Alejandro Pérez García, dueño del quiosco frente al Teatro Calderón de Valladolid

Alejandro Pérez García, dueño del quiosco frente al Teatro Calderón de Valladolid

Valladolid

Quioscos, especies en peligro de extinción

Los famosos puntos de venta poco a poco están siendo arrastrados por la digitalización sin a penas dejar huella

20 junio, 2022 07:00

Valladolid, 6:00 horas de la mañana. Ya casi como de la familia, las cuatro paredes de aluminio de los quioscos abren sus puertas otro día más. Las primeras horas de la mañana están protagonizadas por el reparto de prensa matutino. Los quioscos de calle de los barrios, plazas y parques abren sus puertas para empezar a recibir a la clientela del día. Antes, la excusa perfecta para pedir dos euros a tus padres y atiborrarte con las mejores chucherías del momento y ahora, los puntos de consulta por excelencia de la ciudadanía o como algunos lo llaman “los olvidados de la era del papel”.

A pie de calle y en unas condiciones desfavorables la jornada laboral de más de 10 horas cara al público en un espacio de 6 m² se ha hecho un infierno casi inaguantable para muchos de ellos. Tanto, que algunos han caído en combate en las calles de Batallas, Poniente, Plaza Madrid o Duque de la Victoria de la ciudad del Pisuerga.

Comprados, alquilados, heredados de sus familiares para seguir la tradición o vistos como última alternativa para conseguir un apoyo económico, los quioscos pucelanos continúan luchando por seguir en las calles tras esta ola de digitalización e inmediatez informativa con las pantallas como protagonistas del día a día. 

Quiosqueros desde la niñez

En la Plaza de la Rinconada, en frente de la famosa Sepia, se encuentra el quiosco de Alicia, quien desde los 8 años estaba ayudando a su padre en el negocio. “Me ponían una banqueta porque no llegaba al mostrador y me ponía a despachar”. Y es que Alicia es una de las veteranas de este gremio, en su paso por el negocio ha visto de primera mano cómo el consumo de la información ha cambiado drásticamente.

“Antes los chavales estaban deseando que llegase el 'Motociclismo' o el 'Gigantes del Basket', ahora está todo en la web y gratis. Entiendo que en los tiempos que corren la gente prefiera gastarse el dinero en una caña antes que en un kiosco. En bar con la consumición lo puedes leer gratis, así funciona”, así lo cuenta la quiosquera mientras abre la puerta trasera del negocio para coger un café que le trae un cliente.

Alicia asegura que las grandes superficies han matado al sector y eso ha hecho que su jornada laboral se reduzca más de la mitad. “Solo hay una persona frente al mostrador, antes detrás de un kiosco estaba una familia entera. La vida ahora es diferente, si quieres tener a una persona trabajando aquí, es obvio que le tienes que pagar. Y para eso…cierro y ya está”, comenta mientras despacha a dos clientes de la zona.

La disposición plena hacia el público es una de las grandes preocupaciones del gremio. Los trabajadores aseguran que es un negocio en el que siempre te tienes que mantener alerta, “Si caes malo... ¿qué pasa?, ¿quién se hace cargo del quiosco?, ¿ese mes cómo pagas las facturas?”, son muchas de las incógnitas que permanecen sin respuesta en las calles de la ciudad.

Quiosco Alicia

Quiosco Alicia

Especies en peligro de extinción

Adentrándonos en el corazón del centro, al lado de Fuente Dorada, se encuentra el quiosco de Rubén, que forma parte de la tercera generación del negocio que ya lleva más de 60 años abierto al público. “Este es un trabajo muy esclavo y en ocasiones muy desagradable de cara al público. Y mira que me gusta tener contacto con la gente, pero las últimas experiencias de estos años no han sido muy buenas”, así lo comenta Rubén quien asegura que la pandemia ha marcado un antes y un después dejando muy expuestos y sin ayudas a los trabajadores de estos locales.

Rubén intenta dejar constancia que el ritmo de trabajo ha cambiado completamente, las horas muertas protagonizan la jornada laboral de los quiosqueros a la espera de que “llegue un fruto”.

Cada vez más quioscos cierran o desaparecen, el quiosquero veterano lo conoce bien. Gracias a los años que lleva en el trabajo ha visto cómo muchos de estos negocios desaparecían sin dejar ni rastro en las calles vallisoletanas.

Tras despachar a dos clientes más, suspira y se pone reflexivo: “Si fueses al zoo y vieras animales en peligro de extinción allí estaríamos”, la frase queda impactada contra la ventanilla del mostrador dejando constancia de un futuro poco alentador para el gremio.

