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Miles de vallisoletanos apoyaron a Médicos Sin Fronteras en 28 países

11 septiembre, 2019 12:28

Un total de 24.840 socios y colaboradores de Castilla y León han apoyado a Médicos Sin Fronteras (MSF) en 2018 en los 28 países en los que colabora la organización, de los cuales 6.796 pertenecen a Valladolid, la provincia con una cifra más alta seguida de León, Burgos y Salamanca.

Según se recoge en la memoria de actividades de 2018 de la organización, los ingresos de MSF procedieron en un 99 por ciento de fuentes privadas y alcanzaron los 186 millones de euros, de los cuales el 73,1 por ciento se destinó a la atención de víctimas de conflictos armados en la República Democrática del Congo, Yemen, República Centroaficana, Oriente Próximo o Camerún.

Los equipos de MSF España llevaron a cabo 2.212.264 consultas externas cuya atención se ha centrado en ayudar a víctimas de violencia física y sexual, una de las mayores prioridades de este año pasado, en los que el 90 por ciento del personal es del país y el diez por ciento restante es personal expatriado, ya que uno de los objetivos de la organización es "dar al personal autóctono la mayor independencia posible", según ha indicado el cirujano vallisoletano de MSF Javier Atienza.

La delegada de MSF en Castilla y León, Ana Tomás, ha señalado que "2018 no fue un año de grandes emergencias mediáticas, pero los conflictos no dieron tregua y los niveles de mortalidad y sufrimiento han aumentado" en lugares como Yemen o Camerún donde "hay que reaccionar con rapidez en estos lugares en los que la gente lo necesita" porque "no hacer nada no es una opción".

Una de las mayores preocupaciones de MSF en 2018 ha sido el aumento de la criminalización y de los focos xenófobos ya que la organización tiene que hacer frente a secuestros y chantajes de los países en guerra porque construyen "bajo sus misiles", ha explicado Atienza. Pero, por otro lado, MSF puede prestar esta ayuda humanitaria porque "no depende de ningún tipo de presión política, económica o de cualquier otro tipo".

Además, el cirujano Javier Atienza, recién llegado de Camerún donde en su primer día "le recibieron con tres decapitaciones", ha contado su testimonio durante los más de cuatro años que lleva en MSF y es que gracias a la cirugía de guerra se ha dado un salto en estos países en los que en la década de los 50 y 60 no se operaba, directamente se amputaba el miembro afectado.

Las heridas por arma de guerra necesitan entre 15 ó20 intervenciones cuyo coste es impensable para cualquier persona del país en guerra además de que no existe allí ningún cirujano plástico para realizar las tareas de reconstrucción que son las más demandadas.

Atienza ha indicado que "lo que más mata de las guerras no son las bombas, si no sus consecuencias" y que nunca descartó la idea de ser cirujano de guerra ya que "para ser un profesional sanitario hay que ser capaz a de ayudar a quien más lo necesita".

Crisis migratoria en el Mediterráneo

Sobre la crisis migratoria en Europa, Ana Tomás ha apuntado que durante el año pasado se contabilizaron 594 muertes en el Mediterráneo central pero que esa cifra "no se corresponde con la realidad" porque hay que tener en cuenta que no hay testigos de los naufragios.

"Nadie quiere marcharse de su país, los que huyen es porque no les queda otra opción", ha manifestado el cirujano Javier Atienza, quien ha advertido de que "si el 98 por ciento de la población de los países en conflicto se encuentra en paro, son testigos de la quema de sus viviendas y están sometidos a una violencia continua, todos estos inmigrantes no tienen nada que perder", por lo que ponen rumbo a Europa, un lugar que antes concebían como "un paraíso", aunque ahora son "conscientes de lo que está pasando en el Mediterráneo".