Julián Arranz en su pastelería de Valladolid

Julián Arranz en su pastelería de Valladolid

Valladolid

Julián, pastelero en la Plaza Mayor: "Las piruletas de huevo frito y las palmeras de torrija son un éxito en Semana Santa"

Define la Semana Santa vallisoletana como "una de las más importantes y bonitas de España" y revela que hace unas torrijas que enamoran por su toque especial. 

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La Semana Santa es sinónimo de procesiones, pasos, cofrades, saetas y viacrucis. También de fervor, sentimiento, devoción, religión, cultura, tradición y, cómo no, vacaciones y viajes. 

Ahora bien, cada vez son más las personas que no entienden la Semana Santa sin sus dulces típicos: las torrijas, los buñuelos de viento, las monas de pascua, los pestiños, las hojuelas y las rosquillas, entre otros.

La gastronomía se ha convertido en una de las principales señas de identidad de estas fiestas. Y si no, que se lo pregunten a Julián Arranz, pastelero y propietario de Julián Arranz Pastelería en Valladolid. 

Es la tercera generación de una familia que siempre ha vivido por y para la repostería. Actualmente está al frente de un obrador y una tienda anexa ubicada en el municipio vallisoletano de Pedrajas de San Esteban, así como de otra pastelería sita en el número 4 de la calle Lencería, junto a la Plaza Mayor de la capital. 

Él sabe a ciencia cierta la importancia de los dulces durante la Semana Santa y más en Valladolid, donde asegura que se vive "una de las más importantes y bonitas de España". 

En su caso, lo ve reflejado en las ventas y confiesa que la mayor parte de ellas se deben a la "gran afluencia de turistas" que acoge la ciudad del Pisuerga durante estos días. 

"Vendemos muchas torrijas a gente que está de procesión o viendo la ciudad y suelen gustar mucho", asegura.

Si bien, sorprendentemente no es lo que más atrae la atención de sus clientes, incluso a pesar de que las de la pastelería Julián Arranz tienen "un proceso de elaboración bastante grande" y un toque especial al incluir vainilla de Madagascar. 

Y es que, tal y como confiesa el empresario, "vendemos más pastas de té y palmeras que torrijas", ya no solo por ser sus grandes especialidades, sino porque, además, "son productos de viaje con una caducidad muy grande, más cómodos de llevar y que pueden ser consumidos pasado un tiempo". 

Tampoco pasan desapercibidas sus piruletas de huevo frito, las cuales "llaman mucho la atención a los niños". "En otros sitios hacen rosquillas, monas de pascua... y nosotros piruletas de huevo frito y palmeras de torrija, que, junto con las pastas de té, son un éxito en Semana Santa", reconoce Julián. 

Las torrijas y palmeras de torrija de Julián Arranz Pastelería

Las torrijas y palmeras de torrija de Julián Arranz Pastelería

En cualquier caso, el pastelero y empresario también sostiene que el hecho de que venga mucha gente a Valladolid en Semana Santa, en ocasiones le resulta hasta contraproducente, ya que "si hay mucha gente, acaban tapándonos la entrada y los clientes o no te ven o no pueden pasar". 

Pero no solo eso. También asegura que sus ventas "dependen mucho del tiempo". Para él este es "un factor diferencial que juega un papel importante", pues es de los que piensa que "la lluvia es la que demoniza siempre todo, porque, en ese caso, la gente tiende a no salir y al final nosotros lo notamos". 

Su pastelería abre durante toda la Semana Santa, de jueves a sábado en horario de mañana y tarde, y el domingo por la mañana. Esto, además de vender, también les permite disfrutar de numerosas procesiones desde su local, teniendo en cuenta que este se ubica a escasos metros de la Plaza Mayor, uno de los principales escenarios de la Semana Santa vallisoletana. 

Y es que, aunque "no participo porque no tengo tiempo y menos aún en los días fuertes de estas fiestas", sí le gusta ver alguna y disfrutar del ambiente que estas crean en la ciudad del Pisuerga. 

Un negocio familiar

La historia del negocio familiar se remonta a 1965, cuando la abuela de Julián, el actual propietario, fundó el obrador. 

