El tiempo coloca a cada uno en su lugar y, desgraciadamente, se observa cómo en todos los partidos se consolidan liderazgos de barro, de seres inconsistentes, profundamente miedosos y significativamente miserables que apuñalan a quienes les sirvieron. En fin, una política maquiavelista en la que el uso de los valores, de las personas y de los principios, quedan al servicio exclusivo del servicio del máximo.

No existe el valor de la palabra, ni el principio del ejemplo, mucho menos el servicio a causas más elevadas, y ni qué decir tiene la defensa de los más débiles o de los intereses de tus representados.

Cada uno de estos mindundis provistos de la púrpura del mando, pasan de cajeras de supermercado, simples profesores contratados o estudiantes sin oficio ni beneficio a ministros, presidentes de partido o, como les gusta, LIDERES, olvidando no solo que el líder es el que encabeza, sino el que pone cabeza a lo que lidera, y que difícilmente es capaz de hacer uso de la cabeza quien carece de ella.

Mientras celebran este o aquel congreso, convención, reunión o fasto de consolidación del caudillito de turno, lo que sí que hacen es alterar, modificar, redefinir o reescribir sus estatutos, sus normas básicas para, en lugar de cumplir los principios de democracia que deben de regir los partidos, construir muros que hagan inalcanzable al jefe, que la voluntad de este se transmita por cauces propios, sin discusión, fortaleciendo su posición.

Pedro prometió más partido, más participación, más cercanía con la ciudadanía y en estos días ya ven lo que hizo, más Pedro, más Sánchez, más yo y yo... de lo dicho nada de nada. Pero, no es él el único, recordemos los congresos de VOX, que construyeron cerrojazos en torno a Abascal al que sólo se acercaba aquello que le interesaba; así lo ha hecho el dictador del proletariado con coletas que tanto criticar, tanto criticar, fue su dedo de macho alfa quien designó a su sucesora... ya veremos si marioneta o simplemente designada.... Si quieren seguimos señalando el modo totalitario de funcionar los partidos, y la falta de seriedad, criterio y solvencia sirven para ello.

Siempre pensé que dedicarse a la política era servir, que para servir debías de haber demostrado ese servicio, esa capacidad y ese bagaje que podías aportar, pues en definitiva se trata de devolver a la sociedad aquello que has recibido de ella o has sido capaz de construir y de lo que se podrá aprovechar ella.  En ese sentido, el proyecto personal cumplido, el valor de la honradez y la honestidad demostrada, la fortaleza de la palabra personal y la solvencia de la promesa acreditada, así como una preparación profesional, eran los criterios que debería de acreditar quien intentase servir a las personas que conforman el grupo social al que se pretende dirigir.

El modo con el que el aspirante contempla al votante, al ciudadano, a los seguidores o detractores, ya sea como personas a las que se ha de servir o como números, medios o simples "perritos sin alma", es la clave para responder positivamente a un novicio a líder, presidente..., etc. Si somos, como somos para nuestros políticos actuales, simples "perritos sin alma", no esperes que te consideren persona o igual a ellos; de forma que, mientras aceptemos este modelo, este sistema de organización, ya sabemos lo que somos, cómo nos tratan y lo que podemos esperar de ellos.

No seamos simples peones luchadores, fácilmente manipulados, de este u otro partido, seamos capaces de exigir de nuestros lideres la solvencia que necesitamos y no nos bebamos sin más todos los jugos que nos ofrezcan siendo capaces de defender lo que sea defendible y rechazar aquello que no es más que un sucedáneo purulento de lo que nosotros habíamos aceptado.

Claro que la política, el pacto, la negociación, obliga a realizar cambios en lo prometido, pero no puede hacer nunca que se haga lo contrario de lo prometido, no podemos admitir que se nos prometan bajadas de impuestos y se suban o que nos prometan no sentarse con asesinos y ponerlos en el consejo de ministros.

Dentro de esos cambios se deben de producir varios movimientos, uno de reconocimiento, otro de explicación, otro de petición de perdón con reconocimiento de responsabilidad y, si fuere preciso, con la dimisión.