
Fotografía de la familia, de izquierda a derecha: Mari Luz, Vanesa, Cristina y Jose Manuel
Las barreras que atraviesa un matrimonio de personas sordas en Valladolid: "Tengo que hacer de intérprete a mi madre"
Los padres de Vanesa Nozal quedaron sordos en su infancia debido al uso de un medicamento de los años 50, algo común en el momento, que hizo de su casa un lugar particular en el que sus hijas tienen el lenguaje de signos como lengua materna.
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En mitad de la noche, mientras están dando vueltas en la cama, un fogonazo de luz ilumina toda la habitación. Se han encendido las luces de toda la casa. No se trata de ningún fenómeno paranormal, tan solo ha sonado el timbre en la casa de una persona sorda.
Así lo narra Vanesa Nozal, hija de dos personas sordas, “el timbre es con luz, algo que a mucha gente le llama la atención”. “Un día sales hasta tarde y a la mañana viene el vecino y llama al timbre, entonces se encienden todas las luces de la casa y mientras estás durmiendo te dan un fogonazo en la cara”.
Según describe, “es algo muy habitual en las casas de personas sordas, al poco tiempo te acostumbras”. Vivir en una casa con personas sordas implica ese tipo de peculiaridades, al igual que otras como que “mi lengua materna es la de signos”, la cual usualmente aprendes “del hermano mayor, puesto que suele saber signar mejor”.
Esto, en el caso de Vanesa, provocaba que en ocasiones “hablaba con ella para poder entenderme con mis padres, porque cuando eres pequeña te cuesta entenderte”. Aunque con el tiempo “te acostumbras y lo utilizas como una herramienta más, que en ocasiones utilizas con tu hermana para hablar de algo sin que el resto se entere”.
Más allá de lo curioso, las personas sordas atraviesan diferentes barreras a la hora de relacionarse con su entorno. En el caso de los padres de Vanesa, ella describe cómo “en el Covid yo iba a hacer la compra por ella, hasta que llegó un momento en que quiso ir ella”.
Ahí surgió un problema con las mascarillas, “mi madre normalmente usa leer los labios para entenderse, al no haberse llevado papel y boli con los que comunicarse le acabaron faltando cosas por comprar”. Como solución, plantearon buscar mascarillas transparentes, aunque según indica “mi madre prefiere que su discapacidad no sea visible”.
No solo sus padres tuvieron que sortear las dificultades, puesto que ella misma en el momento de desarrollar su comunicación se tuvo que apoyar en su hermana para tareas tales como hacer los deberes. Lo que resultaba en que “yo como hermana pequeña aprendía casi lo mismo que ella, éramos una el apoyo de la otra”.
Llegados a este punto, cabe destacar que los padres de Vanesa no son sordos de nacimiento, sino que perdieron la audición a raíz de un medicamento usado en los años 50. Perder la audición era algo relativamente común entre los niños de aquel momento, debido a los medicamentos y los efectos de la meningitis.
Un club social
Ambos padres acudieron a internados para niños sordos, “mi padre estuvo en Astorga y mi madre en Madrid”, aclara Vanesa. Cuando ambos se mudaron a Valladolid se encontraron con apersorva, la asociación de personas sordas de la ciudad, que para ellos “se convirtió en un club social, en ese momento había muchos jóvenes y muchas parejas de personas sordas”.
Respecto a apersorva, esta asociación, según describe su presidente, Luis Alberto Redondo Martínez, “surge como un espacio común para las personas sordas, quienes comparten una misma identidad y enfrentan las mismas barreras comunicativas”.
La asociación, ubicada en la calle de la Salud, del barrio vallisoletano de Pajarillos, nace hace 50 años. Según describe Luis Alberto Redondo, “desde 1975 ha habido tres asociaciones con el mismo propósito, las cuales, con el paso de los años se han ido integrando hasta la actualidad, momento en el que existen dos asociaciones de personas sordas en Valladolid”.
Las propuestas y actividades de la asociación, dirigidas a sus 61 socios, han ido variando con el paso del tiempo.

Imagen de la Junta Directiva de APERSORVA, cedida por la propia asociación. ASPERSORVA
“En los inicios, una de las principales acciones fue la búsqueda de información, puesto que no existían recursos accesibles ni en los medios de comunicación ni en la administración pública”, describe el presidente de la asociación.
En cambio, en la actualidad su labor se centra más en “las personas mayores sordas, promoviendo actividades relacionadas con la salud y el bienestar”.
No es lo único a lo que dedican gran esfuerzo, puesto que colaboran con otras nueve organizaciones en la Federación de Asociaciones de Personas Sordas de Castilla y León (FAPSCL), a través de la que se impulsa la reivindicación de sus derechos.
Su lucha “ha quedado reflejada en la Ley 27/2007 de la lengua de signos española y catalana y en el Real Decreto 674/2023 que regula su uso, así como en otras normativas enfocadas en la accesibilidad de las personas sordas”, menciona Luis Alberto Redondo.
Desde la asociación denuncian la falta de recursos que les brinda hasta el momento las administraciones públicas. Según apunta Redondo, “la subvención que recibimos no es suficiente para cubrir nuestras necesidades”, esto debido a que “la comunicación con la administración pública sigue siendo muy burocrática”.
Aún con eso, desde la asociación reconocen que la sociedad va avanzando, aunque quede camino por recorrer. Entre sus objetivos se encuentra “seguir desarrollando la Ley de la Lengua de Signos española y catalana y el Real Decreto que la regula, ya que su aplicación aún presenta muchas deficiencias”, según el presidente de la asociación.
"Prefieren la lengua de signos"
Desde el punto de vista personal, Vanesa apunta a la necesidad de avanzar en la comunicación en lengua de signos, puesto que “supone una barrera que las personas sordas prefieren comunicarse en lengua de signos, mientras que la gente, normalmente, no sabe comunicarse así”.
Esto causa una barrera a la hora de comunicarse con la gente, lo que causa que en su mayoría, las parejas suelen establecerse entre personas sordas, como es el caso de los padres de Vanesa, ella misma menciona que “solo conozco un caso de una pareja entre una persona sorda y una oyente”.
Las dificultades se amplían más allá del círculo afectivo, puesto que la falta de intérpretes en Castilla y León obliga a los familiares a hacer esta función. Según cuenta Vanesa, “en muchas ocasiones tengo que hacer de intérprete a mi madre. Yo que vivía en Bélgica, tenía que hacer una videollamada mirando a mi madre y hablando a la vez con la persona”.
Ante la falta de recursos, las personas sordas tienen que acudir a este rescate a través de las tecnologías para “apañarnos bastante bien”, como comenta Vanesa.