Luz María Bartulos (derecha) y Cristina Núñez Morán, las dos socias.

Luz María Bartulos (derecha) y Cristina Núñez Morán, las dos socias. Cedida

Zamora

De educadora social en Madrid a empresaria en un pueblo de Zamora: “Vivir y trabajar aquí es duro, pero gratificante”

Luz María (48 años) después de pasar por varias capitales ha decidido volver a sus orígenes para montar, junto a su socia, una empresa de catering. “No buscamos solo un negocio rentable, sino ofrecer un servicio que ayude a la gente y contribuya a que los pueblos sigan vivos”, afirma.

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En Peñausende, un pequeño municipio de Sayago, Zamora, de unos 375 habitantes la vida va lenta. Se abre paso entre huertas, vecinos que se conocen de toda la vida y se saludan en sus calles silenciosas, sobre todo en invierno.

Hasta aquí regresó Luz María Bártulos después de décadas fuera, decidida a dar un giro de 180 grados a su vida y apostar por un proyecto lleno de ilusión: Andurina, una empresa de catering y repostería que, desde diciembre de 2022, combina tradición, producto de proximidad y el sueño de emprender en el medio rural.

Luz María nació en Peñausende hace 48 años. Como tantos jóvenes de su generación, tuvo que dejar el pueblo para continuar sus estudios en el instituto y, más tarde, para formarse y trabajar.

Su vida profesional ha transcurrido entre Salamanca, Zamora, Valladolid y Madrid, siempre vinculada al ámbito social. Ella es educadora social, con formación en recursos humanos e igualdad, y desarrolló su carrera en esas áreas.

Pero un día, como ella misma reconoce, se planteó una pregunta que le cambió el rumbo: "A mí me gusta la vida del pueblo, ¿qué puedo hacer para volver?". La respuesta no fue inmediata, pero poco a poco fue tomando forma. Si en Peñausende no había hueco para su profesión, tendría que inventar uno nuevo. Así nació la idea de emprender.

Andurina es el fruto de un proyecto vital compartido con su socia, otra mujer que comparte su pasión por la vida rural. Al inicio soñaron con la agricultura ecológica y la cría de animales, pero pronto descubrieron que ese camino exigía demasiada inversión y tardaba mucho en dar frutos.

Decidieron entonces dar un paso hacia algo más viable: un catering y repostería orientado a las necesidades de su entorno.

Las dos socias posan juntas

Las dos socias posan juntas

“Queríamos ofrecer un servicio que ayudara a la gente a seguir viviendo en sus casas, sobre todo a las personas mayores de la zona, que están muy acostumbradas a valerse por sí mismas y no siempre reconocen que necesitan apoyo”, explica Luz María a EL ESPAÑOL Noticias de Castilla y León.

Producto local, saludable, de calidad, y con un fuerte compromiso con el territorio. Esta era su filosofía. Tanto es así, que buena parte de los ingredientes provienen de su propia huerta y de la granja que mantienen junto al obrador.

Los inicios

Arrancar no fue fácil. En Peñausende no había locales preparados para un negocio de este tipo y tuvieron que invertir en la construcción de un espacio desde cero. Una subvención del Grupo de Desarrollo Local Aderisa les dio el empujón necesario, pero la burocracia alargó los plazos más de lo previsto. Así, lo que debía estar listo en un par de años tardó cuatro.

Hoy, casi tres años después, Andurina ha encontrado su lugar. Aunque el crecimiento ha sido más lento de lo que esperaban, Luz María se siente satisfecha: “Cuando hablas con asesores te dicen que el ritmo que llevamos es muy bueno para el tiempo que llevamos abiertas. Es un crecimiento sólido”.

El día a día, sin embargo, es agotador. No solo cocinan y reparten menús, también trabajan en la huerta y cuidan de los animales. “Comida con alma para celebraciones especiales”, es un lema que lo dice todo.

El verano es especialmente intenso: “No da la vida para todo”, reconoce. Pero también es la temporada en la que más valoran el producto de kilómetro cero que ofrecen a sus clientes. “Yo lo llamaría kilómetro -10, porque no puede ser más cercano”, bromea.

Aunque el proyecto nació con la mirada puesta en los mayores, la clientela ha resultado ser más variada de lo previsto.

Por un lado, profesionales como docentes o sanitarios que pasan por la zona y recogen comida para llevar; por otro, familias y grupos de amigos que encargan catering para celebraciones, comuniones o reuniones. Incluso empresas han recurrido a Andurina para desayunos y eventos.

“Nos ha sorprendido mucho la cantidad de encargos para celebraciones religiosas y reuniones familiares. No lo esperábamos”, confiesa Luz María.

Para Luz María, lo más importante es que su trabajo tiene sentido: “No buscamos solo un negocio rentable, sino ofrecer un servicio que ayude a la gente y contribuya a que los pueblos sigan vivos”.

Dificultades invisibles

Emprender en un pueblo no es lo mismo que hacerlo en la ciudad, y Luz María no lo oculta. El acceso a servicios básicos sigue siendo una de las principales trabas: cortes de agua, mala conexión a internet, problemas para cobrar con datáfono o la necesidad de recorrer 30 kilómetros para comprar un ingrediente olvidado.

“Económicamente me saldría más rentable tener el negocio en Zamora, aunque sea una ciudad pequeña”, reivindica. “Aquí no pasa nadie por la puerta. Tienes que ir a buscar a los clientes y convencerlos de que vengan”.

Aun así, el balance sigue siendo positivo. “No me arrepiento de la decisión de volver, aunque lo hubiera hecho de otra manera. Vivir en el pueblo y trabajar aquí es duro, sobre todo en invierno, pero también es gratificante”.

El cansancio físico es una constante, pero las ganas de seguir adelante también. Las dos socias de Andurina no descartan crecer y contratar en el futuro, aunque por ahora mantienen un ritmo que se adapta a la estacionalidad y a los encargos.