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Castilla y León, el gran viaje que nunca decepciona
"Es cierto que, por primera vez en años, Castilla y León ha cedido el primer puesto en pernoctaciones frente a las Islas Baleares. Pero este dato no debe leerse como un tropiezo: es una señal de que el mercado evoluciona".
En Castilla y León, el turismo no se mide en cifras, sino en sensaciones. Con una amplitud territorial poco común —y una densidad de población que invita a buscar horizontes amplios y tranquilos— esta comunidad se propone no como una mera escala, sino como destino principal. Es, en esencia, un viaje que merece la pena: ahora más que nunca.
Por un lado, el patrimonio cultural y natural de Castilla y León resulta deslumbrante. Ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad, rutas como el Camino de Santiago, paisajes de montaña, llanuras y valles que se prestan al silencio y al asombro. A ello se suma una enorme diversidad de experiencias en torno al patrimonio, la cultura, el vino, la gastronomía y la naturaleza. Por otro lado, la cocina y el producto local elevan la experiencia turística a otro nivel: bodegas, rutas del vino, carnes, embutidos, repostería tradicional… No basta con ver, también hay que saborear, detenerse, compartir mesa. Este enfoque redondea la percepción de destino completo, no parcial.
Es cierto que las cifras del turismo rural han experimentado un leve retroceso y que, por primera vez en años, Castilla y León ha cedido el primer puesto en pernoctaciones frente a las Islas Baleares. Pero este dato no debe leerse como un tropiezo: es una señal de que el mercado evoluciona, de que las escapadas se acortan, de que el viajero busca experiencias distintas. De hecho, la red de alojamientos rurales de la región sigue siendo la más extensa y consolidada del país.
La clave está en aprovechar esa ventaja: la combinación de riqueza patrimonial, naturaleza generosa, gastronomía auténtica y menor masificación que otros destinos de sol y playa. Para quienes buscan viajar con calma, redescubrir espacios y alargar miradas, Castilla y León es una apuesta que lo tiene todo. Mantener y reforzar la calidad, la conexión con los visitantes y la visibilidad internacional serán esenciales para consolidar su imagen como destino líder.
Hay un valor que no aparece en las estadísticas: la hospitalidad. Aquí el visitante no es un turista, sino un invitado que siempre quiere volver.