Pedro Ángel Sánchez, autor de 'Las chicas de oro. La serie que nos enseñó que las amigas son la familia elegida'.

Pedro Ángel Sánchez, autor de 'Las chicas de oro. La serie que nos enseñó que las amigas son la familia elegida'.

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Pedro Ángel Sánchez desgrana 'Las chicas de oro': "Por más que las quisieron copiar no funcionó en España ni fuera"

El periodista publica un nuevo libro en el que analiza el fenómeno que supuso esta serie, donde se trataban temas como el VIH, la fibromialgia o la eutanasia.

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Las chicas de oro es parte de la historia de la televisión mundial. Las andanzas de cuatro mujeres de edad (que entonces se consideraba) madura fueron un éxito en Estados Unidos en sus siete años de emisión, entre 1985 y 1992, y también en España, donde desembarcó en 1986 de la mano de RTVE.

Bea Arthur, Betty White, Rue McClanahan y Estelle Getty fueron, respectivamente, la arisca Dorothy, la inocente Rose, la sensual Blanche y la imprevisible Sophia. Un grupo de amigas, incluida una madre e hija, que abordaban en su día a día temas como el VIH, el alzheimer, la menopausia, la fibromialgia, “cuestiones que realmente no han tenido tanto espacio en otros programas”.

El periodista madrileño Pedro Ángel Sánchez (autor de Nada es eterno, salvo la Carrà) acaba de publicar el libro Las chicas de oro. La serie que nos enseñó que las amigas son la familia elegida (Editorial Dos Bigotes), pero su obsesión no viene de los años 80 ni 90, cuando se emitían en la pequeña pantalla.

El desembarco de la ficción en Disney+ y la recomendación de un amigo fueron suficientes para engancharse a ella hace menos de un lustro, y querer conocer e investigar todos sus entresijos, que ahora comparte.

Sánchez sitúa esta comedia de situación ambientada en Florida como el germen de otras series que llegaron posteriormente, como Sexo en Nueva York, Girls, “y muchas otras muy similares, pero que han fracasado”. De hecho, encuentra un claro paralelismo de las cuatro chicas arreglando el mundo a su manera en la cocina con las conversaciones de Carrie Bradshaw y sus amigas en los restaurantes.

P: Siempre la pensamos en la serie como la serie de cuatro viejas que, en realidad, no eran señoras tan viejas.

R: El otro día me llegaba un mensaje de una chica que decía: “Adoro esta serie porque a mi abuela le encantaba y me decía: “Ponme la serie de las viejas”. Y es que es verdad que todos lo tenemos asociado a la serie de las viejas, o de las señoras mayores, cuando realmente no lo eran tanto.

Es verdad que hace 40 años, las personas que ya tenían 50 o 50 y tantos años, ya tendíamos a pensar que estaban en la tercera edad o en la última parte de su vida. Incluso los hombres, los novios y los amantes de las chicas, tú los ves ahora y son auténticos señores, aunque tenían 50 y tantos años.

La serie permitió que empezáramos a verlas de otra manera, con una perspectiva de la mujer y de la forma de vestir y de la forma de expresarse diferente. Ahí tuvo parte en la transgresión de la serie.

Fue una obsesión de la jefa de vestuario: que todas ellas salieran guapas, atractivas, incluso sexys o sugerentes. Que no salieran desaliñadas o como mujeres que ya no tenían nada que hacer y que no tenían ni que mostrarse guapas al mundo.

Imagen de 'Las chicas de oro'.

Imagen de 'Las chicas de oro'.

En España, el horario de la serie fue cambiante. No existía un ritual para verlas a una hora y día determinados.

Yo no sabía que tuvo tantos horarios. Empezó por la tarde a las 19:30, pero es que siempre funcionaba bien. Y luego lo mismo te aparecía a las ocho de la mañana en La 2, que te aparecía mediodía, que en la tarde o en el prime time.

Ya al final se vieron un poco abocados a ponerlas en el prime time, porque triunfaban. Y esa idea de llevarlas a la noche provocó la idea de por qué no hacer unas Chicas de oro patrias.

No somos conscientes de las largas negociaciones que había detrás de esas adaptaciones que se hicieron: Juntas pero no revueltas y Las chicas de oro.

Hablé con Isabel Raventós, una de las directivas de la época de Televisión Española que impulsó esas adaptaciones. Y no era solo una cuestión de derechos, que uno hablaba directamente con Disney y ya: estuvieron encima de ellos absolutamente en todo.

No solo el guion, no solo qué actrices iban a tener, es que controlaban hasta el horario en el que se iba a emitir. Y es curioso que después de tanto trabajo, de después de perseguirlo tanto, ni funcionó en el 95 con Juntas, pero no revueltas ni funcionó con la versión con Concha Velasco, Lola Herrera, Alicia Hermida y Carmen Maura.

Te pones alguno de esos capítulos de la de Las chicas de oro y te das cuenta de que no funciona desde el principio. Por mucho que tengas la fórmula, tiene que haber algo que llame la atención del espectador y que le haga sonreír desde el primer momento. Y eso lo te tenía totalmente pillado el equipo original, con un equipo de guionistas brillante.

