Las obras de La Romareda, en 1956.

Las obras de La Romareda, en 1956. E.E Zaragoza

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El edificio de Zaragoza que fue la casa del fútbol aragonés: se reformó hasta tres veces y no tuvo asientos hasta 1994

La capital de Aragón despidió hace una semana todo un símbolo. La Romareda, el estadio que ha albergado generaciones de sueños, gritos y goles, se enfrenta ya a su remodelación total.

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Zaragoza despidió hace una semana todo un símbolo. La Romareda, el estadio que ha albergado generaciones de sueños, gritos y goles, se enfrenta ya a su remodelación total. Pero pese a que los muros antiguos sean sustituidos por otros más nuevos, todo lo que sucedió en su interior merece ser recordado. No solo como un campo de fútbol, sino como un reflejo del pulso de toda una ciudad.

La historia del Real Zaragoza comienza en 1932, fruto de la unión de dos equipos: el Zaragoza Club Deportivo y el Iberia Sport Club. Ambos jugaban en el campo de Torrero, inaugurado en 1923, "cuando el fútbol era apenas una excentricidad reservada a unos pocos señoritos".

Así lo explica a este diario el historiador Jesús Martínez, quien señala que, años después, con el auge del deporte y tras la Guerra Civil, quedó claro que el campo no daba más de sí. "El fútbol ya era un espectáculo de masas", confirma.

En 1951, el Real Zaragoza compró finalmente el campo de Torrero, pero en 1954, el presidente del club, Cesáreo Alierta, vendió los terrenos para sanear las finanzas del equipo. La venta vino con una cuenta atrás: el equipo podía seguir jugando allí solo cinco años más. "Era una apuesta arriesgada, ya que si no había un nuevo estadio no habría equipo", puntualiza.

Comenzó así una carrera contrarreloj en busca de un nuevo hogar. Y había que encontrarlo bien. Tenía que estar comunicado, con espacio para coches (porque la ciudad ya empezaba a cambiar), y sobre todo, con posibilidades de expansión.

Un alcalde, una visión y una decisión histórica

El impulso definitivo llegó desde el Ayuntamiento de Zaragoza, de la mano del alcalde Luis Gómez Laguna, quien lideró el proyecto de construcción de un estadio municipal. Se barajaron varias ubicaciones, como Las Fuentes o Vía Hispanidad, pero se descartaron por "razones urbanísticas y ambientales".

La Romareda, estado original.

La Romareda, estado original. E.E Zaragoza

"Finalmente, se eligió un gran solar junto a la salida hacia Valencia, en una zona que entonces apenas estaba urbanizada", cuenta Martínez.

En febrero de 1956 se decidió construir el nuevo estadio. "El arquitecto madrileño Francisco Riestra diseñó un campo para 30.000 espectadores, ampliable hasta 58.000, con una idea clave: excavar el terreno para reducir costes y facilitar futuras ampliaciones", detalla. Esta innovación fue obra del arquitecto zaragozano José Beltrán, quien además dirigió las obras.

A pesar de los obstáculos financieros, ya que "la Caja de Ahorros no quiso financiar el proyecto porque por aquel entonces el fútbol no se veía como un negocio rentable", la constructora Agroman decidió empezar las obras "adelantando el dinero". Y, así, nació La Romareda.

La Romareda.

La Romareda. E.E Zaragoza

La construcción de este campo se estimó en "16 millones de pesetas", lo que supone unos 97.000 euros actuales. "Aunque al final costó más, el precio de La Romareda fue de 132.000 euros actuales", señala Martínez.

El nombre que no fue y el que se quedó

Uno de los momentos más curiosos fue la elección del nombre. Una votación popular organizada por un medio deportivo eligió “Estadio de Miralbueno”, en referencia a la zona "antes denominada así.

Pero el alcalde Gómez Laguna lo rechazó, al igual que la propuesta de bautizar el estadio con su propio nombre. Eligió “La Romareda”, por la acequia que cruzaba ese terreno, rodeado de romeros. Llamó la atención: un estadio con nombre femenino, algo poco común en la época.

Interior de La Romareda.

Interior de La Romareda. E.E Zaragoza

La Romareda se construyó en apenas un año. El 20 de agosto de 1957 se entregó la obra, y el 8 de septiembre se jugó el primer partido oficial contra el Osasuna: 4-3 para el Real Zaragoza.

En 1977 se amplió la capacidad a 43.000 espectadores, y en 1982 se remodeló para ser sede del Mundial. La última gran reforma llegó en 1994, cuando se instalaron asientos, acabando con las gradas de pie, en una medida que "buscaba reducir la violencia en los estadios".

La Romareda no fue solo un estadio. Fue escenario de emociones colectivas, punto de encuentro y símbolo de una ciudad. Se levantó con 2.000 toneladas de cemento y más de 100 toneladas de hierro, "en una España donde los materiales escaseaban". Pero sobre todo, se construyó con ilusión.

Ahora, no es solo un edificio lo que se derriba. Es una parte del alma de Zaragoza y su club. Y como todo lo que ha marcado a un pueblo, La Romareda vivirá en la memoria de quienes la vivieron, la pisaron, la corearon.