El candidato de Vox en Extremadura, Óscar Fernández (izq), junto al presidente del partido, Santiago Abascal, en un acto en Navalmoral de la Mata (Cáceres).

El candidato de Vox en Extremadura, Óscar Fernández (izq), junto al presidente del partido, Santiago Abascal, en un acto en Navalmoral de la Mata (Cáceres). Pablo Danubio

Opinión Puntadas con hilo

Giro a la derecha

Vox no aspira al ‘bisagrismo’ sino a sustituir al Partido Popular, a dar el ‘sorpasso’ y convertirse en el partido hegemónico en la derecha española.

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La Nochebuena no es el día más propicio para dar el tostón a los lectores, porque el mejor tostón para la cena de hoy es un cochinillo en el horno; y las elecciones de Extremadura se olvidarán prontamente con turrón, polvorones y las partidas de bingo donde siempre gana el mismo suertudo.

El Partido Popular no acaba de encontrar la ‘estrella de Oriente’ que debería guiar su senda hasta Moncloa. Por el cielo de los populares de Extremadura cruzó este domingo una estrella fugaz, pronto engullida en la oscuridad como en la ‘lluvia de las Perseidas’. Guardiola, candidata del PP al gobierno extremeño, acaba de obtener una rotunda victoria electoral, pero los goles en la portería de las urnas se antojan insuficientes para subir puestos en la liga – que no es otra que la de desalojar a Sánchez de Moncloa - y ‘entronizar’ a Feijoó al frente del gobierno de España.

Cuando un gobernante –en este caso Guardiola– adelanta una convocatoria electoral, solo debe aspirar a lograr una mayoría absoluta que le permita ejercer el gobierno sin hipotecas. El objetivo se escapó, pero Guardiola ha infligido al PSOE una derrota catastrófica, sin posible disimulo. Por más que Sánchez enrevese la realidad, ponga cara de póquer y se embadurne de maquillaje Nosferatu.

La estrategia triunfante ha sido sin duda para Abascal y Vox. Pareció una astracanada la ruptura con el PP y su salida de los gobiernos autonómicos en los que gobernaba en coalición con los populares, pero finalmente ha obtenido réditos. Los partidos de la ultraderecha populista cogen alas cuando no gobiernan. Así crecen como la espuma, comprobado en varios países de Europa.

Vox no aspira al ‘bisagrismo’ sino a sustituir al Partido Popular, a dar el ‘sorpasso’ y convertirse en el partido hegemónico en la derecha española. José María Aznar afirma que Abascal no pretende gobernar en España, sino destruir al PP en una suerte de ‘vendetta’ hacia su antiguo partido. Abascal ha entendido sagazmente que el ‘bisagrismo’ no es un caso de éxito en la Europa de las democracias liberales.

Casi todos los partidos bisagra del viejo continente han sufrido esas debacles que los analistas políticos denominan ‘abrazo del oso’. El partido bisagra acaba engullido electoralmente por la fuerza política con la que formó gobierno. Vox no aspira a ser bisagra, que es un túnel hacia ninguna parte.

Sirva de paradigma Castilla y León, donde Ciudadanos terminó desguazado por el Partido Popular. Fernández Mañueco tuvo la habilidad de endosar a Igea y a Verónica Casado la gestión visible de la pandemia Covid-19, o sea, la pira de Altos Hornos de Bilbao. Ambos se convirtieron en el ‘cortafuegos’ del gobierno de los coaligados PP y Ciudadanos. Acabaron abrasados como una tea. Casado se convirtió en estatua de sal en una banderola de cartón, luciendo su bata blanca de galeno con el fonendo al cuello. Error, inmenso error publicitario.

Los populares ganan en Extremadura, pero no tienen pegada en términos del boxeo. Su gran problema no es ideológico, sino de efectiva comunicación. Se apoyan en el gran colchón del electorado moderado, pero se desangran por el extremo derecho. Los votantes moderados son un seguro suelo, pero el ‘electorado flotante’ -como lo denominaba el politólogo francés Maurice Duverger- opta por votar a Vox. Las mayorías absolutas populares se esfuman.

Esa parte de votantes que estaba con el PP y ahora con Vox quiere firmeza y mensajes contundentes. Sintoniza con Ayuso y con Cayetana-Álvarez de Toledo. Feijoó tenía tomado el pulso a Galicia, pero no esprinta en España.

El gran perdedor en Extremadura es el PSOE. Sánchez decidió conducir a su partido hacia el socialismo radical populista, embelesado por las dictaduras bolivarianas. El PSOE se desangra lentamente en su ‘vía dolorosa’. Se barrunta su derrota en las próximas convocatorias electorales autonómicas –Aragón, Castilla y León, Andalucía–, antesala de las generales. Sánchez es ya un conductor suicida, timonel de los vagones socialistas camino de la ‘stazione termine’.