Visitas a las casas de los vecindarios, cuyos propietarios abren las puertas tras recibir la llamada en ellas de multitudes de niños a grito de “¡truco o trato!”, disfraces por doquier, dulces y azúcar saturado a espuertas para las tripas de aquellos que sacian su hambre de adrenalina, miedo y misterio son algunos de los ingredientes de la actual celebración en la noche de Todos los Santos o, como la cultura anglosajona acuña, Halloween.

Castilla y León, lejos de la parafernalia, bebe de las fuentes de las leyendas en muchos de sus pueblos y, en la noche del domingo, 31 de octubre, aquí se relatan algunas de las historias para no dormir que guardan las fronteras de la región.

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    Un castillo con fantasma en Las Navas del Marqués

    Corona la localidad un conjunto histórico en forma de castillo, a 1.300 metros de altitud sobre el nivel del mar, edificado en los años 30 del Siglo XVI. Don Pedro Dávila y Zúñiga, primer Marqués de Las Navas, tras la orden de Carlos I por su ayuda ante el levantamiento comunero, ordenó su construcción sobre las ruinas de una antigua fortaleza del siglo XIII.

    Con grandes torreones que servían como intimidante defensa a aquel que osara asediar sus inmediaciones, Don Pedro y su esposa, María de Córdoba, criaron a su hija, Magalia, intramuros. La joven Magalia creció y bebió de la fuente del amor hasta tal punto que quedó prendada de un centauro, cuya mitad de su cuerpo era de un equino y la otra, de un hombre. Don Pedro se opuso a este bucólico romance y, dada la rebeldía innata que otorga lal juventud, Magalia huyó con su amado.

    Desde entonces, Don Pedro pasó las noches del resto de su vida deambulando por los lúgubres y solemnes pasillos de la fortaleza inquiriendo, al vacío, dónde estaba su hija. “Magalia, ¿dónde estás?”, alzaba la voz. Tal fue la desesperación del abandonado progenitor que hizo que se grabara la frase bajo la ventana de la fachada principal. De hecho, cuenta la leyenda que aún, en los días en los que el viento arrecia con violencia sobre la estructura del castillo, se puede percibir la fantasmagórica voz de Don Pedro preguntando por la ubicación de su bienamada hija.

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    Ochate y su aura fantasmagórica

    En el Condado de Treviño, se erige una localidad despoblada que ha sido testigo de tantos hechos paranormales que bien podría protagonizar un especial de Orson Welles si éste hubiera deseado continuar causando pavor tras ‘La guerra de los mundos’. Supuestos avistamientos de OVNIs y hasta epidemias son algunos de las desdichas que protagonizan la historia de este pueblo.

    Da la bienvenida al turista un páramo yermo, desprovisto de toda vegetación, que anuncia la inhóspita existencia de una localidad abandonada a su suerte. En esa suerte, hace 40 años, fue visto el ‘OVNI de Treviño’. Tal y como Prudencio Muguruza relató en su reportaje ‘Luces en la puerta secreta’, para Mundo Desconocido, fue un agricultor quien, mientras araba la tierra, “contempló cómo una luz potente se posaba encima de él”. Tal fue la abstracción del labriego que hubo de esperar a la llegada de su hermano para “hacerlo salir de su estado de rigidez”, según Muguruza.

    También, a mediados del siglo XIX la violencia, en forma de enfermedad, se asentó en Ochate. En primer lugar, tal y como Prudencio Muguruza dio fe en su reportaje, la viruela azotó con fuerza, en el año 1860, a parte de la población, llevándose sus vidas. Tan sólo cuatro años después fue el tifus el que golpeó a la “población ya diezmada” por la previa emergencia sanitaria. Ya en 1870, dos años después de la misteriosa desaparición del párroco del pueblo, Antonio Villegas, el cólera, “la más mortal”, según Muguruza. No es baladí tal afirmación ya que tan sólo tres habitantes lograron dejar el pueblo antes de que la enfermedad se llevara las vidas de todos los oriundos de Ochate.

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    Los fantasmas de la Catedral de León

    Uno de los monumentos más emblemáticos de la capital leonesa guarda entre sus altas paredes, inspirada en la Catedral de Reims, en Francia, y que comenzó su construcción hace algo más de 800 años, en el 1205, a cuatro seres etéreos que moran por las naves. El primero de ellos, el más noble de los ocupantes, es el rey Ordoño II de León, que reposa sus restos fúnebres en la catedral y que fue coronado, en Galicia, en el año 910 y que prolongó su mandato hasta el año 914.

    El obispo Manrique de Lara, quien impulsara la construcción del templo, es otro de los que la leyenda cuenta que su espíritu deambula por ‘su’ obra, así como el del obispo de San Alvito. Éste fue el delegado de Fernando I en Sevilla para recuperar los restos de las santas Justa Y Rufina. La noche antes de regresar a León tras fracasar en la búsqueda, según la leyenda, se le apareció el espíritu de San Isidoro, quien le informó de la ubicación de sus restos. Así, San Alvito siguió sus indicaciones y recuperó, intactos, sus restos y pudo trasladarlos a León, donde yacen, conjuntamente, en la Catedral.

