Itxaso Cabrera, psicóloga sanitaria en Azajer.

Itxaso Cabrera, psicóloga sanitaria en Azajer. E.E Zaragoza

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Itxaso Cabrera, psicóloga: "La pantalla muchas veces no es el problema, sino el síntoma"

El 21% de los jóvenes zaragozanos reconoce que les resulta “muy complicado o imposible” dejar de utilizar internet de forma frecuente.

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El 21% de los jóvenes zaragozanos reconoce que les resulta “muy complicado o imposible” dejar de utilizar internet de forma frecuente. Es uno de los datos más preocupantes del último 'Estudio sobre el juego con apuesta y otras conductas adictivas en adolescentes y jóvenes de la ciudad de Zaragoza', elaborado por el Ayuntamiento de Zaragoza con la participación de 1.129 personas de entre 12 y 25 años.

Entre las conclusiones más destacadas, se revela que navegar por internet por diversión se ha convertido en la principal actividad de ocio para los jóvenes de la ciudad. Siete de cada diez lo hacen entre cinco y siete días a la semana, por delante del deporte (68%), salir con amigos (62%) y otros pasatiempos como leer, cantar o pintar.

El informe también detalla que el uso medio diario de internet entre semana es de 4,37 horas, cifra que se eleva hasta 5,82 los fines de semana. En el caso de los menores de entre 12 y 17 años, la media los fines de semana asciende a 6,17 horas. Respecto a las redes sociales, el 59,5% admite estar conectado por diversión más de dos horas diarias, y el 16% supera las seis horas al día.

La percepción del riesgo no acompaña a esta elevada exposición: la mayoría considera que usar internet o el móvil más de dos horas al día para jugar o ver redes sociales “no genera problemas o solo genera problemas menores”. Sin embargo, uno de cada cinco jóvenes ha sido víctima de acoso, amenazas o bullying en internet. Además, la edad media de inicio en juegos de apuestas online es alarmantemente baja: 13,4 años.

Acompañar a los jóvenes

Pero, lejos de alarmismos, desde la Asociación Aragonesa de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Azajer) apuestan por un enfoque educativo y comprensivo. Así lo explica Itxaso Cabrera, psicóloga sanitaria en la asociación, quien señala que “no se trata de criminalizar las pantallas. Tenemos que aprender a convivir con ellas y, sobre todo, acompañar a los jóvenes”.

La experta insiste en que la adolescencia es “una etapa de rebeldía, de construcción de identidad, donde las imposiciones sin diálogo pueden tener efectos contraproducentes”. Por ejemplo, si los padres les dicen que solo pueden usar pantallas los fines de semana, lo que se puede generar son consumos tipo atracón. "No es útil ni realista", asegura Cabrera.

Por ello, la psicóloga insiste en que lo que hay que hacer es "educar, explicar, generar conciencia”. En lugar de imponer prohibiciones tajantes, que podrían generar unas conductas negativas, defiende la creación de alternativas de ocio saludable y espacios de conversación en familia.

Una de las claves, según Cabrera, es evitar una visión rígida del problema. “No podemos equiparar a un joven que hace deporte, extraescolares y que está un rato en TikTok con otro que pasa 12 horas aislado frente a una pantalla sin acudir a clase. Cada caso debe analizarse individualmente y con perspectiva”, expone.

"No todo consumo es negativo"

Asimismo, reclama el desarrollo de políticas públicas basadas en evidencia científica, alejadas del sensacionalismo. “No todo consumo de pantallas es negativo. Las usamos para estudiar, para comunicarnos... El problema está en el mal uso, no en la tecnología en sí”, asegura.

Desde instituciones, como el Instituto Aragonés de la Juventud o AZAJER, se están promoviendo talleres preventivos y se trabaja con familias para fomentar un uso equilibrado. “La prevención reduce la necesidad de tratamiento. Si educamos desde el principio, podemos evitar muchas situaciones graves después”, subraya.

Y es que detrás del uso excesivo de pantallas puede haber problemas más profundos. “La pantalla muchas veces no es el problema, sino el síntoma. Estamos viendo jóvenes que usan internet para escapar de la tristeza, del aislamiento, de la incertidumbre sobre su futuro”, expone Cabrera.

Entre los riesgos del uso problemático prolongado, la experta cita la merma de funciones básicas como la memoria, la atención y la percepción, especialmente graves en menores en etapa de desarrollo. También advierte de que esta dinámica puede desembocar en trastornos emocionales e incluso, en casos extremos, "en depresión o riesgo suicida".

En este sentido, se insiste en la necesidad de reforzar el acompañamiento familiar. “Hay padres ocupados, pero no en pasar tiempo con sus hijos. No basta con limitar o prohibir: hay que comprender, escuchar, estar presentes”, asegura.