Bernardo Calvo Brioso

Bernardo Calvo Brioso

Zamora

De ser asesinada por bruja a una fiesta que terminó con una anciana muerta: secretos de la crónica negra de Zamora

El investigador zamorano Bernardo Calvo Brioso publicará próximamente un libro sobre su trabajo en torno a más de 600 crímenes perpretrados en la provincia de 1600 a 1899

20 enero, 2022 07:00

Aseguraba el conocido como Diccionario de Madoz (Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar) que Zamora era la provincia con el mayor número de delitos de sangre y más graves de toda la Península Ibérica. Una afirmación que llamó especialmente la atención del investigador Bernardo Calvo Brioso, quien ya había indagado sobre el tema cuando descubrió el fusilamiento de dos soldados en plena Plaza Mayor en el siglo XVIII.

Pero el zamorano acabó "desbordado" por la gran cantidad de delitos de sangre que logró analizar durante los siglos XVIII y XIX. Crímenes y ejecuciones públicas que se cuentan por centenares y que acabó generando en Bernardo Calvo Brioso la inquietud de escribir un libro sobre el tema. Ante la magnitud "y la crudeza" de los delitos de sangre acumulados en la provincia, el investigador acotó sus análisis a unos 600, de los cuales incluirá más de 160 en su publicación. Un periodo de crónica negra de Zamora que va, desde 1600 a 1899, donde el investigador ha analizado con detalle los registros del Archivo Provincial y del Archivo Diocesano para recopilar 61 ejecuciones, si bien solo detalla una de ellas en el libro, "porque el tema es bastante doloroso". Bernardo Calvo asegura que, la descripción que los notarios de la época hacen de las ejecuciones "sobrecoge" con detalles de la noche previa cuando eran vestidos y se les daba la conocida como última cena. 

En concreto, el libro recoge como un hombre que había matado a su mujer en Zamora capital, era conducido desde la cárcel que antaño se ubicaba en el edificio de la actual Subdelegación del Gobierno hasta el Campo de Marte, donde se estableció el cadalso de la ciudad. Calvo Brioso explica que durante todo este tiempo se establecía "un teatro", desde que se le sacaba de la cárcel y durante el camino se iba leyendo su sentencia (acompañado por soldados y curas), como el reo iba pidiendo perdón y finalmente fue ejecutado a garrote vil. El investigador explica que, en Zamora, estas ejecuciones movilizaban un innumerable gentío, que se agolpaba en las calles y colmaba las vías. Tanto es así, que en alguna ocasión se tuvo que trasladar fuera de la ciudad para que no afectara a la asistencia de alguna festividad, porque acumulaba más público que la propia celebración. Según los escritos de la época, Bernardo Calvo Brioso puede observar que, pese a lo popular de estas ejecuciones, los zamoranos acudían "con el máximo de los respetos". La ciudad guardaba silencio ese día y no había algarabía ni jolgorio en los ajusticiamientos, "como sí se recogen en crónicas del sur de España". 

El perfil de los asesinos

Tras el análisis de los registros judiciales, que los escribas detallaban en innumerables hojas de papel, Bernardo Calvo concluye que la mayoría de estos crímenes eran cometidos por hombres, de entre 18 y 30 años, solteros y que tenían algún tipo de formación académica (fundamentalmente saber leer y escribir). Si bien también existen juicios por crímenes cometidos por mujeres, el número es bastante menor al de los varones. 

Bernardo Calvo Brioso reconoce que se sintió "sorprendido" por la cantidad de revólveres que los ciudadanos tenían en aquella época. Las sentencias recogen innumerables casos de acusados que portaban "armas sin permiso", ya que era muy fácil conseguir un arma en la época. "Ha sido llamativo que casi todo el mundo portaba un revólver, independientemente de la condición social que ocuparan", remarca. 

