Nieves, propietaria de la churrería Santa Faz
Nieves, dueña de un bar del centro de Alicante: "El turista pide churros desde las 10 y hasta las 15 horas"
La propietaria de la 'Churrería Santa Faz' explica cómo ha cambiado su clientela desde que su padre abrió el negocio hace más de 25 años.
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En la churrería Santa Faz de la Calle Mayor de Alicante los churros no entienden de horarios. "Venderíamos churros a las 3 de la tarde, a las 2 de la tarde, a la 1 de la tarde, a todas horas", asegura Nieves Sánchez, propietaria del local, quien explica que los turistas extranjeros se los reclaman incluso cuando la caldera ya está apagada.
El negocio, que abrió su padre hace 26 años, ha sido testigo directo de cómo la ciudad ha cambiado su ritmo con la llegada masiva de visitantes.
Lo que antes eran desayunos solo para trabajadores de oficinas cercanas al Ayuntamiento y los bancos del centro, ahora se ha convertido en un flujo constante de turistas durante todo el año.
La desestacionalización del turismo, de la que se habla desde hace tiempo en la ciudad, se deja sentir también en la hostelería.
Sánchez apunta que, en su caso, han llegado a trabajar más en los meses de invierno que en pleno verano: "Yo te diría que nosotros personalmente hemos trabajado en meses de enero, febrero, marzo, mucho más que ahora en julio y agosto".
El turista, clave
La evolución del sector turístico ha transformado el consumo en bares y restaurantes de Alicante. "El turista viene con más ganas de gozar, con más ganas de disfrutar de la calle, salen a comer, a merendar", explica la hostelera.
Frente a ellos, el visitante nacional suele optar por alquileres largos y un gasto más contenido. "El turista más español tiene menos dinero, por así decir, para en las vacaciones... los sueldos están más justos", señala.
El contraste también se refleja en el ticket medio. Un turista internacional puede dejar entre 10 y 12 euros en la churrería, mientras que el nacional gasta "entre 5 o 6 €, justamente la mitad".
Aunque los clientes locales gastan menos, su consumo es más constante porque acuden a diario.
Cuando abrió sus puertas, la churrería se nutría del trasiego de alicantinos que trabajaban en la zona. Sin embargo, la llegada de visitantes internacionales ha cambiado esa dinámica.
Hoy los desayunos de tortilla, tostadas con jamón o huevos con bacon son los grandes protagonistas. "Vendemos muchísimas más tostadas de jamón con tomate que churros, la verdad", admite Sánchez.
Ese interés por lo local se convierte en un reclamo en sí mismo. "Les gusta la tortilla, les encanta el jamón, les encanta", asegura. Tanto es así que la propia dueña se encarga de cortar a cuchillo cada loncha que sirve.
Tradición y esfuerzo artesanal
Pese a la evolución del negocio, la churrería mantiene la esencia artesanal en la elaboración de sus productos.
"Hacemos la masa de los churros y de las porras a diario", explica.
Todo lo que sobra se desecha porque son harinas que fermentan, un proceso que todavía conserva gran parte de su carácter manual.
Ese esfuerzo físico ha tenido consecuencias para la propia Nieves: "Yo he tenido una rotura del tendón del supra precisamente por las masas".
La introducción de maquinaria ha aliviado parte de esa carga, aunque el sello tradicional del local sigue intacto.
Idiomas y nacionalidades
La clientela extranjera es cada vez más variada. Ingleses, franceses e italianos son habituales en la terraza de la churrería, sobre todo en verano con la llegada de los cruceros.
La barrera idiomática, sin embargo, no es un obstáculo insalvable. "Nosotros intentamos que no se vayan sin desayunar. La mayoría se sabe defender para que la gente pueda desayunar tranquilamente", comenta.
Para Sánchez, el turismo ha transformado su negocio, pero también le ha dado estabilidad a lo largo del año.
El visitante internacional, más dispuesto al gasto, se ha convertido en el motor económico de un bar que, como muchos en el centro de Alicante, ha aprendido a adaptarse al nuevo ritmo de la ciudad.