No sé por qué ha venido a mi memoria la bellísima poesía erótica de García Lorca, cargada de esplendor, pero también del machismo imperante, con motivo de la citada absolución de Dani Alves, dictada por la Sección de Apelación del TSJ de Cataluña.

Veamos: en dicha poesía 'La casada infiel', es ella la que engaña al simular que es mozuela, esto es, soltera: "Y yo me la llevé al río creyendo que era mozuela, pero tenía marido". Y él, el macho, lo hace todo "por compromiso", como una concesión a la dama. Esto es, la situación del hombre-macho no interesa, solo la de ella, depósito ancestral de los valores sacrosantos de la virtud maternal que encarnan las mujeres.

Algo o mucho de esto, a mi juicio, ha sido tenido en cuenta por las tres señoras magistradas y su acompañante varón. No me cabe la menor duda que, consciente o inconscientemente estas señoras magistradas tienen y conservan el prurito de la mucha mayor exigencia del plus o canon reforzado para desvirtuar la intangible presunción de inocencia, con la que todos estamos de acuerdo como derecho constitucional, pero que no es ni puede ser absoluto.

En el presente fallo, no han importado las contradicciones y diferentes versiones del acusado que, como tal, tiene perfecto derecho a mentir, como así ha hecho reiteradamente. Sin embargo, a la víctima se le exige una coherencia y pulcritud infinitas sobre unos hechos desarrollados para ella de forma violenta y, por tanto, traumática.

"Sucia de besos y arena yo me la llevé del río", dice Lorca, mientras él, sin embargo, está impoluto y plenamente satisfecho de su hazaña como ahora estará el poderoso Alves, y perdón por destripar en su recuerdo a nuestro gran Federico García Lorca.

En nuestra Asociación Projurado, de la que soy fundador y presidente muchos años, ya planteamos incluir bajo su competencia los delitos de agresiones sexuales, en los que el Tribunal del Jurado juzgara exclusivamente sobre los hechos delictivos y la culpabilidad. En el área anglosajona, el jurado es uno de los pilares de la democracia y aquí podría serlo si se le dotara de mayores facultades. Y ello para evitar sentencias "vergonzosas", como la que comentamos, según la calificación de la vicepresidenta primera del Gobierno.

"No quiero decir por hombre, las cosas que ella me dijo, la luz del entendimiento me hace ser muy comedido", dice García Lorca. Otra vez ella es la que se va de la lengua, nunca mejor dicho, mientras él, el macho, es el "comedido", prudente y sensato. Un botón de muestra más del espíritu lorquiano que ronda toda la valoración poética y que para mí sigue vigente.

Además, debo añadir, en mi modesta opinión de cuando llevaba asuntos penales, que la jurisprudencia es muy rigurosa en la aplicación del Principio de Inmediación, de forma que el tribunal juzgador ha tenido un conocimiento directo de las pruebas en el juicio oral, al que también, según dicha jurisprudencia, nada llega probado. Por consiguiente, el tribunal de apelación debe tener muy acotadas las facultades para revisar dichas pruebas no practicadas a su presencia, salvo casos de errores evidentes, y limitarse a corregir, en su caso, la correcta aplicación del derecho. Creo, por todo ello, que el recurso de casación ante el Tribunal Supremo tiene muchas posibilidades de sustentarse sólidamente.

Ojalá nuestro Alto Tribunal restablezca la justicia en este sonoro caso para que una vez más no sea el macho el que pueda salirse con la suya de forma tan flagrante.