Cayó la noche encima con más de tres horas de corrida, pero mereció la pena por presenciar la faena de un Ferrera en sazón; ejerciendo de torero añejo e impregnando de torería, no solamente el coso pucelano, sino todo el Paseo de Zorrilla, desde la estatua del escritor hasta la Cañada Real.

Antonio Ferrera salió a hombros tras cortar dos orejas y mostrar las exquisitas cualidades toreras que posee en una tarde que se puso cuesta arriba desde los inicios con los dos primeros toros de Torrehandilla y con el tercero de Torreherberos, que fue devuelto por inválido; los tres carentes de fuerza y raza.

Pero con el quinto, un ejemplar bien hecho y con clase, aunque desrazado, Ferrera le consintió sin exigirle, con pausas torerísimas y aliviándolo por arriba al final de cada pase. Por el pitón derecho llegaron los mejores muletazos del extremeño; pases despaciosos y cargados de temple, a lo que hay que añadir una torería añeja. Hay que destacar los ayudados que fueron de mucha pinturería. Con una estocada y un pinchazo arriba, con recado del palco, finalizó la bella obra. El toro recibió una ovación cuando lo arrastraban el tiro de mulillas.

En su primero, un jabonero muy flojo, que tuvo nobleza de salida, se vino abajo tras el tercio de varas echándose por tres veces. Abrevió Ferrera con el marmolillo y con la espada no estuvo fino. Silencio.

Serio y bien presentado fue su primero, pero sin raza y sin fuerza que lo recibió con dos largas cambiadas al hilo de las tablas. Compartió rehiletes con Ferrera y en la muleta se paró por completo. Estocada y silencio para el de Jerez.

Garrido, que sustituía a El Fandi, le arrancó un trofeo al tercero bis de Fernando Sampedro que hizo sobrero, ya que el titular de Torreherberos fue devuelto por inválido perdiendo más de 15 minutos en el ruedo hasta que fue apuntillado eficazmente por un subalterno.

Deslucido en el capote, Garrido hizo una faena tesonera en los medios para después pegarse un arrimón en los tableros del 8. Mató de estocada trasera tras aviso. Palmas al toro en el arrastre.

Con el sexto, el toro más serio y complicado del desigual encierro, la faena no terminó de rematarse y optó por pegarse otro arrimón. La espada no funcionó y vio silenciada su labor tras ser avisado por el usía. Algo más de un cuarto de plaza en tarde soleada y ventosa.