Quiosco Rubén

Quiosco Rubén

Trabajando en condiciones complicadas 

Sin distanciarse mucho del centro, justo detrás de la Plaza Mayor, nos encontramos con el quiosco de Jesús, vecino de en frente del Café Ideal. Hijo del antiguo dueño, pertenece ya a la última generación del negocio cumpliendo ya 23 años dentro de esos 6 m² que las nuevas tecnologías han hecho polvo. “La gente se suscribe y a las nuevas generaciones ya no les interesa el papel. Antes se vendían muchísimos periódicos al día, ahora doy gracias si llego a 12”, comenta mientras muestra una factura de devolución de 19 ejemplares.

Las condiciones de trabajo de Jesús no se distancian mucho a la de otros. La urgente petición de adjuntar baños y lavabos dentro del negocio se repite tras las fachadas de estos quioscos. “La mayoría de las veces voy al bar de en frente a usar el baño porque aquí no tengo nada y cerrar el kiosco ese rato es inviable, nos tienen como perros”, concluye.

Quiosco Jesús

Quiosco Jesús

Uno de toda la vida 

El jolgorio de los locales y las cafeterías del centro se va reduciendo hasta llegar a la Plaza Circular, el barrio donde Javi había estado toda su vida. El quiosco de Javi, así se le conoce en la zona, es uno de esos negocios que se conocen como “la vieja confiable”.

“Trabajo desde los 11 años, mi padre me metió en el negocio porque no era muy bueno con los estudios y por aquel entonces era la manera más rápida de ayudar a la familia”, el quiosquero, que lleva desde 1980 en el negocio, ha visto cerrar más de 20 quioscos que para él eran esenciales en la ciudad.

Tras cargar un par de bonobuses Javi confiesa que su estancia en el gremio de quiosqueros hace tiempo que tiene fecha de caducidad. “Yo no me voy a jubilar siendo quiosquero y eso que llevo 40 años trabajando aquí. Me doy de plazo 3 o 4 años”, comenta el vendedor de prensa tras hacer referencia a la carga mental que supone trabajar sin apenas ver resultados óptimos.

Quiosco Javi

Quiosco Javi

Los más visitados por los pequeños 

Desde Circular tomando salida hacia Calle Cervantes y parando en frente del Bar Capricho,está Tati, así la conocen todos, se dispone a despachar a unos niños que acaban de salir del colegio. “Trabajo al lado de un instituto y los niños ya vienen de la mano con los 50 céntimos de la bolsa de Jumpers, así ha sido siempre”, señala.

La quiosquera cuenta ya con 22 años de experiencia en el negocio que decidió comprar junto con su marido. Ambos se van turnando para hacer frente a la jornada laboral de mañana y tarde que desempeñan día a día.

“Ahora mismo reinventarse con productos es bastante inviable, y más en verano con el calor, ya que se estropea todo. La gente no viene aquí esperando a que les ofrezcas algo nuevo, saben que ofrecemos desde siempre y por eso vienen”, apunta la joven haciendo referencia a las pésimas condiciones que sufren día a día los trabajadores de estos locales cuando las temperaturas se disparan.

Pero en su caso, Tati es una de las “afortunadas” que tiene un bar en frente de su negocio para poder ir al baño, tomar un café o asearse.

“Es como si fuese de la familia, entro y salgo cuando me da la gana sin necesidad de consumir. Queríamos poner un anexo con un baño y un lavabo dentro del negocio para poder tenerlo todo más a mano, pero nos lo denegaron”, concluye con una mirada de desilusión. Una vez más, las peticiones de los vendedores de prensa quedan atrás dejando paso a una situación que va en efecto dominó y sin frenos.

Quiosco Tati

Quiosco Tati

Los que se unen a la ola digital 

No obstante, hay otros muchos puntos informativos que intentan frenar de alguna manera la caída del papel. Es el caso de Isabel y Marta propietarias del quiosco Kaisuma, en la calle Teresa Gil, que antes pertenecía a su madre. Las hermanas son conscientes de que el panorama informativo está sumido en una época de evolución en paradero desconocido.

Isabel arroja un poco de esperanza y optimismo al sector confiando en que el papel no va a morir tan pronto pero que para que esto se retrase se necesitan a periodistas que aporten una calidad informativa que esté a la altura del producto.

