No afloja. Ni en los estertores de julio ni en los primeros días del plácido agosto de sombra y siesta. No afloja esa brasa identitaria ni un lunes de verano, con la tele en la ventana, viendo el Grand Prix de la risueña vaquilla de felpa y los torpes pingüinos matemáticos. No ha existido en la televisión española un programa más blanco, familiar, naíf y hasta empalagoso. No ha habido un presentador más de consenso que Ramón García, incluso siendo de Bilbao.

Pero no afloja. Menos en redes sociales, ese lugar que siempre es ascua esperando leña, que siempre es pavesa buscando paja. Jugó la localidad salmantina de Peñaranda de Bracamonte en el Grand Prix del Verano. Y Ramontxu, pillo y veterano, comenzó el programa repitiendo “el municipio de Salamanca, de la comunidad de Castilla y León” con precisión administrativa, con cuidada pronunciación de funcionario del Colegio de la Asunción. Remarcando la reivindicada “y” (copulativa y sumatoria) que no dicen aquí ni los procuradores de las Cortes. Pero avanzaron los juegos, las caídas y reventaron las patatas calientes.

El contrincante de Peñaranda de Bracamonte era el municipio de Herencia. De Ciudad Real, de la comunidad de Castilla-La Mancha. Y el pobre Ramón, cansado de repetir expresiones para llenar dos horas de trompazos en prime time, habló de batalla entre las dos Castillas. Aflojó Ramón, que hasta entonces había metido tripa como en un primer día de playa. Pero se le escapó, como a casi todos, al final la lorza por encima de la goma del bañador. Y los leonesistas al acecho, no aflojan. Ya tenían su favila para reavivar el incendio perenne.

El “error histórico” de Ramón García, que Salamanca no fue Castilla sino Reino de León, deslizado entre pingüipatos y perritos pilotos, debería haber sido equivalente a errar el nombre de la nueva novia de tu mejor amigo después de cuatro verdejos. Sin embargo, las posiciones ideológicas (o más bien discrepancias administrativas), en vez de argumentos, buscan escaparates. Y no hay escaparate mejor que el Grand Prix en el verano patrio. RTVE (hiperventilada, ansiosa del favor sanchista y con piel de mariposa) se ha apresurado a pedir disculpas por un error “grave”. Tampoco afloja.

Salamanca lapidando a Ramón García. “¿Tú también, Bruto?”, lamentaría el vasco más salmantino desde Unamuno. Habrá recordado cómo durante más de dos décadas ha sido su mejor embajador televisivo. Aunque todo comenzara de manera involuntaria, aquel 1995 en que vestir la capa en las Campanadas de Fin de Año fue idea de un miembro del equipo para combatir el frío de la Puerta del Sol. Esa capa charra, bejarana para ser precisos, es un complemento inseparable de la imagen del comunicador. Eso sí que es un escaparate impagable.

No te preocupes, Ramontxu. En esta tierra a todos nos toca alguna vez ser el bolo. Ahora ya sabes lo que es, de verdad, Castilla y León. Aquí solo nos guardamos rencor histórico.