá volver a infectarlo. Que los anticuerpos neutralizantes lo impedirán. Sin embargo, algunos estudios apuntan que ser asintomático no es un salvoconducto, sino (casi) lo contrario. Este grupo de personas tienen más tiempo el virus en su organismo y, además, los anticuerpos disminuyen a niveles indetectables en tan solo ocho semanas desde la curación. 

El estudio más importante realizado sobre la inmunidad de los asintomáticos fue publicado en la revista Nature Medicine hace apenas un mes. Según esta investigación, los anticuerpos podrían mantenerse en la sangre de una personas infectada que desarrolla síntomas durante dos o tres meses. Este tiempo se reduciría a un máximo de ocho semanas en los asintomáticos, que además desarrollarían una respuesta inmune al virus mucho más débil, por lo que podrían volver a infectarse. 

En concreto, según los datos que aporta este trabajo realizado por investigadores de la Chongqing Medical University de China, los niveles de anticuerpos neutralizantes disminuyeron más del 80% en este grupo de personas. En aquellas personas que desarrollaban síntomas, este porcentaje era del 62,2%. Es cierto que la presencia de anticuerpos en otros coronavirus como el SARS o el MERS se prolongaba durante al menos un año. Los científicos esperaban que ocurriera algo similar en este caso, pero no es así.

Los autores del trabajo concluyen que, ante segundas o terceras oleadas del virus, y siempre y cuando no se haya desarrollado una vacuna, la inmunidad entre personas que ya se han infectado puede no ser el salvoconducto que se pensaba. Tampoco entre los asintomáticos. Pero hay una halo de esperanza, la llamada inmunidad celular, la manera en la que nuestro cuerpo se protege del virus sin desarrollar anticuerpos y que puede ser la respuesta a por qué muchas personas no se han contagiado aún. 

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