Desde entonces han pasado 50 años y, tras pasar por su hijo Raúl, ahora es su nieto Julián quien va a coger las riendas en solitario tras varios años trabajando mano a mano con su progenitor, con quien hasta la fecha ha regentado el obrador y la tienda de Pedrajas de San Esteban, así como la de la calle Lencería, en el centro de la ciudad, creada hace exactamente 12 años.

"Todos los productos que vendemos en las dos tiendas los elaboramos diariamente en el obrador", revela Julián, destacando la pasta de té como "nuestra seña de identidad desde la época de mi abuela". 

Si bien, Julián Arranz Pastelería también triunfa con su bombonería, la pastelería tradicional, las tartas y, cómo no, con sus palmeras, que, según confiesa, "también está creando una legión de seguidores". 

"Tenemos una marca de palmeras que se llama Miss Palmerita. Tenemos diferentes colecciones, distintos sabores y, además, cada mes hacemos una palmerita temática en función de los acontecimientos que se celebren durante el mes en cuestión", explica.

La de este abril es la que lleva "los sabores de la torrija", en homenaje a la Semana Santa.

Si bien, la labor del negocio familiar no se queda ahí, sino que, tal y como revela Julián, "también damos servicio a restaurantes, sobre todo en época de bodas y eventos", y, además, "damos formación y asesoramiento". 

Todo ello, con la mirada puesta en seguir creciendo y llevando el negocio a lo más alto. Porque, si algo mueve a Julián, esa es su gran pasión por la repostería, heredada de su padre y de su abuela. 

En ella lleva centrando sus esfuerzos desde que acabó sus estudios en el instituto, pese a que "hasta que no empecé a formarme en esto, no fue cuando me atrapó y me enganchó" y a que sus padres siempre le animaron a "no ser pastelero para que tuviese una vida más cómoda", confiesa.

Su abuela empezó "con un negocio más de compra-venta". Después, su padre, tras estudiar en la Escuela de Pastelería de Madrid, "comenzó a viajar y a moverse mucho hasta que adquirió una formación muy buena", que le permitió continuar con el negocio familiar y dar clases. 

"Luego ya fui yo el que, al acabar mis estudios, me fui a la Escuela de Pastelería de Barcelona y, tras trabajar con diferentes profesionales, volví al negocio".

"Porque es muy importante, pese a que tu padre sea un profesional y el negocio ya esté montado, formarte tú y tener también otros referentes para luego crear tu propio sistema de trabajo", añade. 

Y es que, tanto Julián como su progenitor han tenido que ir adaptando su oferta a los nuevos tiempos, teniendo en cuenta que "los dulces han cambiado muchísimo". Lo que ha dado lugar a un negocio que actualmente se caracteriza por "la pastelería tradicional con un toque más estético y moderno". 

Porque, para él, "la pastelería tiene que ser un equilibrio entre sabor y estética".

El pastelero Julián Arranz en su negocio

El pastelero Julián Arranz en su negocio

Aunque es de los que piensa y defiende que "hay espacio para todos, que no tenemos que vernos como rivales y que cada uno tiene que buscar su clientela con su forma de hacer las cosas, sin que una sea mejor ni peor que otra, y formando un frente común", destaca los conocimientos, la técnica y la materia prima como lo que les diferencia de la competencia.

"Intentamos hacer las cosas siempre lo mejor posible y equilibrarlas", reconoce. 

Un propósito avalado con varios galardones conseguidos a lo largo de los años, entre los que figuran una medalla de oro a la Mejor Pasta de Té de España, una medalla de plata en bombonería en la Copa de España de Pastas de té y el premio a la Mejor Pasta de Té de Castilla y León en 2024. 

A esto se suma, además, un segundo puesto en el concurso Mejor Maestro Pastelero Español de 2011, "el más importante a nivel nacional", que logró el propio Julián. 

Un profesional que vive la Semana Santa desde una perspectiva muy diferente a la de una buena parte de la sociedad, pero disfrutando de una de sus grandes pasiones, la repostería y, en concreto, las torrijas.

Para él, una auténtica perdición que, contra todo pronóstico, encuentra su versión favorita en el restaurante Serrano de Astorga. "No he comido una igual", asegura.