Era la crónica de un acuerdo anunciado. PP y Vox habían escenificado en los últimos días que el pacto estaba lejano por las posturas tangenciales entre ambos partidos. Sin embargo, a cinco minutos del inicio de la sesión constitutiva de las nuevas Cortes de Castilla y León, Mañueco anunció vía Twitter que se había logrado el acuerdo. Así, Vox propuso a su candidato a presidir la cámara ante el silencio cómplice del PP.

Alfonso Fernández Mañueco convocó el pasado mes de diciembre unas polémicas elecciones, con más de un año de antelación de lo que correspondería (mayo de 2023). Lo hizo confiando en las encuestas, que le auguraban un número de procuradores próximo a la mayoría absoluta, y desconfiando, al tiempo, de que el PSOE le interpusiera una nueva moción de censura a partir de este mes de marzo, aprovechando la desafección de algún procurador de Ciudadanos, y lo apeara bruscamente de la presidencia de la Junta.

Al final, sus previsiones fueron equivocadas. Seguirá en la presidencia de la Junta, sí, pero a cambio de sustituir en la coalición de gobierno a un partido moderado como Ciudadanos por otro radical como Vox, afín a todos esos partidos que integran la denominada ultraderecha europea. De hecho, diez partidos de esta ideología acudieron a la reunión que Vox convocó en Madrid a finales de enero. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán; el jefe del Gobierno polaco, Mateusz Morawiecki; o la líder del Reagrupamiento Nacional francés (antiguo Frente Nacional), Marine Le Pen, fueron algunos de los líderes de estos partidos que arroparon a Santiago Abascal en la cita madrileña.

La polémica por el pacto del PP con Vox en Castilla y León no ha hecho más que empezar. El presidente del Partido Popular Europeo (PPE), Donald Tusk, ha calificado de "triste sorpresa" la noticia del acuerdo entre el PP y Vox para formar Gobierno en Castilla y León. Y el PSOE ha destapado la caja de los truenos tanto a nivel nacional como regional. Era lo previsible.

El pacto crea un importante problema a Alberto Núñez Feijóo incluso antes de que acceda a la presidencia del Partido Popular. Toda la izquierda enarbolará el mal ejemplo del PP a Castilla y León para prevenir a los votantes moderados de a dónde pueden ir sus votos en próximos comicios. La primera prueba de fuego será para el presidente de Andalucía, Juanma Moreno, para quien se han cumplido los peores temores, tal como manifestó a mediados de enero en el congreso regional del PP de Castilla y León, celebrado en la capital leonesa.

Hay que subrayar también que la actitud del PSOE ha sido de una gran hipocresía. La única posibilidad que Mañueco tenía de gobernar sin Vox era con la abstención de la bancada socialista. El líder del PSOE regional, Luis Tudanca, le lanzó el guante, pero era una oferta trampa. Pidió a cambio que el PP se comprometiera a extender el cordón sanitario a Vox en toda España, algo que no venía al caso, ya que lo que estaba en juego era Castilla y León, y además era una condición que no se podía cumplir, porque Vox sostiene los gobiernos de Juanma Moreno en Andalucía y el de Isabel Díaz Ayuso en Madrid.

De esta manera, Castilla y León ha acabado convirtiéndose en laboratorio para el primer ensayo de gobierno de Vox en España. Intentará así plasmar en Castilla y León todas esas ideas radicales sobre la violencia doméstica, la inmigración, la educación, el antieuropeísmo, el antiautonomismo, el rechazo a la Agenda 2030, etcétera.
A pesar de ser la comunidad más extensa de España, Castilla y León pasó siempre desapercibida para la política nacional. Solo salía a relucir cuando se recordaba que José María Aznar principió su carrera política en esta comunidad. Ahora el interés por la comunidad ha llegado incluso al Parlamento europeo. Por lo que parece, seguiremos en el candelero. Mañueco ya tiene su hueco en la Historia.