No era el mejor en matemáticas, ni en biología, ni en inglés tampoco - aunque de esta quizás hoy día me arrepienta en cierto modo- pero sí tenía la capacidad de retener guiones teatrales con tres pasadas de lectura. ¿Por qué? Imagino, que la vocación en este sentido es un pilar fundamental.

Y es que en esa etapa tan difícil, como es la adolescencia, encontrar una motivación y, sobre todo, una hoja de ruta para tu futuro, es una guerra personal que muchos jóvenes tienen que batallar internamente.

Es cierto que en mi trayectoria como estudiante me encontré docentes que me hicieron ese camino realmente difícil. Pero también otros muchos no dudaron en tenderme la mano, teniendo ellas y ellos casi más claro que yo dónde estaba mi destino. Creo que, en ese sentido, yo fui afortunado.

Tener una base de conocimientos es vital, ¿quién sería tan necio de atreverse a insinuar lo contrario? Pero, ¿lo es todo? Opino que no. Pienso que es muy sencillo hacer el camino fácil a los jóvenes, cuando tienen claro su futuro. El mío estaba descaradamente claro: los escenarios.

Hacer ‘pellas’ para mí era esconderme en el teatro del instituto, encender las luces justas para no ser cazado, y estudiar diálogos y monólogos hasta que sonara el timbre. Llegó un punto en mi última etapa en la ESO, en el que sólo asistía a las clases en las que sentía el apoyo de los profesores en ese aspecto. ¿Qué hubiera pasado si hubiera sentido el respaldo de todo el profesorado?

El mundo y la sociedad cambian y evolucionan cada día, y se hace cada vez más necesario adaptar esas vicisitudes a favor del futuro de las nuevas generaciones. Alterné mi formación como actor y cantante con lo que hoy día es mi otra parte profesional, la comunicación. Pude hacerlo y me tocó pelear mucho contra quien decidió, por alguna inexplicable razón, que no merecía las mismas oportunidades que el resto. Pero, ¿cuántos buenos artistas -en cualquier disciplina- se habrá perdido esta España por haber exigido a esa persona el camino que debía seguir?

La vocación y el corazón de los artistas late de manera distinta al resto de los mortales. Quizás por eso consiguen la risa o el llanto del respetado público. Formemos a esas mentes y carguémoslas de conocimientos, pero sin cortar las alas que algún día, posiblemente, hagan volar a más de uno entre bambalinas, canciones, danzas, lienzos o las líneas de una novela que se convierta en un Premio Nobel de Literatura.