En su libro, el investigador divide estos crímenes entre parricidios de esposas (actual violencia de género), asesinatos a parientes, entre agricultores, entre guardas de los terrenos y viñas, por supuestas infidelidades y por temas amorosos entre jóvenes, como los principales escenarios de estos asesinatos. Bernardo Calvo Brioso destaca "la estupidez y el ridículo" de algunas de estas muertes, como un caso ocurrido en Tábara. Cuenta la sentencia que estando el guarda de una viña con otros camineros sentados en un borde merendando, un labrador amigo suyo se acercó y les dijo al pasar "adiós animalicos". Entonces, el guarda, sin mediar palabra, apuntó al labrador y le pegó un tiro sin más. Bernardo Calvo desconoce si se trató de una bravuconería o una broma que salió mal, o simplemente que el guarda perdió los estribos. Algo que, según relata el investigador, pudo salirle muy caro, puesto que las estancias en la cárcel no eran, ni de lejos, agradables.

Las cárceles, las investigaciones y los juicios

Y es que la reclusión en prisión no estaba sufragada ni mucho menos por el Estado. Según recoge el investigador zamorano, los presos tenían que encargarse de su propia manutención dentro del penal. Los familiares acudían para proveer de víveres a sus seres queridos encarcelados y, sino, el reo tenía que responder con sus bienes (dinero, propiedades o tierras) para pagar su estancia en prisión. Y para aquellos que no tuvieran sustento, el Monte de Piedad les proporcionaba algo de comida y agua para que pudieran sobrevivir durante su reclusión. 

Los presos podían llegar a pasarse más de dos años en prisión en condiciones en las "que a buen seguro preferían haber muerto", añade Bernardo Calvo Brioso. Durante el conocido como Antiguo Régimen, no existían los juicios públicos y todo se efectuaba por escrito en larguísimas sesiones. El preso no tenía abogado hasta que no hubiera confesado y los alcaldes de los pueblos ejercían de juez, que en muchas ocasiones tenían que consultar las cuestiones judiciales a los jueces de zona y se presentaban dilaciones "sin parar".

El investigador recuerda un caso concreto ocurrido en Riego del Camino, a principios el Siglo XIX, donde dos alcaldes ejercían el puesto. Entonces, cuando uno u otro cambiaba, elegía de nuevo a sus asesores dándose la circunstancia de que uno de ellos había nombrado al fiscal en un caso de asesinato a una anciana. En concreto se trataba del caso de una mujer mayor, viuda, de unos 60 años (casi 90 años de ahora), que vivía con sus hermanos porque se encontraba sola. Una noche cenando con un grupo de amigos porque era la festividad de Santiago, la mujer mayor aparece con la cabeza partida por una pala de madera. Un caso misterioso, ya que ninguno de los presentes tenía motivos para acabar de esa manera tan brutal con la vida de la mujer. Acabaron yendo a juicio el hermano, todos los asistentes de la cena y dos criados de la familia que estaba bien posicionada. Tan largo fue este juicio que tuvo que pararse porque los escribas se quedaron sin papel oficial y para cuando el caso quedó para sentencia, la Real Chancillería de Valladolid absolvió a todos los acusados.

Por otro lado, Bernado Calvo recoge en sus búsquedas un "avance progresivo" de las técnicas de investigación. Si bien buena parte de ellas se basaban en los exámenes visuales, con los que, el investigador ha podido leer "buenas descripciones" de la ropa de las personas de la época, que sirven "como labor etnográfica, ya que se podía saber si la persona era de Aliste, Sayago o cualquier otra comarca". 

También se realizaban investigaciones más científicas, pero lo cierto es que tenían "muchas dificultades" para su correcto análisis, ya que "las pruebas se recogían sin cuidado". Pero con el avance de los años, concretamente en 1896 se incluyó una normativa donde se dictaminaba cómo recoger pruebas para no contaminarlas. "Se pedía que no se tocara con las manos y que se introdujeran en contenedores estancos de cristal". 

