Fernando González en su puesto en la Plaza Mayor de Salamanca

Fernando González en su puesto en la Plaza Mayor de Salamanca Luis Cotobal

Salamanca

Fernando, el cuponero de la Plaza Mayor: “Entre empujones y tambores, siempre hay quien me compra el rasca”

La Semana Santa le trae jaleo, empujones y cero tranquilidad, pero también más ventas, historias curiosas y alguna que otra carcajada.

Más información: Programa completo de la Semana Santa en Salamanca 2025: procesiones, recorridos y horarios

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Fernando González no lleva túnica ni reparte estampas, pero también tiene su sitio en la Semana Santa salmantina.

Está en el centro, en la mismísima Plaza Mayor, con su carrito, su chaleco y su frase bien aprendida. Y aunque no lo diga mucho, también forma parte del paisaje. De ese ir y venir que en estos días mezcla pasos, turistas y el olor a incienso a cualquier hora.

"Sí, se vende más. Pero hay momentos en los que no se puede ni estar", dice, como quien ya lo ha vivido otras veces. Cuando pasa una procesión, lo tapan. A veces, literalmente. Se le ponen delante, le pisan el carro, no se mueve nadie. "Me tengo que ir. No se puede vender con todo encima".

Lo cuenta con calma. No se queja. Lo disfruta. Porque sabe que luego, cuando pasa el bullicio, vuelve el ritmo. Y muchos vienen a por el 13, que no falla.

Entre pasos y preguntas

Durante las procesiones, no siempre vende. Pero escucha. Y mucho. "Me han contado su vida. No sé por qué, pero en Semana Santa la gente se abre más". A veces no quieren un cupón, solo hablar. O preguntar. "Que cuándo pasa la Soledad, que por dónde va el Cristo… como si yo lo supiera todo", dice sonriendo.

Otras veces le cuesta hasta oír. "Hay tanto ruido que no escuchas ni al cliente". Y entonces espera, con la misma paciencia con la que esperan los fieles a que doble la esquina el paso que buscan. Porque sabe que en algún momento alguien se va a parar, y va a comprar.

Sin bombo, pero con historia

Fernando no ha dado ningún premio grande "está en mantilla", bromea. Pero lleva años en la calle. Y eso también cuenta. Sabe quién viene siempre, quién pregunta lo mismo, quién solo busca conversación. En su rincón, la Semana Santa no pasa de largo. Lo envuelve, le da respiro, le da faena.

Y mientras otros miran al cielo esperando ver la cruz, él aguanta abajo, entre ruido, pasos y alguna confesión espontánea. Porque aquí cada uno tiene su papel. Y el suyo, aunque no lo parezca, también es procesional.