Como en la letra de aquella conocida canción de tuna, "tristes y solos" y vacíos se quedan nuevamente los pueblos y aldeas de ese territorio que los medios de comunicación social y personajes de la cosa pública han acordado en llamar "la España vaciada".

Ha sido un espejismo, pero las plazas de pueblos y aldeas se han llenado de residentes ocasionales, hijos del pueblo de vuelta provisional a sus orígenes, "veraneantes", como así los llaman en muchos sitios, que, en busca de tranquilidad y de recuerdos de tiempos pasados, reabren casas cerradas durante meses. Las plazas se han llenado de niños como una ficción, un sueño del que hay que despertar cuando llega septiembre. Porque septiembre vuelve y el vacío también.

Los antiguos moradores de estos lugares y residentes temporales en agosto recorren sus entrañables lugares, sueñan con tiempos pasados, idealizan momentos del ayer ya casi olvidados. Hay reencuentros que se repiten de año en año y los "ocasionales" vecinos comparten momentos de charla "a la fresca" con los residentes, resistentes del abandono, poniendo al día acontecimientos sucedidos en el largo año trascurrido.

En este ir y venir, compartir ratos de ocio, siempre hay alguien que da soluciones a los problemas del pueblo desde la atalaya de su ocasional presencia en el pueblo. En múltiples ocasiones hemos oído decir y decimos "habría que hacer esto o lo otro…", "esto lo tendrían que poner así…" Vamos, que todos tenemos solución para todo sabiendo que mañana o pasado o el día que sea, cerraremos nuestras casas y volveremos a la rutina de "la España sobrepoblada" donde los problemas son otros. De nuevo el vacío será el protagonista de estos territorios, el abandono, hasta que, de nuevo, de repente, como por arte de magia, la sociedad se vuelva a dar cuenta de que una gran parte del territorio nacional se ha vaciado. Sesudos profesionales de la información, políticos, politólogos y gestores de las ideas que se llaman a sí mismos "intelectuales", hablarán, debatirán, presentarán salvíficas ideas para solucionar el problema, desde sus cómodas residencias lejanas del territorio definido como "vaciado".

Un año más las cosas siguen igual. Y si somos sinceros, peor. Porque en el repaso anual de los hombres y mujeres que cada año reciben a los que llegamos ocasionalmente a ese territorio despoblado, siempre echamos de menos a alguien que la muerte se le ha llevado. Y es que poco a poco, sin pausa y, debido a la edad de los pocos residentes en el mundo rural, esa "España vaciada" se está convirtiendo en una "España desangrada" para llegar en poco tiempo a ser una "España vacía".

Y la vida sigue igual. Llegará el tiempo del olvido, de la despreocupación, aparecerán nuevos y ocasionales "profetas" que levanten la voz desde sus pisos de las grandes ciudades y desde los despachos de universidades para plantear sesudas propuestas que viven en el "Mundo de las Ideas" sin ninguna posibilidad de ejecutarlas en el territorio real.

Como en "El disputado voto del señor Cayo" de nuestro admirado Miguel Delibes, la necesidad de alcanzar objetivos políticos y poder seguir viviendo en la ciudad, aparecerán nuevamente por esta España desolada urbanitas ofreciendo propuestas de solución de problemas con la marca del olvido.

Por eso me molesta presenciar debates en medios de comunicación donde profesionales de la "palabra expresada, poco pensada y nada sentida" nos hablan de la "España vaciada" desde atalayas irreales. No soporto los que dicen que en los pueblos se vive muy bien desde la Castellana o cualquier otra calle de una poblada ciudad. Reconozco que es muy bonito y saludable pasar una temporada en los pueblos, en el campo, pero por eso no dejo de reconocer las dificultades a las que se enfrentan los que viven día a día. Reconociendo todo esto manifiesto mi agradecimiento porque, con su permanencia, su cuidado del pueblo durante todo el año nos permite a otros pasar unos felices días en él. Muchas gracias.