Por más que las quisieron copiar, no lo consiguieron, pero ni aquí ni en otros países donde también intentaron hacer alguna versión.

¿Qué versión es mejor, Juntas, pero no revueltas o Las chicas de oro de 2010?

A Juntas, pero no revueltas le falta ritmo desde el primer momento. Y tampoco me funciona la de Concha Velasco, aunque le pongo ganas. Con las originales te pones un capítulo y es que tienen hasta medido cuándo hacen el primer chiste, y que si hay un chascarrillo te vas a reír.

A veces al capítulo le queda minuto y medio, todavía no se ha resuelto, y en un minuto lo consiguen, se dan un abrazo y van los créditos. Cada capítulo se tardaba en escribir unas tres semanas. Hacían dos pases por capítulo, y en el primero se tomaban notas para mejorar.

Estaba todo muy medido, y las actrices no se saltaban una coma, no añadían ni una sola palabra. Los guionistas eran sublimes, y en capítulos tan difíciles que hablaban del acoso, de la eutanasia o de la adicción a medicamentos sabían meter bromas y hacer chistes y que te rieras.

Imagen de la adaptación de 2010 de RTVE de 'Las chicas de oro'.

Imagen de la adaptación de 2010 de RTVE de 'Las chicas de oro'.

Ver el piloto de la serie ahora mismo es una experiencia. Sin risas enlatadas, y con ese mayordomo gay que desapareció.

En el último momento regrabaron el capítulo, y decidieron que Carles Levin no tenía que seguir, que era el personaje de Coco, ese mayordomo, que iba a acompañar a las chicas para que les ayudara a hacer las cosas de la casa, la comida y tal.

Decidieron quitarlo de en medio, y regrabar parte del capítulo, aunque hay partes en las que aparece. Parte de los fans pensaban que, a lo mejor, lo habían echado porque era homosexual. Pero realmente hubo dos culpables: el tiempo, porque los capítulos eran 23 minutos y si querían dar voz a todas las actrices, una persona sobraba.

Y la otra culpable fue Sophia, que iba a ser un personaje puntual, que vivía en una residencia, pero se dieron cuenta de que tenían que darle más peso. Ahí improvisaron que la residencia de ella se quemaba.

Uno de los grandes trabajos que realizas en el libro es extrapolar el contenido de la serie a momentos concretos de la sociedad española, para que se entienda bien el contexto, aunque sea una producción de Estados Unidos.

Fue una serie que también nos influyó tanto a nosotros, y tanto es así que todavía ahora mismo tú ves a unas señoras en un bingo o las ves tomándose una cerveza y dices: “Mira, las chicas de oro”. Betty White alucinaba que la serie se viese en más de 40 países y se preguntaba que cómo podía interesar a alguien de Sri Lanka la historia de cuatro señoras que viven en Florida, pues lo mismo pasó en España.

Y me apetecía mostrar cómo era nuestra sociedad y ponerla en contexto con lo que se estaba viviendo también. Somos sociedades muy diferentes, con muchas cosas en común y circunstancias que estábamos viviendo nosotros. Fueron divertidas, pero muy didácticas, nos hacían reír y reflexionar.

'Las chicas de oro'.

'Las chicas de oro'.

¿Cuál ha sido la mayor sorpresa que has descubierto durante la documentación?

Que en principio no iba a haber cocina, y reutilizaron otra de una serie que había pasado sin pena ni gloria. Era un escenario en las que ellas se sentían muy cómodas y se sentaban continuamente a hablar, a contarse sus cosas, a ensayar inclusive.

Y la vida de las actrices. Rue McClanahan, que tiene muchísimo en común con Blanche, porque fue una incansable buscadora del amor. Betty White, lo que supuso para la industria estadounidense, y tiene el premio Guinness de los récords a la carrera más longeva como actriz.

Bea Arthur, no solo por la trayectoria que tenía de los musicales, sino que también llegó a ser sargenta cuando era joven. Y Estelle Getty, a la que le llegó el éxito ya en la madurez, y que decidió irse a rodar a Los Ángeles. Vivía rodeada de amigos gais, muchos de ellos también murieron víctimas del sida.

¿Cuáles serían tus episodios favoritos?

El del VIH. Cuando Rose y Blanche se enfrentan, y Rose dice: “Es que yo la única juerga que me he corrido ha sido operarme de la vesícula”. Y Blanche le responde: “Que no te enteras, esta no es una enfermedad que te la dé Dios porque te castigue, porque seas buena o mala persona, que esto puede pasar a cualquier persona”.

También está el de la amiga lesbiana de Dorothy, cuando Dorothy le pregunta a Sophia: “¿Y si tuvieras un hijo gay qué harías?”. Y le dice: “Si tuviera un hijo gay, le daría todo el amor del mundo”. Y cuando Blanche se entera de que la amiga es lesbiana y le da lo mismo, pero se ofende porque se ha enamorado de Rose y no de ella.

El de la eutanasia también me encantó, que casi es el argumento de La habitación de al lado de Pedro Almodóvar, e incluso la mujer que quiere quitarse la vida, se llama Marta. En España no nos hablaron de eutanasia, y casi no se usaba la palabra, hasta que llegó Ramón a Sampedro, y luego Amenábar. Y el episodio de los sin techo.