Sirvan de reflexión, para entender cómo trabajan algunos políticos españoles, unas declaraciones de Patxi López sobre cómo se produjeron las conversaciones y los pactos de última hora entre Junts y el PSOE para aprobar una serie de decretazos.  No piensen que voy a hacer un análisis lingüístico de las mismas, ni siquiera uno filosófico, pues no aguantan un asalto ni de cómo se usa el lenguaje, ni de la moralidad intrínseca al mismo.  Lo que voy a hacer es desvelar lo que hay detrás de esas declaraciones: un comportamiento desvergonzado.

Entre risas y con cara de pocos recursos dijo textualmente que “cuando hicimos esa negociación, el papel está redactado de aquella manera” y se quedó tan tranquilo.  Es decir, estos señores trabajan, o mejor hacen las cosas (porque lo de trabajar no lo conocen), “de esa manera”, que si lo queremos traducir a “román paladino” debería haber dicho sin ningún cuidado, sin profesionalidad, sin pensarlo, sin ninguna rigurosidad, sin método…, es decir, sin vergüenza. Solo lo hacen pensando en ellos, en seguir como sea “montados en machito”. Esas declaraciones coinciden mucho con otras de un miembro del gobierno que dijo que los acuerdos se hicieron rápidamente, a última hora y a la puerta de los baños. Efectivamente, el lugar era el más idóneo cuando se trata de este tipo de pactos, sobre todo, por el tufo que desprenden.  

Como les he comentado, no merece ningún análisis especial el texto, lo que sí merece análisis es el comportamiento que reflejan. Y puestos a poner calificativos a este comportamiento, el diccionario de la Real Academia de la Lengua se queda corto. Podemos calificarlo de poco profesional (les dará lo mismo, no les importa), o de chapucero (están acostumbrados), inmoral (no saben lo que es), sin vergüenza (no la conocen) y así sucesivamente. Sigan ustedes poniéndoles apelativos, les va a dar lo mismo. Están tan perfectamente blindados que ni se dan por aludidos y no se dan cuenta de que quien funciona así, haciendo las cosas sin profesionalidad, cuan chapuza, de forma inmoral o sin vergüenza, es a quien se le deben aplicar esos calificativos. Las cosas son así porque hay un sujeto que las hace. El propietario de todas estas cualificaciones es el sujeto que las hace, es decir, en este caso los que pactaron nadie sabe qué, ni ellos mismos, pero sirvió para seguir mandando.

No me cabe en la cabeza que cualquier ciudadano pueda justificar un error, por ejemplo, apelando a que “lo estaba haciendo de aquella manera” y no caiga sobre él el peso de la ley. Como no me cabe en la cabeza, ni en la de nadie, que un cirujano vaya al quirófano a hacer las cosas “de aquella manera”. O que un profesor haga su docencia “de aquella manera”, o que cualquier profesional en una empresa le diga a su jefe que si algo le ha salido mal era porque lo estaba haciendo “de aquella manera”.  Todos ellos tendrían una respuesta por parte de los afectados pidiendo su dimisión, su expulsión.

Pero un político, sobre todo alguno, sí que lo puede hacer y no cae sobre él ningún peso, ni el de la ley, ni el del descrédito, y lo peor de todo, ni se le cae la cara de vergüenza porque está manifestando que se toma su “profesión” por “el pito de un sereno”. Como consecuencia, los ciudadanos tenemos que sacar la conclusión de que se están riendo de nosotros.

Les propongo una cuestión: cuando llegue el momento de hacer la Declaración de Hacienda, de recaudar dinero el Estado para, entre otras cosas, pagar a estos diputados que hacen las cosas “de esa manera”, hagan ustedes lo mismo, cumplimenten su Declaración de la Renta “de esa manera”. No duden de que el feroz Estado, en forma de voraz inspector de hacienda, se les aparecerá y, desde luego, “NO de aquella manera”. En ese momento percibirás el rostro risueño del señor López o de la ministra del ramo que se te aparecerán para darte una palmadita en la espalda y recomendarte que pagues responsablemente que, entre otros deberes ciudadanos, está en juego su nómina y ésta no la quiere cobrar “de aquella manera”.

En estas estamos, compañeros. Nos estamos jugando cuestiones de Estado y hacemos las cosas “de esa manera”, que no sabemos si hemos transferido la “delegación integral de las competencias de inmigración” (como dice Junts), lo cual es inconstitucional, o lo que hemos pactado es una transferencia de gestión descafeinada (como dice Sánchez)

La última reflexión: si todo va en esta línea ¿qué nos espera?