    El último de los cuatro espíritus es el de San Froilán, cuyo féretro reposa en el sepulcro, cuya construcción fue ordenada por Alfonso III. Cabe destacar que, con motivo de la fecha de su fallecimiento, el 5 de octubre del año 904, la ciudad de León celebra las fiestas de San Froilán, durante una semana.

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    Antigüedad y su capacidad sanatoria

    Con apenas 400 habitantes, esta pequeña localidad, al sureste de Palencia, es conocida por ser cuna de pilotos de aviación, encontrando sus mayores figuras en los hermanos Martín Campos. César y Augusto participaron en la Guerra Civil, cada uno en un bando diferente. Pero no es por ello por lo que atrae, únicamente, a sus visitantes.

    Una mística energía fluye de las ramas y troncos de sus árboles, como si de un santuario se tratase, que cura a aquel que padece una enfermedad y es capaz de canalizar la energía que mana de Antigüedad. Esta leyenda se debe a otra, la que dice que la vida surgió aquí.

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    El Tranco del Diablo

    Al sur de la provincia de Salamanca, a ambas orillas del río Cuerpo de Hombre, a su paso por Béjar, el mismísimo diablo fue quien osó a cruzar sus aguas. Antes de afrontar la acometida, decidió hidratar su gaznate con vino y, al cruzar, una de las botas del ángel caído se quedó en la primera orilla, permaneciendo inmune al paso del tiempo al convertirse en piedra.

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    Casa de las Muertes

    Edificada en el Siglo XVI, época dorada de la ciudad, favorecida por el comercio de la lana, se trata de un edificio de estilo plateresco que luce varias calaveras sobre los ventanales de la fachada principal. Juan de Álava fue su arquitecto, como lo fue, también, de la capilla de la Universidad pero la leyenda que sobrevuela este edificio no debe su nombre a los ornamentos que la adornan, sino a una serie de cuatro misteriosas muertes de los habitantes que tuvieron lugar en su interior, en el siglo XIX.

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    Casa del Crimen de Zuloaga

    En pleno barrio de San Millán, conocido como ‘barrio de Las Brujas’, fue testigo del asesinato de los habitantes de la morada, Alejandro Bahín y su sirvienta, a manos de unos truhanes que finalizaron sus días a merced del garrote vil. Ignacio Zuloaga, maestro eibarrés del pincel y del lienzo, tuvo el conocimiento de un aquelarre para invocar al demonio, un relato que le inspiró, según las voces populares, para crear la obra de ‘Las brujas de San Millán’.

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    El Monte de las Ánimas

    Tras la expulsión de los árabes de la ciudad de Soria, este emplazamiento perteneció a los Caballeros Templarios, una disputa que generó una importante refriega por la negativa percepción del hecho por parte de los regentes de Castilla. Esta historia fue contada por Alonso a su hermana, Beatriz, ambos hijos de los Condes de Borges y Alcudiel, en el transcurso de una partida de caza.

    Durante esa jornada al aire libre, la joven perdió una cinta azul para su cabello, con lo que, a su regreso a casa, convenció a su hermano para que regresara al monte a por ella. Al alba, a cinta, ensangrentada, estaba en la mesilla de Beatriz, no así su hermano en su alcoba. La leyenda cuenta, asimismo, que un labriego, durante la noche de Todos los Santos, contempló cómo los esqueletos de los combatientes allí enterrados se alzaron al paso del espíritu de Beatriz, a caballo, rodeando la tumba de su hermano.

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    Wamba , el osario de las calaveras

    A escasos kilómetros de la Valladolid y con influencias visigóticas, mozárabes y protogóticas, se encuentra el único osario visitable de España, en la Iglesia de Santa María de la O, conformado por calaveras y huesos de cuerpos humanos que, también, hace las veces de imán turístico para aquellos ávidos de “morbo y por conocer lo desconocido”, según el historiador Javier Muelas, natural de la vallisoletana localidad.

    La tradición marcaba, antaño, que, con motivo de la festividad de Todos los Santos, se realizaba un oficio “a la luz de las velas”, en memoria de los difuntos, con el siguiente epitafio: “Como te ves, yo me vi; como me ves, te verás; todo acaba en esto, aquí; piénsalo y no pecarás”, según explica Muelas. Era la manera de rendir tributo a los huesos que, en origen, correspondían, únicamente, a los difuntos de la Orden de San Juan de Jerusalén -Orden de Malta, como se conoció más tarde-. Finalmente, el templo se democratizó y se extendió con la presencia de los restos de familiares o trabajadores, debido a la podredumbre que acumulaban bajo tierra.

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    El robo sacrílego de la Catedral de Zamora

    Con la construcción del templo muy avanzada, alcanzando las últimas intervenciones, en el siglo XII, el sacerdote fue honrado con joyas y monedas. Nada fuera de lo habitual si no fuera porque un noble advirtió este agasajo y urdió un robo, agazapado entre algunas de las piedras que guardaban la catedral.

    Se sirvió de muchos trayectos de ida y vuelta para la fechoría hasta que, en el último, las piedras se abalanzaron sobre él, dejando su cabeza atrapada entre ellas, bajo el relieve de la Virgen María, Jesús y dos ángeles custodios.