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Región

Buenos Aires, la oportunidad social que se resiste a ser gueto

27 mayo, 2018 11:13

En un mundo tan célere y alocado como el actual apenas sobreviven los recuerdos que van más allá de un lustro. Ésa es la barrera que marca la pervivencia de la información en Internet, pero hay otra mucho más valiosa que aún se atesora en álbumes de fotos escondidos en recónditos cajones, esos que ya apenas casi se ven en familia, y sobre todo, una información guardada a fuego en la memoria de quienes vivieron cada momento.  NOTICIASCYL tiene en marcha una serie dominical que repasa la evolución de los barrios de Salamanca a través de los recuerdos de niñez de sus habitantes.

Hoy es el turno para Buenos Aires, una zona surgida en 1983 como consecuencia de las políticas sociales del primer gobierno socialista de la democracia junto con un ayuntamiento del mismo partido. La necesidad de paliar la carencia de viviendas sociales se unió al objetivo de acabar con el chabolismo que estaba repartido por el extrarradio de Salamanca, sobre todo en el cerro de San Vicente, el antiguo ‘barrio chino’. Así, se procedió a urbanizar la finca denominada Buenos Aires, más allá de Tejares, junto a lo que hoy es el enlace de las autovías A-62 hacia Portugal y Valladolid y A-66 hacia el norte y sur de España a través de la Vía de la Plata.

Allí se construyeron viviendas para 350 familias en riesgo de exclusión social, concretamente de los barrios de Pizarrales, El Arrabal, Paseo del Rollo, San José, San Vicente y Las Caracolas en el caso de la población de etnia gitana. Posteriormente se construyeron el colegio, la parroquia, la gasolinera y se fueron adecentando los alrededores. En más de tres décadas la fisonomía de Buenos Aires apenas ha cambiado, pero su estructura social sí lo ha hecho drásticamente.

En un primer momento, la población se mostró contenta por sus nuevas viviendas y su esperanzadora situación. El 6 de julio de 1983 recibían las llaves sus propietarios. El barrio estaba por estrenar con bonitas zonas ajardinadas, y aunque echaban de menos la sensación de vivir en la ciudad, los nuevos vecinos estaban satisfechos con el cambio. Pero en septiembre de ese año llegaban desde la Vaguada varias familias relacionadas con el narcotráfico que cambiaron la vida de Buenos Aires para siempre. Desde entonces, el terror impuesto desde los bloques 21-23 y 25-27 de la calle Villanueva de la Serena se ha ido adueñando de la vida del barrio.

“Los primeros años fueron un idilio, eran viviendas extraordinarias para la época, con algunos fallos como el desagüe o dos líneas de alta tensión que pasan por el barrio, pero los vecinos lucharon por la mejora de los servicios públicos. Consiguieron un colegio, actividades deportivas, culturales, se ensayaron iniciativas educativas y sociales muy interesantes, había hasta nueve colectivos trabajando en el barrio”, recuerda Emiliano Tapia, párroco de Buenos Aires desde 1994. Eran tiempos de convivencia.

Pero la gran crisis del estado de bienestar a España a comienzos de los años noventa afectó al barrio como a todo el país, y se notó más por el creciente problema de la droga. Fue entonces cuando los colectivos sociales se unieron en torno a la Asociación para el Desarrollo Comunitario de Buenos Aires (Asdecoba), con el objetivo de luchar contra el desempleo y contra el narcotráfico.

El primero ha sido más fructífero. En 1998, gracias a ayudas de fondos europeos, surgía un proyecto de catering que aún pervive, posibilitando formación laboral y empleo. Incluso es referencia para otros colectivos que luchan contra la exclusión social en toda Salamanca. También se pusieron en marcha una ludoteca y una guardería, un proyecto de educación de calle y acompañamiento a familias, o huertos que relacionan el mundo rural con el eje productor-consumidor.

La lucha contra el narcotráfico, en cambio, ha sido en balde. Los vecinos de Buenos Aires denuncian desde hace décadas la permisividad y connivencias de las instituciones. “Hay mucha hipocresía, dejación y silencio, y de aquellos polvos estos lodos”, lamenta Emiliano Tapia. El colegio ha perdido tantos alumnos que apenas queda un tercio del total cuando nació, la población general ha descendido a casi a la mitad, ahora el 80% de los residentes pertenece a la etnia gitana y la mayoría relacionados con el tráfico de sustancias estupefacientes, y tal es el ambiente que incluso se optó por dejar de celebrar las fiestas del barrio en prevención de los conflictos que se pudieran generar. “Por muchos esfuerzos que hemos hecho, es imposible vivir así”. Pero los vecinos de Buenos Aires de buena voluntad no se resignan a que la oportunidad social que supuso este barrio para sus vidas se transforme en un gueto.