
Enrique y Alberto, padre e hijo que comparten profesión. Zaragoza
Enrique y Alberto, padre e hijo taxistas: "Los dos aprendemos el uno del otro, aunque yo a veces no le haga caso"
Ambos trabajan al volante en un gremio que ha sido más que un simple oficio, ya que comparten experiencias que les une "cada día más".
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Las cosas ya no son como antes. Hace años, por ejemplo, era tradicional que las profesiones pasaran de padre a hijo de manera casi natural, pero con el paso de los años los oficios de toda la vida y el relevo generacional es algo que parece haberse quedado olvidado en un cajón. Como todo hay excepciones, e incluso hay hijos que, después de haber tomado un camino distinto, vuelven a los orgígenes donde se críaron.
Ejemplo de ello son Alberto y Enrique, padre e hijo que comparten el mundo del taxi. Un gremio que ha sido más que un simple trabajo: ha sido una forma de vivir y compartir experiencias que les une "cada día más".
Alberto comenzó en el mundo del taxi hace 22 años, después de una larga carrera como comercial en una empresa. Su vida profesional cada vez se volvía más exigente, con largas jornadas que alcanzaban "las 14, 15 e incluso 16 horas", cuenta su hijo a este diario.
El cambio de vida de Alberto
Fue en ese momento cuando decidió dar un giro radical y hacerse taxista. "Quería liberarse un poco de la carga de responsabilidad y, sobre todo, de esos horarios tan duros", recuerda Enrique. Así, tras dejar su antiguo trabajo, comenzó a recorrer las calles de Zaragoza con su taxi.
Enrique, su hijo, creció conociendo a su padre como taxista. "Desde que tenía nueve años, veía cómo mi padre salía a trabajar todos los días y cómo se comportaba con sus clientes. Es un trabajo que siempre me había llamado la atención, y aunque estudié una carrera e hice un máster, al final, la situación me empujó a seguir sus pasos", rememora. Aunque su historia para llegar al taxi fue diferente, lo cierto es que al final encontró su camino en el mismo volante que su padre.
Al principio, Enrique se acercó al taxi de manera temporal, sustituyendo a Alberto durante una baja médica que sufrió su padre. "Cuando mi padre estuvo unos meses fuera por una enfermedad, decidí coger su licencia y probar el trabajo. Después de unos meses, en noviembre de 2021, ya estaba moviendo todo para convertirme en taxista", explica.
Así fue como, en abril de 2022, comenzó oficialmente su carrera como taxista, en un mundo que había conocido desde pequeño pero que nunca había imaginado vivir de forma directa.
Avances tecnológicos
El contraste entre la experiencia de Enrique y la de Alberto es evidente, especialmente en los avances tecnológicos. "Yo empecé con un coche manual, el embrague era una pesadilla, sobre todo cuando trabajas muchas horas al día. Ahora, con los coches automáticos y toda la digitalización que ha llegado al sector, hay una gran diferencia", señala el joven. Las aplicaciones digitales han cambiado por completo la manera de trabajar, lo que hace que la experiencia de ser taxista hoy sea muy distinta a la que vivió Alberto en sus primeros años.
Sin embargo, pese a las diferencias tecnológicas, lo que no cambia es la esencia del trabajo: la relación con los clientes y el esfuerzo constante. "Es un trabajo de constancia. Mi padre siempre me ha dicho que hay que tomárselo como un trabajo normal, hacer las horas que te corresponden y no tratar de hacer todo en un solo día", explica Enrique.
De hecho, la relación entre padre e hijo ha mejorado al compartir esta profesión. "Cenamos y comemos juntos y muchas veces hablamos de cómo nos ha ido el día. Él me da consejos, y yo, aunque no siempre los sigo, intento aprender de su experiencia", confiesa.
Primera carrera
La primera vez que Enrique cogió el taxi de su padre, no fue precisamente una experiencia sencilla. "Recuerdo que la primera carrera la hice con un hombre que tenía que operarse la rodilla y lo llevé a un hospital alejado de la ciudad. Yo, sin mucha idea, puse la dirección en el GPS y me llevó por la autovía, que se supone que era el recorrido más rápido lo que hizo que el taxímetro subiera a toda velocidad", cuenta entre risas.
Confuso y preocupado, llamó a su padre para preguntarle si algo no iba bien. Enrique, con su experiencia, le explicó que el precio del viaje dependía más de la distancia que del tiempo. "A veces el camino más corto no es el más barato", dice entre risas. Esa fue la lección que "nunca olvidó" y que ahora siempre recuerda a sus clientes cuando le piden llegar a su destino lo antes posible.
Enrique, por su parte, también aprende cosas de su hijo. "Cuando cogí su coche por primera vez tenía todo super atrasado, así que le ayudé con todo el tema de las aplicaciones y sistemas digitales", cuenta el joven. El aprendizaje mutuo es clave en su relación.
El psicólogo del asfalto
Ambos coinciden en que el trabajo en el taxi va más allá de conducir. "Muchos clientes, especialmente los mayores, necesitan un poco de compañía. A veces, más que un taxista, eres un psicólogo del asfalto", dice el hijo, destacando una de las facetas menos conocidas de la profesión.
El desafío del sector también está presente en sus conversaciones. Los avances tecnológicos, como las VTC (vehículos de transporte con conductor), han cambiado el panorama del taxi en Zaragoza y otras ciudades. Alberto y Enrique coinciden en que las VTC, aunque ofrecen competencia, no están al mismo nivel de preparación que un taxista, quien pasa por un proceso de formación y tiene una regulación estricta.
"Las VTC ofrecen un precio variable, que puede subir o bajar según el algoritmo. Nosotros, en cambio, tenemos precios regulados, basados en un estudio económico y aprobados por el Ayuntamiento", explica el hijo, destacando la diferencia entre los dos modelos de transporte.
Para Enrique y Alberto, el futuro del taxi es incierto, pero siguen adelante con la misma pasión y dedicación. "Nos enfrentamos a un mundo donde las grandes corporaciones están comprando todo, pero nosotros seguimos luchando por nuestra independencia. Sobre todo yo que soy el que, al final, voy a seguir más años con esto", afirma Alberto.