
Tarasca de Zamora
Una santa a lomos de un dragón que echa humo por las calles: así es la inigualable Tarasca de Zamora
Una pieza escultórica única en España, que data de 1885, y que es completamente diferente a las que podemos encontrar en Granada, Valencia o Toledo.
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Una bestia que lanza humo por la boca, armada con garras, alas y una lengua que se despliega entre la multitud es arrastrada cada Corpus Christi por las calles de Zamora.
Sobre su lomo, serena y majestuosa, una imagen vestidera de Santa Marta, portando el sacramento de la Eucaristía.
Así es la Tarasca de Zamora. Una pieza escultórica única, surgida del barroco festivo y del imaginario medieval, que ha vuelto a la vida tras una meticulosa restauración con motivo del bicentenario del nacimiento de su autor, el imaginero Ramón Álvarez.

Tarasca de Zamora
Encargada por el Ayuntamiento de Zamora en 1885, la Tarasca nació como respuesta al éxito de los gigantones que ese mismo año debutaron en las calles de la ciudad.
Junto a las cuatro gigantillas, esta figura alegórica de gran teatralidad fue concebida por este artista referente del arte religioso en la provincia, quien probablemente se inspiró en una Tarasca anterior del Cabildo catedralicio.
Su creación supuso una innovación dentro del patrimonio festivo: una escultura en madera tallada y policromada, anjeo, lienzos encolados, yeso, latón, hierro, plata y textiles, cuyo realismo y dramatismo la alejaban del simple decorado popular.
Más allá del folclore, la Tarasca de Zamora constituye una de las pocas obras civiles de este calibre conservadas en España, como subraya la concejala de Cultura, María Eugenia Cabezas.
Su valor reside no sólo en lo simbólico, sino en su naturaleza escultórica permanente. Frente a las versiones móviles o anuales de otras ciudades, la Tarasca de Zamora no cambia: se guarda y se cuida como parte esencial del patrimonio material de la ciudad.
El dragón que escupe humo y su santa domadora
Inspirada en la leyenda medieval de Santa Marta, que según la tradición abatió a un monstruo en la localidad francesa de Tarascón mientras predicaba el cristianismo, esta figura representa la eterna lucha del bien contra el mal.
En el caso zamorano, la puesta en escena se completa con una pica que sostiene un pendón con el escudo de la ciudad, en un guiño a la unión entre el mensaje religioso y la identidad local.
El resultado es una figura imponente, montada sobre ruedas y dotada de mecanismos articulados que le permiten abrir y cerrar la boca, mover la lengua y echar humo por sus fauces. Cada año, en la víspera y festividad del Corpus Christi, la Agrupación Belenista 'La Morana', de la que la Tarasca es miembro de honor, la arrastra por las calles, como hace más de un siglo.

Tarasca a los pies del Ayuntamiento de Zamora
Hoy mismo la Tarasca saldrá a la calle como marca la tradición, a las 19.00 horas, acompañando a la virgen de La Concha, desde San Antolín, hasta San Vicente.
Y habrá una segunda oportundiad de verla el domingo por la mañana, durante la procesión general del Santísimo. Esta saldrá de la Catedral y regresará a la SEO tras un desfile por el casco histórico de Zamora.
La más especial y única
Las Tarascas fueron en su origen manifestaciones teatrales de la religiosidad popular. Aparecieron en diversas ciudades europeas como representación alegórica del pecado vencido por la fe.
Durante la Contrarreforma y el barroco festivo español, estos monstruos procesionales anunciaban la llegada del Corpus Christi y arrastraban multitudes.
En España, existen Tarascas en Granada, Toledo, Valencia, Galicia, Cataluña o León, aunque muchas han sido reconstruidas o adaptadas.
Algunas, como la de Granada, cuentan con referencias documentales desde 1531 y han evolucionado sin grandes interrupciones hasta convertirse en verdaderos iconos festivos: en su caso, una figura que desfila el miércoles previo al Corpus vestida con las últimas tendencias de moda.
En Toledo, la Tarasca toma la forma de un galápago con alas de vampiro y una figura femenina encima, conocida como la "tarasquilla", y en Valencia forma parte de las tradicionales "rocas", grandes carros alegóricos de la procesión.
En Cataluña y Galicia, la tradición ha pervivido bajo otros nombres, como el drac en Villafranca, la Mulassa en Reus, la Patum en Berga o la Coca en Redondela y Betanzos, manteniendo vivo el simbolismo de la bestia vencida.
Antiguamente, también hubo Tarascas en ciudades como Madrid o Sevilla, pero fueron suprimidas por Carlos III en 1780 al considerarse elementos profanos impropios de las solemnidades religiosas.
Frente a estos ejemplos de carácter mutable o recreado, la Tarasca de Zamora sobresale por conservar su talla original desde 1885, lo que la convierte en una de las pocas figuras de este tipo con carácter escultórico permanente y continuidad ininterrumpida.