Anja Brinkman, en su casa.

Anja Brinkman, en su casa. Laurine Maurice

Cultura

Anja, arquitecta, reformó su hogar sola desde cero: "Una casa es una herramienta para el autoconocimiento"

Los próximos 13 y 14 de diciembre, la artista abrirá las puertas de su taller al público para conocer de cerca su proceso, su obra y su manera única de transformar madera y espacios en arte habitable.

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Alicante
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Anja Brinkman, arquitecta y ebanista, vive y trabaja con una misma brújula, la de la coherencia, sencillez y escucha. Su casa de Floridas Bajas no es solo un hogar, es el mapa visible de esa forma de estar en el mundo.

"Vine un poco a la aventura, en autostop desde Londres, con una mochila y poco dinero", cuenta, como quien recuerda una escena de película que todavía le hace sonreír.

Llegó con la idea de pasar unas navidades y explorar España en busca de oportunidades como artista, pero Alicante la atrapó sin hacer ruido y rápidamente se enamoró del mar, de la montaña cercana y del ritmo más lento, aunque rápidamente se tuvo que poner las pilas con el español ya que "descubrí que con el inglés no era suficiente".

"Alguien me ofreció un espacio lleno de madera vieja y pensé que aquí podría empezar", explica.

A partir de ahí llegaron las primeras lámparas, la furgoneta de segunda mano, los viajes a Madrid para enseñarle su trabajo a interioristas, las piezas expuestas en Madrid, Ibiza, Holanda y hasta las lámparas para un hotel en Mallorca, montadas entre ramas, tormentas eléctricas y noches de estreno en habitaciones vacías.

De la arquitectura a lo manual

Anja, originaria de alemania, estudió arquitectura en Inglaterra, trabajó unos meses en un estudio y se dio cuenta de que le faltaba algo esencial: "Me faltaba la parte manual y una creatividad más libre".

Empezó entonces a formarse en albañilería, carpintería con madera verde y oficios "de nicho", más especializados, de esos que casi siempre empiezan en talleres pequeños y manos curiosas.

"Siempre me había gustado hacer cosas con las manos", afirma. Hoy, esa necesidad se traduce en muebles, lámparas y espacios donde el diseño no se queda en la pantalla: se lija, se serra, se monta y se corrige sobre la marcha.

Sus piezas son útiles, pero también esculturales; su trabajo está siempre en ese punto de cruce entre arte e ingeniería, entre lo que sostiene y lo que emociona.

Casas que empiezan por dentro

Para Anja, una casa no se diseña desde el catálogo ni desde las modas, sino desde una pregunta incómoda: "¿Cómo quiero vivir en mi casa?".

No se trata de poner sofá, mesa y lámpara porque "toca", sino de pensar primero en las actividades que realmente sostienen la vida diaria como leer, cocinar, hacer yoga, invitar gente o buscar silencio.

"Una casa tiene que admitir que se vea que se vive en ella, sin que parezca superficial", defiende. Le incomoda el minimalismo perfecto de revista, ese en el que nunca aparece un calcetín tirado ni un libro a medio leer.

Le interesa más una estética que integre lo mundano, lo cotidiano, sin maquillarlo, pero cuidando luz, materiales, texturas y sonido para que el espacio acompañe, en lugar de imponer.

Tradición, modernidad y lo que dura

En un momento en el que las redes se llenan de vídeos que oponen "rechazar la modernidad" y "abrazar la tradición", Anja se sitúa en un lugar intermedio y mucho más complejo.

Le gustan las casas japonesas sencillas, casi vacías, con madera, papel, tatami y grandes aperturas hacia la naturaleza. Le inspiran también las casas de pescadores en el norte de Brasil, autoconstruidas y honestas, lejos del decorado perfecto.

Lo que no le interesa es el "parecer viejo" sin serlo, ni el mueble barato de usar y tirar. "Me gusta crear muebles que puedan durar generaciones", dice.

Trabaja con ramas pulidas por el agua, maderas rescatadas, materiales de segunda mano cuando es posible, y combina estructura moderna con elementos antiguos que aportan carácter. Frente a la lógica del mueble rápido de algunas marcas, ella ofrece tiempo condensado en cada pieza que puedan garantizar durabilidad, personalización y sostenibilidad.

Pequeñas revoluciones

Su casa-taller, que no parece estar en plena ciudad cuando cruzas la puerta, está pensada para que los sentidos se calmen: techos altos forrados de bambú para absorber el eco, luces cálidas, texturas naturales, presencia de ramas y raíces que se convierten en escultura.

"Las casas incluyen todos los sentidos: vista, tacto, olores y sonido", recuerda. Por eso huye de las superficies duras y lisas que rebotan el ruido y prefiere materiales que abracen el silencio.

En sus jornadas de puertas abiertas, convierte su casa en un pequeño museo habitable. Durante un fin de semana, cualquiera puede ver el espacio, conocer su trabajo y escucharla hablar de iluminación, color y maneras sencillas de mejorar el ambiente sin grandes obras como cambiar bombillas, mover muebles, jugar con telas, reorganizar objetos.

"Hay cosas que uno puede hacer ya por sí mismo", insiste, casi como una invitación a recuperar el juego creativo perdido en la adultez.

Los próximos 13 y 14 de diciembre, abrirá las puertas de su taller al público, ofreciendo una oportunidad excepcional para conocer de cerca su proceso, su obra y su manera única de transformar madera y espacios en arte habitable.

Participar en la propia vida

Más que decorar, Anja propone implicarse en el propio espacio. "Me gusta que la gente participe en el proceso, que se mire un poco por dentro", explica.

Antes de hablar de estilos, pide que sus clientes se pregunten si quieren invitar más, estar más solos, trabajar desde casa, hacer manualidades o simplemente descansar. La casa, entonces, se convierte en una herramienta de autoconocimiento tanto como en un refugio.

Las suyas son intervenciones que a menudo empiezan con encargos concretos como la escuela de yoga Prana, la librería 80 Mundos con un punto juguetón, un restaurante lleno de color sin caer en el cliché, y terminan generando atmósferas en las que el tiempo se siente distinto.

No repite fórmulas: "Me gustan los retos diferentes, no repetir lo mismo", dice. Así, convierte cada proyecto en una conversación larga entre el lugar, las personas y los materiales disponibles.