El rey emérito Juan Carlos I.

El rey emérito Juan Carlos I. Gtres

Opinión Puntadas con hilo

Los reyes no escriben memorias

"Juan Carlos I de España pretende exorcizar demonios de conciencia. Unas memorias no son un lavatorio de culpas. El mejor juez de los reyes es la historia".

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Don Juan de Borbón, conde de Barcelona, se hubiera contrariado sobremanera en su despacho de Villa Giralda en Estoril si algún ilustre personaje de su ‘Consejo Privado’ le hubiera propuesto escribir sus memorias. El conde de Barcelona, tercer hijo varón de Alfonso XIII y titular de los derechos de la dinastía de los Borbones españoles tras la renuncia de su padre, se atuvo a sus deberes dinásticos.

El conde de Barcelona no urdió escritos para que vieran luz tras su muerte y mucho menos en vida. Don Juan tenía asumido que los reyes no escriben sus memorias. Pasó la mayor parte de su vida en el exilio y pregonaba aquella frase: ‘Un rey de España solo puede estar en el trono, en el cadalso o en el destierro’. Regresó al país donde nació en el segoviano Real Sitio de San Ildefonso para llevar una vida discreta una vez cedió los derechos de la dinastía a su hijo, el ya rey Juan Carlos I.

A lo largo de la historia, los monarcas españoles se llevaron sus secretos a El Escorial cuando les sobrevino la muerte y allí quedaron bien sellados en una arqueta de plomo en el Panteón de los Reyes. Los dimes y los diretes duermen bajo el pulido mármol de los sepulcros en la Cripta Real.

Juan Carlos I protagonizó un largo y fecundo reinado de casi cuarenta años. Gana si se somete al fiel de la balanza sus funciones constitucionales y no su conducta particular. Al César lo que es del César y no solo como metáfora. Un cúmulo de errores personales y presuntas irregularidades en la administración de sus caudales provocaron la abdicación del monarca que impulsó la ‘Transición española’ y el establecimiento de un régimen de libertades y democracia. Lo de rey emérito es una pedantería snob y no tiene la menor tradición en la larga historia de la monarquía hispánica.

Quien pudo ser recordado como uno de los mejores soberanos de la historia de España, autodestruyó la reputación de su reinado con su reprobable comportamiento personal y un atribuido amasamiento indebido de bienes. El propio Juan Carlos reconoce en sus memorias haber recibido un óbolo de cien millones de dólares del rey de Arabia. Lo consideró un gesto de afecto del soberano saudí. Ahora se arrepiente. Nunca es tarde.

En la opinión pública española, quienes tienen por bandera la sensatez y no el sectarismo, reconocen que el rey Juan Carlos devolvió a los españoles las libertades hurtadas bajo la dictadura del general Franco y que el monarca contribuyó decididamente al perdón y reconciliación de quienes se habían enfrentado trágicamente con las armas en la Guerra ‘incivil’. En el pronunciamiento militar del 23-F ejerció de capitán general de los ejércitos para poner fin a aquella descabellada y peligrosa intentona golpista que buscaba finiquitar la joven democracia. En Zarzuela estaba el ‘dique’ Sabino, no olvidemos.

Hoy se publicarán en Francia las memorias del rey Juan Carlos bajo el título ‘Reconciliación’. Yerra nuestro antiguo soberano. Incluso para esa primicia escrita de su larga experiencia vital y como titular de la Corona de España debiera haber elegido su patria.

El diario francés ‘Le Figaro’ ha adelantado alguna de sus revelaciones. Ha sorprendido su declaración de afecto por Franco y esa afirmación ‘¿Por qué mentir si fue él quien me convirtió en rey?’. Don Juan Carlos no valora sosegadamente que los enemigos de la Corona, que muerden la mano de quien apostó por la democracia constitucional, pueden utilizar sus palabras en contra de la monarquía y perjudicar al ya difícil reinado de Felipe VI.

Alberto II de los belgas, el Gran Duque Enrique de Luxemburgo, Margarita II de Dinamarca o Beatriz de los Países Bajos, abdicaron y callan. Juan Carlos I de España pretende exorcizar demonios de conciencia. Unas memorias no son un lavatorio de culpas. El mejor juez de los reyes es la historia.