Laura Lechuga defiende en León el uso de sensores químicos ópticos para el diagnóstico precoz del cáncer

La Universidad de León acoge desde este lunes y hasta el 27 de julio el XIII ASCOS (Advanced Study Course on Optical Sensors), un foro internacional de referencia sobre sensores ópticos que reúne a casi un centenar de estudiantes y expertos procedentes de Europa, Asia, América y Oceanía.

Entre ellos, destaca la presencia de Laura M. Lechuga, doctora en Química, investigadora del CSIC y líder del grupo de Nanobiosensores del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2), además de primera mujer reconocida como doctora Honoris Causa por la ULE, quien forma parte del comité organizador.

Durante su intervención, Lechuga subrayó el potencial de los biosensores para revolucionar el diagnóstico médico.

“Los sensores ópticos y biosensores son tecnologías que te permiten hacer, por ejemplo, un diagnóstico clínico muy rápido utilizando tan solo una gota de sangre u orina del paciente y lo que intentamos es utilizar esta tecnología para hacer un diagnóstico precoz de cáncer, para saber cuándo se está comenzando ese proceso antes de que se extienda”.

Lechuga explicó que con estos dispositivos es posible obtener resultados fiables en cuestión de minutos, lo que permitiría reducir drásticamente los tiempos actuales de diagnóstico clínico.

“El diagnóstico clínico que hay actualmente es, aseguró, ‘excepcional’ en los laboratorios clínicos y hospitales, pero habitualmente ‘tarda mucho’ y ‘con este tipo de tecnologías podríamos tener esa respuesta o ese análisis en cuestión de unos minutos’”.

Uno de los grandes avances que se persiguen con estas herramientas es su portabilidad, lo que abriría la puerta a una medicina más cercana y accesible. “Estamos hablando también de descentralizar el diagnóstico, de poder ser capaces de ir al lugar que se necesita, no solo a la casa del paciente o hacerlo en una farmacia o incluso en una ambulancia”.

Más allá del ámbito sanitario, la investigadora recordó que estas tecnologías tienen también aplicaciones medioambientales. “Podemos ir allí a pie de campo, tomar la muestra y hacer el análisis allí mismo, con las ventajas que eso conlleva de no tener que transportar la muestra, que se puede estropear por el camino o la puedes alterar y luego tener técnicos especialistas que tienen que hacer ese diagnóstico o ese análisis en un laboratorio”.

Son, en definitiva, “técnicas que realmente tienen un campo de aplicación muy extenso”, como ya se demostró durante la pandemia del coronavirus.

La profesora de la ULE Elba Mauriz, directora del ASCOS 2025, destacó que este evento científico es mucho más que un curso especializado: “una experiencia en la que se reúnen estudiantes de todo el mundo, frecuentemente doctorado o postdoctorado, y también expertos mundiales del campo de los biosensores ópticos y químicos”, con propuestas innovadoras, talleres y actividades prácticas.

Los sensores químicos ópticos, objeto de análisis de este foro, “son dispositivos que integran una parte biológica y una parte física y que sirven para determinar moléculas desde la glucosa -para los diabéticos- hasta células tumorales -para el diagnóstico del cáncer- y para otro tipo de terapias y también para la determinación de ser genosensores, es decir, de hibridación de ADN y todo tipo de enfermedades también de aplicación en el ámbito medioambiental”, explicó Mauriz.

El congreso se celebra bajo el amparo de la red europea ASCOS, enmarcada en las acciones COST (European Cooperation in Science and Technology) de la Unión Europea, con el objetivo de promover la formación avanzada en este campo a través de un enfoque interdisciplinar, práctico e internacional.