Sevilla, Madrid y muchos otros sitios, se aprestan a celebrar sus espectáculos taurinos. Y no sólo en sus  plazas de toros, también en sus centros culturales diversos; y no digamos en las redes sociales y medios de comunicación en los que las noticias taurinas son objeto de información y, por supuesto, de controversia entre los seguidores de este u otro torero, ganadería y no digamos empresa organizadora. Los toros siempre han levantado polémica, acrecentada por los propios informantes. También, como no, se presentan libros taurinos y, en torno a ellos, se comenta, con más o menos tino, su contenido y la situación de la Fiesta, ahora llamada Tauromaquia.

Todo ello viene a confirmar lo que dijo Ramón Pérez de Ayala y ahora Santonja, que los toros forman parte del ser del pueblo español desde sus orígenes, incluso y antes de su constitución como nación.

Si esto es así, y las iniciativas taurinas se extienden por la práctica totalidad de nuestra piel de toro, no es de extrañar que haya también antitaurinos. Los ha habido siempre como recoge en un magnífico estudio Beatriz Badorrey. No es de ahora, y no sólo reyes y papas, que prohibieron los toros por diversos motivos, sino en nuestro presente que consideran a la fiesta como atentatoria para los "derechos" del toro, al que consideran que se maltrata y tortura, olvidando los valores estéticos y artísticos que la lidia encierra muy superiores a la muerte a que está destinado el toro.

Debates no faltan, aunque cada uno por su lado siguiendo el método Ollendorff, o de oídos sordos o salirse por la tangente. Nadie quiere escuchar los razonamientos que no interesan pues el prejuicio es tal que es imposible lograr que el contradictor cambie de opinión.

En fin, la temporada empieza y los entusiasmos, y alguna bronca se escuchará también, pero "la música callada del toreo" que decía José Bergamín penetrará en nuestros oídos y en nuestros asombrados ojos para gozo de los que queremos que la Fiesta siga.