“Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan/ decir que somos quien somos”, que cantó Gabriel Celaya: españoles afirmados en nuestro modo de vida y hartos del gobierno pijoprogre de Pedro Sánchez, un presidente que orondo en sus presidenciadas  no tiene prisa en afrontar la crisis de la luz, el gas  y los combustibles, que tienen los precios disparados hasta extremos absolutamente insoportables, bueno, insoportables para los demás, porque él y su banda pijoprogre están tan ufanos, haciendo caja con los impuestos. 

Contra eso, contra esos y esas, salimos ayer a la calle varios cientos de miles de personas cabales, ciento cincuenta mil según esa delegación del gobierno de la que debe de ser asesor áulico el Tezanos que ha hecho del CIS una caja tonta de propaganda sanchista.

Ayer domingo yo tenía dos citas, para mí ineludibles, y cumplí con las dos.

Por la mañana en el centro de Madrid, una vez más “rompeolas de todas las Españas”, como cantó Machado; y por la tarde en Vitigudino, el pueblo natal de El Viti, que honró con su presencia (que en cualquier plaza de toros es presidencia) el gran festival de Castilla y León en favor de los enfermos de ELA, mal durísimo e incurable, hombres y mujeres en alivio de cuyo dolor hicieron el paseíllo el gran Morante de la Puebla; Cayetano, torero enrazado de dinastía; Pablo Aguado, encarnación del temple; y dos diestros jóvenes en los que los salmantinos tenemos depositadas fundadísimas esperanzas: Alejandro Marcos, prodigioso al natural, y el novillero Manuel Diosleguarde, mucho más que preparado para una alternativa que al parecer tomará en Santander, respectivamente acartelados con astados de Galache, Capea, Garcigrande, Castillejo de Huebra y Valrrubio.

Y que conste: la propiedad cedió la plaza desinteresadamente y los veterinarios cedieron sus honorarios. Todo el mundo se volcó en la causa, generosidad solidaria que está en la raíz del mundo del toro.

La manifestación en Madrid sencillamente fue tumbativa. El auto denominado gobierno progresista tendría que pensárselo, porque la dictadura del ecologismo fundamentalista puede acabar provocando un estallido social que los despeine a ellos y a ellas. Quizás haya sido, sino el último, sí el penúltimo aviso.

Cuando ya me retiraba, bastante antes de que la manifestación acabase, porque de lo contrario no hubiera llegado a tiempo a Vitigudino, coincidí con un par de pequeños empresarios, o no tan pequeños (tienen veintitantos trabajadores), que en muy pocas palabras me pusieron al tanto de su tragedia, tragedia compartida por miles y miles de emprendedores: la factura de la luz representa el treinta y cinco por ciento de sus costes de producción y, en esas condiciones, cómo y para qué seguir adelante. Han parado la producción.

“Sánchez dice que tomará medidas a finales de mes”, comentó uno de ellos. “Por lo visto es un gran estadista”, terció su compañero, “y no le aprieta el zapato, al contrario que los presidentes de Francia, Italia, Grecia y Portugal, que se han apresurado a tomarlas”. “Pobres hombres, pobrecillos, será que no son progresista”, tercié yo.

Llegué a Vitigudino pensando en ellos. Pero Morante me despertó, sacándome de la pesadilla para llevarme al mundo de las ilusiones, embebido en un par de verónicas lígrimamente suyas al galache, que era una pintura, verónicas extraídas del centro de la excelsitud. El torero de La Puebla se encuentra en estado de gracia, lleva a su cumbre a los toros boyantes, hace buenos a los medianos y cambia para bien la personalidad de los que remolonean. Es un torero histórico: quintaesencia de arte y quintaesencia de técnica, conjunción rarísima; y conjunción también de toreo alegre y de profundidad, conjunción todavía más infrecuente.    

En cualquier caso, yo no quiero hacer una crítica taurina del festival. No quiero, y no puedo, para ese menester ya hay “profesionales”. Para la generosidad solidaria sólo tengo parabienes. Las dos ovaciones más sentidas fueron para El Viti al que Alejandro Marcos brindó su faena al descubrirlo en el palco, cariñosamente “tapado” por su familia, y para los enfermos de ELA, uno de los cuales nos puso a todos el corazón en los labios cuando, instantes antes del paseíllo, nos transmitió con palabras entrecortadas la maldad del ELA y el sufrimiento infinito de las personas a las que atrapa.

Que Dios los bendiga.