Los excesos intervencionistas parecía hasta ahora que sólo se toleraban si afectaban a lo público o a lo social y menos si afectaban a la vida privada de las personas o ciudadanos, ahora que parece que hemos subido un peldaño más ya no sabemos qué pensar.

En tiempos de la colonización americana, la Audiencia de Perú recibió una provisión de Felipe II que, de forma imperativa, ordenaba que en el término de treinta días todos los solteros en edad de tomar esposa abandonaran la vida célibe, bajo pérdida de hacienda y disponía que la Audiencia escogiera entre las indias nobles del país, para que desapareciera todo olor de barragancia. La orden probablemente no sentó del todo bien a los que estaban acostumbrados a las regalías de la soltería pero acabaron casándose ante un futuro peor de pobreza.

Nos dicen que podemos morirnos y que si viene un rebrote no habrá nadie ya que nos atienda pero parece no importar. La gente está más preocupada porque no sea obligatoria la mascarilla. Lo que un día es correcto al día siguiente es de otra manera. Vivimos en el ya se verá y si no también...

La contabilidad de una familia o de una empresa al igual que la del Estado son, en economía, el equivalente a los análisis clínicos en medicina, ambos ayudan a diagnosticar su estado de salud. Por eso algunos empresarios o las administraciones recurren al maquillaje contable, lo vemos un día si y otro también, cuando se han de presentar las cuentas a los socios o a los ciudadanos, o se ha de pedir un crédito o financiación, etc.

Es lo que mal llamamos contabilidad creativa, que tiene como fin posponer las dificultades a la espera de tiempos mejores que al final siempre son peores. Incluso al revés se pueden presentar malos resultados cuando no los hay. Este invento está y ha estado presente en el mundo de las empresas y de las administraciones públicas de todos los países por uno u otro motivo, ejemplos pasados fueron el Tratado de Maastricht y los criterios de convergencia europea. Ahora está presente en el tema de la futura crisis y de la actual pandemia.

La inflación anual en diciembre del índice de precios industriales según el INE ha sido del 35,9% y hace temer lo peor. La tasa más alta desde 1976. La tasa mensual ha sido del 3,8%. El incremento de los costes de la energía es del 95,9%. El coste de los bienes intermedios, los necesarios para poder fabricar ha sido del 20,6% interanual y ya se está transmitiendo a toda la cadena de producción. Podríamos continuar estudiando todos los índices pero el futuro no parece muy halagüeño.

En España como siempre estamos más preocupados por el canto de los ángeles o si nos dan miedo algunas partes del cuerpo que en alcanzar buenos balances o resultados, en mantener aplanado el pico más que en nuestro propio futuro, o en que si países como Francia, Gran Bretaña o Alemania, por citar algunos, están haciendo sus deberes o nos están utilizando para salvarse de la quema. Puede ocurrir que estén tan mal como nosotros o peor, en todos los aspectos, incluso los sanitarios y que Bruselas lo sepa y se acepte como mal menor o como una necesidad política o monetaria.

La práctica de este tipo de contabilidad engañosa no es nueva, sino tradicional por llamarla de alguna manera desde los tiempos de imperio romano y seguirá utilizándose en el futuro. Existen técnicas para maquillar o tapar formalmente los resultados: una es prever más ingresos de los esperados, basados en un crecimiento excepcional dadas las circunstancias económicas del momento y prever unos gastos menores de los que se han de realizar; la segunda sería posponer los pagos al año siguiente, es decir, incrementar la deuda a corto plazo; la tercera es convertir la deuda a corto plazo en deuda a largo plazo, para que la paguen nuestros hijos o los que vengan detrás.

Ejemplos también de este tipo de contabilidad son sustituir las subvenciones de las empresas públicas deficitarias por créditos privados, ya que el dinero público incide en el déficit y nos acerca a los criterios para la intervención. Con el dinero privado se incrementa el endeudamiento de las empresas y en el futuro ya se verá quien paga o quién se queda con la deuda. Otro ejemplo conocido es la promesa de financiar inversiones con ingresos inciertos provenientes de futuras privatizaciones o fondos, invento además muchas veces de dudosa legalidad. Con la callada o la música celestial por respuesta.

La operatividad legal parece que resulta siempre traumática para el que busca siempre su aplauso o beneficio. Hoy, como ayer o mañana, asistimos de nuevo a un diálogo de sordos, que no suscita entusiasmo ni a los que trabajan ni a los que están preocupados por su salud, al tener la sensación de que seguimos a tumba abierta o en otras palabras en desgobierno cuesta abajo y sin frenos. Somos un país sin duda difícil de gobernar y uno de los pocos que no han podido ser sometidos por otros pueblos a lo largo de la historia. Somos conquistadores de mirada impávida capaces de remontarnos y someter al que nos ha querido someter.

Esperemos que se ponga en práctica de alguna manera el tener los pies en el suelo y contabilidades e intervenciones menos creativas y más controladas, que ayuden a la economía en general, al día a día, a los millones de parados y a la controlar realmente la pandemia, y a frenar esta inflación descontrolada. Los ciudadanos son el principal capital del Estado. De momento la realidad de nuestro futuro es más bien cada vez más oscura...