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De patas y castas

Fiestas en Pamplona

Fiestas en Pamplona Reuters

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Una peculiaridad de nuestra especie (Homo sapiens), probablemente por el desarrollo del lenguaje es la de clasificar las cosas que nos rodean. Moisés, dejo constancia de ello en el primer libro de la Biblia, el Génesis. Linneo, en el siglo XVIII nos dotó de un sistema de taxonomía, y a finales del XX Bob Dylan lo cantaba en su éxito el hombre puso nombre a los animales. En la irónica versión de la Mandrágora (Krahe, Sabina y Peréz), el estribillo “in the beginning” era sustituido por “con su bikini”.

Ya se sabe que, en Pamplona por San Fermín, uno puede ver de todo en sus calles. Hemingway los definió como la fiesta de la juventud, pero en realidad son la fiesta de la vida. Y como en la vida de momenticos, en donde todos, niños, jóvenes, adultos y mayores tienen su espacio, su lugar y su tiempo. Son también fiestas de contrastes, con su anverso y su reverso, su cara y cruz, yin y yang, fuerza y lado oscuro. Pero en donde podemos definir dos patrones de comportamiento, patas y castas.

Estos últimos, los “castas”, en términos de biodiversidad, son una especie en peligro de extinción. Cada vez más difíciles de observar entre tanta multitud. Hasta podríamos especular si el casta nace o se hace con el tiempo, la experiencia o madurez, en definitiva, el poso de lo vivido. 

El casta aporta y cuida la esencia de la fiesta, es el creador muchas veces de forma anónima, de los momenticos de está, algunos de los cuales han pasado a ser parte del programa oficial, como el chupinazo y el encierro. Y otros son parte del programa cooficial y que todo pamplonés conoce como el Struendo, las jotas en determinados momentos, los churros de la Mañueta, etc. Y el defenestrado Riau-Riau.

Los castas tienen su vis cómica, como el “Alcalde de las peñas”, que con peculiar vestimenta de medio frac, ejecutivos y bermudas baja a imponer el pañuelo al torero que da la vuelta al ruedo. También pueden ser personajes del comic que vienen a salvar y reconducir las fiestas en momentos difíciles y delicados como la aparición de Superman en el año 1979. Y los hay que, como el desaparecido “Guti”, nos ayudan prolongar las mismas en un post “Pobre de mi” intimista en la plaza del Concejo. 

Los patas por el contrario abundan, como las malas hierbas en el campo. Como éstas, los hay de muy diversos tipos unos son fruto de la ignorancia y el desconocimiento del sentido de la fiesta, pero nada que una buena vacuna y ganas de conocer la misma no puedan resolver. Muchos tras una primera inmersión aprendieron y profundizaron en las raíces de los Sanfermines y año tras año vuelven y son verdaderos estandartes de la misma. 

Otros lo sufren como una especie de acné juvenil que algunos deben pasar para crecer y convertirse en adultos. 

Los que no tienen remedio son los Gremlins pues salen de noche, no comen y se alteran con la ingesta de alcohol. Padecen lo que solemos llamar por estas tierras un mal beber. Desgraciadamente cada vez abundan más y son difíciles de regenerar pues han sido atraídos al lado oscuro de la fiesta, y se piensan que ésta es simplemente beber y beber y volver a beber. Algunos se juntan en “manadas” y campan a sus anchas pensando que puedan hacer lo que les da la gana, desgraciadamente ellos son los únicos que se divierten, y a los demás nos arruinan.

Dentro de los patas están los metepatas, son especialistas en meter la misma hasta el zancarrón. Dentro de estos tenemos también a un personaje del comic, nuestro particular Spiderman. Por otro lado a un Alcalde que abre peregrinos debates tirando con pólvora ajena, sobre la posibilidad de tener Sanfermines, sin corridas pero con toros. Se le olvida que los toros son de la Casa de la Misericordia y que los beneficios de las corridas cubren una labor social, además de la preservación de un biotopo concreto y una subespecie-variedad única que habría sido ya extinta. Por último, una Presidenta de la Comunidad Foral que lleva un pañuelo bandana rojo con motivos cachemira, en vez del tradicional rojo sin nada o con el escudo de Navarra, o con el de Pamplona (fue concejala de este municipio) o el San Fermín, pero parece que estos símbolos le dan urticaria. Y prefiere los de la vecina comunidad.

Los patas no saben de qué va la fiesta y lo peor no quieren que está mantenga su esencia y tradición, no confundir con tradicionalismo. Anulan la espontaneidad y procuran que los llamados momenticos no perduren, manipulándolos, politizándolos, o quitándoles su simbolismo.