No han sido pocos los sapos que se ha tenido que comer el futuro presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, en estas semanas tras su rápido pacto con Vox para que pueda ser investido presidente esta misma semana. Pero al final se ha demostrado el más eficaz de los barones populares sin necesidad de agradar a la izquierda mediática, que le pagaría como pagó en su momento a Ruiz Gallardón.

El pasado 13 de junio Mazón acordaba con Vox que entraría en el futuro Consell de un modo proporcional a la representatividad alcanzada por el partido de Abascal en los comicios del 28M. Y encima, librándose del desgaste político de tener una condenado por violencia de género, como el candidato de Vox en la Comunidad Valenciana, Carlos Flores.

Se acusó a Mazón de haberse apresurado por unas ansias irrefrenables de poder. De contradecir la doctrina de Alberto Núñez Feijóo sobre los pactos con Vox. De ceder ante la extrema derecha negacionista del cambio climático o la violencia machista. Incluso, de carecer de una ideología moderada o liberal (lo que siempre ha demostrado el alicantino en su larga trayectoria política)...  

Pero lo cierto es que la Comunidad Valenciana tendrá esta semana un nuevo gobierno sólido, que debe afrontar los múltiples problemas que ocho años del pacto socialista-nacionalista-comunista han dejado a los ciudadanos de la región: la infrafinanciación autonómica, una deuda desorbitada, una sanidad mal planificada que hace aguas por todas sus aristas, los inicios de la inmersión lingüística absurda e injusta...

Frente a esto, la palabra y capacidad de gestión de su propia investidura de la -en principio- dignísima María Guardiola en Extremadura ha quedado absolutamente en entredicho. Lo mismo que el órdago de Fernando López-Miras en Murcia. Mazón sabe, aunque sea por sentido común, que tú no puedes pedir algo a cambio de nada y que la política significa negociación y cesión. Entonces, ¿para que marear con postureos inútiles?

Pero es que en la negociación posterior el PSPV-PSOE de Ximo Puig trató de dejar a sus socios naturales fuera de la Mesa de las Cortes Valencianas y Mazón volvió a demostrarles cómo funcionan las cosas. Ante la intransigencia de los designados por Puig para negociar, pactó con Compromís y dejó a los socialistas sin dos importantísimos (económicamente hablando para el partido) puestos en la Mesa.

Por eso Ximo Puig, que parece sólo interesado en situar a una independiente como Gabriela Bravo, y a su delfín, Arcadi España, en los primeros puestos de la renovación del partido, volvió a fracasar ante Mazón. Algo que le ha valido el enfado de muchos de sus compañeros del PSPV-PSOE que echan en falta la experiencia de personajes como Manolo Mata frente al ximismo.