Asesinada por bruja

Dentro del sinfín de casos que el investigador ha podido encontrar en los registros de Zamora, sin duda poder leer crímenes cometidos por brujería son de lo más escalofriantes. Entre ellos, Bernardo Calvo relata como una niña fue adoptada casi siendo un bebé por una familia de un pueblo de Zamora. Algo muy habitual en la época, ya que eran tantos los niños abandonados que los hospicios "no daban abasto". Resulta que esta familia ya tenía un hijo y este "había cogido mucho cariño a la niña y la quería como una hermana propia". Y, de un día para otro, la pequeña sé puso cada vez más enferma, a lo cual este hermano creyó que la culpable de los males de su hermana era una mujer, a la que popularmente tildaban de bruja en el pueblo. El investigador remarca que "se trataba de una mujer normal, casada y trabajadora en el campo", pero el joven decidió abordarla mientras recogía hierba para su ganado y exigirla que finalizara el mal de ojo que había echado sobre su hermana. Tras el reclamo, el joven asesinó allí mismo a la mujer, convencido que así podría salvar a su hermana.

Bernardo Calvo Brioso relata que, durante sus investigaciones, ha tenido la oportunidad de conocer "algunas supuestas brujas" en territorios como Aliste. Mujeres acusadas de brujería por supuestos comportamientos extraños, pero que, en realidad solo tenían detrás tristes historias. Es el caso que recuerda de una mujer de un pueblo de esta zona, que vivía apartada del resto de vecinos, "sola y desgreñada". Tal eran las sospechas de los vecinos, que los cazadores del pueblo evitaban pasar por su casa "porque decían que si pisaban su terreno no conseguían cazar". Pero la triste realidad de esta mujer era que su marido había desaparecido la noche antes de su boda y nunca más supo de él. Algo que la destrozó y la llevó a aislarse.

Crímenes por amoríos

Aunque una de las causas más habituales que, por aquella época, llevaban a una persona a matar a otra eran los temas del corazón. Esposos, esposas, jóvenes celosos o supuestas infidelidades, que llevaban a arrebatar la vida de una persona.

El investigador recuerda el caso en un pueblo de Tierra del Vino entre una pareja de taberneros. Recoge el investigador que una mujer tenía una taberna con su marido y supuestamente tenían una relación cordial. En un momento, un primo del esposo comienza a pasar tiempo con el matrimonio y se queda habitualmente a comer en dicha taberna y pronto el pueblo comienza a hablar sobre una posible relación entre la mujer y el primo. Una noche, el tabernero acude a las bodegas a dar la vuelta al vino y a coger mercancía para el negocio. Una vez allí, su primo se presentó en la bodega a comer algo y charlar, y cuando el tabernero se dio la vuelta, en un descuido, su propio primo lo mató.  

A las horas de la desaparición, la mujer se extrañó de que su esposo no volviera y pidió iniciar su búsqueda, para finalmente encontrarlo muerto en la bodega. A los pocos días, el primo ya se había trasladado a la vivienda de los taberneros. Pero tanto se demoró la búsqueda de pruebas que no fue hasta pasado un año, cuando el primo y la tabernera ya tenían un bebé, que fueron acusados y encerrados en la cárcel. Y estando en la cárcel, la pareja decidía suicidarse, pero solo ella fallecía y él era condenado por el crimen.

Zamora es la provincia con más crímenes

Historias crudas y salvajes sí, pero Bernardo Calvo Brioso concluye en su investigación que Pascual Madoz "estaba equivocado" en su afirmación de que Zamora era la provincia con el mayor número de crímenes de la Península. El zamorano concluye que a Madoz "le faltaban muchos datos" cuando elaboró su diccionario. Por ello, su investigación ha comparado crímenes de sangre como estos, con otras provincias con características similares: Salamanca por proximidad; Palencia por número de habitantes; y Ciudad Real por ser una provincia con características similares a Zamora; y ha descubierto que tanto Salamanca como Ciudad Real recogen muchos más asesinatos y ejecuciones por aquellos tiempos que la provincia zamorana.