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Manadas

La Manada, en los sanfermines de 2016.

La Manada, en los sanfermines de 2016.

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La diferencia entre un ser animal y un ser humano quiero recordar que era simple cuestión morfológica, además de otras razones de cultura general, claro está. De manera que, mientras el animal trae de serie el respetar su hábitat, defenderse de otras especies más peligrosas y no hablar con desconocidos; los de la especie humana nos limitamos a nacer y poco más. El secreto radica en que nos debemos a un aprendizaje continuo y ni siquiera parece que esta sea la mejor manera de conseguir evolucionar como especie.

No es que yo me arrepienta de ser humano, pero hay días que me molesta. Me incomoda y mucho el comprobar como una manada de elefantes guarda disciplina de comportamiento social mientras nosotros intentamos "humanizarlo" todo y lo único que conseguimos es sembrar ruina a nuestro alrededor.

Hay tantas manadas como vicios tenemos, de tal manera que en esta sociedad la acción grupal de unos cuantos se basta para destronar el buen hacer de quienes actuamos sin violencia y con total respeto hacia lo ajeno. Con estos mimbres, si por manadas de canallas y cobardes identificamos a esa turba que acosa, maltrata, viola y fustiga a las mujeres hasta el hastío, entonces sobresale la especie humana como un género de lo más aberrante. Para la ocasión nos caben otros tipos de manadas nutridas de miserables, pero vayamos por partes.

No crean que estos grupos de indeseables se diferencian tanto de las tribus caníbales que aún permanecen activas. La tribu de los Amahuacas o los temidos monjes Aghori, por ejemplo, dan fe de sus artes culinarias a base de comerse a sus víctimas previo ritual gastronómico. La diferencia entre las manadas de violadores y los caníbales está en la desigualdad cultural. En este orden de cosas, los depredadores sexuales gozan de un status judicial anclado en el desequilibrio de la balanza justiciera mientras que las tribus caníbales obedecen a su atávica jerarquía. Como podrán comprobar no existe tanta diferencia si valoramos la impunidad de unos frente a la tradición de los otros.

A lo largo de la historia han existido seres humanos capaces de llevar a cabo los actos más repugnantes con tal de satisfacer sus deseos, lo cual nos traslada a la actualidad cuando las piaras humanas atacan con los peores instintos animales estableciendo similares coordenadas de comportamiento a pesar de la evolución de la especie humana. Verán que siempre es más de lo mismo. Debe preocuparnos, por tanto, el interés que tienen algunos o algunas por encontrar atenuantes para estos indeseables actos, sin duda son aquellos que atemperan el mal ajeno para sacar rédito a su propio lucimiento y esto, créanme, puede conducirnos a una deriva de confusas y discordantes sentencias judiciales.

Por un lado las presiones mediáticas, por otro, la profusión de juicios paralelos, las voces pródigas afincadas en ese buenismo del malismo que tanto impera entre cierto vasallaje ideológico, y para rematar, la carencia deontológica de ciertos tribunos defensores de los canallas causantes, descolgándose casi siempre con la libre absolución de sus defendidos, hacen que esta sociedad sea una estúpida réplica de la sabana africana. En definitiva, quien la haga, que la pague y, si la actual ley carece de peso, criterio uniforme o valentía de ciertos magistrados, pues adecúese todo el sistema, pero hágase de inmediato. No es tan difícil cuando todas y todos los que amamantamos a tanto mamón y a tanta mamona nos vemos obligados a tragar con esa falacia de la nueva moral. A mí, por lo menos, me urge una justicia severa y aleccionadora para acabar con esta lacra social.

Desconozco la naturaleza de muchas cosas que nos rodean, pero mi sentido común me dicta que dejarlo todo al alcance de quienes tienen la responsabilidad de cambiar aquello que no funciona, ya sea por crasa inoperancia, por intolerancia con la seguridad ciudadana, el rechazo al bien general o por simple analfabetismo de regidores y demás afines, me conduce a los peores augurios del peor canibalismo entre humanos.