Pero los intentos de recuperar la ilusión en el negocio no cesan ahí. Y es que el quiosco de Marta e Isabel ha sido de los pocos que han intentado unirse a la ola digital. “El año pasado pusimos una pantalla donde anunciamos los productos que tenemos. Es una forma de exponer más directamente al público lo que tienes. A través de esto a veces los clientes encuentran cosas que de primeras piensan que no tenemos o se paran a mirar y en una forma más rápida y visual de vender”, comenta la vendedora señalando a la parte de atrás del local donde destaca una pantalla luminosa con el nombre del quiosco.

Quiosco Kaisuma

Quiosco Kaisuma

Isabel sabe que lo digital es lo más novedoso y que actualmente parece que “los jóvenes temen mucho al papel”. “Otra cosa no, pero…si las revistas o los periódicos vienen con regalo se lo llevan, pero no me refiero a la revista, sino al producto”, concluye la quiosquera haciendo alusión a que se necesita atrapar el interés de los lectores en vez de los compradores.

Las calles de Valladolid nos vuelven a llevar hacia el punto de partida, el centro, más concretamente en frente del Teatro Calderón. Y es que si estamos hablando de innovar y propuestas actualizadas para salvar al sector el quiosco de Alejandro parece tener las cosas muy claras. El ex constructor ha pasado de estar 15 h fuera de casa a estar 15 h en 4 metros cuadrados.

A pesar de ser de los más novatos del gremio, el joven quiosquero tiene una visión bastante optimista sobre el papel. “Si quitamos estos dos últimos años de pandemia que nos hemos mantenido en stand by y han sido horrorosos creo que hemos evolucionado”, comenta. La pandemia, según cuentan los trabajadores, ha supuesto un bucle de cambios continuos para estos puntos de venta y ha contribuido a enfriar la relación vendedor-cliente.

Una nueva forma de negocio 

Y es que el reinventarse en este caso es una palabra llevada a la práctica. Alejandro cuenta con numerosas herramientas que a día de hoy hacen la compra más fácil a los clientes y logra llegar a un público más amplio. “Tengo una pantalla donde expongo mis productos, utilizo las redes sociales para promocionarme y que la gente vea que estoy aquí”, comenta.

Tras ese ambiente optimista e innovador el propietario del quiosco Calderón se para a reflexionar por un momento. “11 quioscos vacíos que van a desaparecer en septiembre, y quedamos…entre 30 y 35, no menos de 30 ni más de 35. Dentro de 5 años no creo que quedemos más de 10 puntuales”, la realidad de los números cae como un jarro de agua fría en la conversación.

Sin embargo, el ambiente cambia cuando el quiosquero saca el tema de agrandar su negocio. “Tengo intención de durar 25 años aquí o más porque voy a poner un quiosco más grande, así que por esa parte futuro lo veo. Cogerme un quiosco de 8 m² me va a permitir más exposición, amplitud”, comenta con aire esperanzador.

La explicación se ve interrumpida por una calienta que nada más llegar a la ventanilla hace la pregunta esperada “¿Tienes para pagar con tarjeta?”, a lo que Alejandro le responde que sí.

Quiosco Calderón

Quiosco Calderón

Tras despachar, el quiosquero prosigue con su explicación. “Soy el único que tiene para pagar con tarjeta, me beneficia en que no se marchen al estanco, tengo uno justo al lado. Retener a la gente ¿Qué voy a perder 2 céntimos? De la otra manera pierdo 20”, dice mientras señala los carteles de pago con tarjeta desde su escaparate.

Después de un largo recorrido, las calles de Valladolid nos llevan a la hora punta, las 22:00. Los pocos quioscos que quedan abiertos a esas horas comienzan a recoger sus escaparates como todas las noches dejando todo listo para abrir al día siguiente.

Minutos más tarde un matrimonio con un niño pasa por delante de uno de los negocios y exclama “¿Mamá me compras uno de esos?”, mientras señala a una bolsa de chuches. La madre coge al niño en brazos y le da tres euros mientras le hace la mítica pregunta que a todos nos han hecho de pequeños al ir a un quiosco “¿Cuánto te tiene que devolver?”.

En ese momento se hace realidad las frases que tantos quiosqueros habían repetido “Somos los primeros profesores de matemáticas de los niños” o la de “Hemos estado presente desde la infancia de muchos y nos están olvidando”.

Las aceras de Valladolid se apagan y con ellas la de los quioscos que ya permanecen cerrados, algunos de manera temporal, otros permanentemente y algunos de ellos con el cartel de 'Se vende'. Un señor que pasa por delante, se para un segundo a mirar el cartel y suelta en voz alta: “Es una pena, siempre se van los mejores”.