El problema del Partido Popular es que no aspira a gobernar. No se pueden tener dos visiones contrapuestas de partido dentro del partido y tratar de alcanzar el poder con las dos al mismo tiempo; sin renunciar a ninguna. Los lunes el PP se siente derecha moderada y liberal y los jueves marca blanca del PSOE y toda la legión de partidos nacionalistas que lleva por séquito en coalición. El PNV y Junts les parecen opciones válidas para alcanzar la Moncloa porque la contraria es Vox. Este Partido Popular se va a dormir con sueños mediopensionistas, la mayoría absoluta no entra ni en la mejor de sus expectativas. Y así no alcanzarán nunca el poder, pese al triunfalismo inerme de las encuestas. Viven de los estudios demoscópicos, que es de lo que viven los que no tienen poder.

Es curioso que diga Moreno Bonilla que habrá que hablar con Junts y PNV, mientras al mismo tiempo discrepa en materia migratoria con Vox. La diferencia es un palacete en París. La gobernabilidad de España se sostiene a base de palacetes en Francia como si fuésemos la inmobiliaria de los partidos nacionalistas en el extranjero. 'Idealista' para los caprichos independentistas. Si cualquier partido de Castilla y León pidiese un palacete en París le darían una embajada en Navacerrada, una colonia en Cuenca, un virreinato en Badajoz.

Por eso hay tantos partidos populares como autonomías y así no hay quien gobierne. El PP es un trastorno bipolar, un trastorno de personalidad múltiple. Esto lo entendió Pedro Sánchez. Ya no hay un PSOE institucional y leal con la Transición y otro federalista y republicano. Sólo hay un PSOE, que es el que diga Pedro Sánchez y se acabó.

Pero el PP sigue pensando que puede elegir como bisagra a Vox o a los nacionalistas catalanes y vascos y Feijóo no termina de decidir. Los lunes dice una cosa y los jueves la contraria, según le vayan las encuestas. Y esa inseguridad es la que percibe el votante y por lo que Pedro Sánchez seguirá en la Moncloa hasta que decida que es hora de cobrar una pensión.

Están Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez, con un PP cristalino y después están Moreno Bonilla, Almeida y compañía como si fuesen un reino de taifas con unas siglas en común. Lo interesante sería saber con cuál se identifica Mañueco, si Castilla y León cree que pactar con nacionalistas es aceptable –mientras imponen que nuestros abuelos sean de segunda división frente a los jubilados catalanes- o aspira a que tenga el mismo peso en Madrid que tienen PNV y Junts.

Qué manía con querer saber lo que piensan los políticos ha cogido el electorado, como si no pudieran pensar una cosa y la contraria y pedir que les voten por las dos.