Jon Sistiaga, en una imagen de archivo.

Jon Sistiaga, en una imagen de archivo. Gover

Cultura NOVELA

Jon Sistiaga vuelve a Elche para presentar 'Purgatorio': "Trabajar la ficción es una liberación"

"A Putin le interesa que la guerra vaya perdiendo importancia", dice el periodista días antes de participar en un encuentro. 

4 junio, 2022 02:14
Elche

Noticias relacionadas

Jon Sistiaga (Irún, 1967) vuelve a Elche para presentar su primera novela: 'Purgatorio', donde enfrenta a los dos mundos de ETA. El periodista y reportero de investigación estará el próximo viernes 10 de junio en el encuentro 'Noches gastronómicas-literarias' en el restaurante La taula del hotel Port Jardín Milenio de la localidad ilicitana. Organizado por la librería Ali i Truc y patrocinado por, entre otros, Panana Jack, a los que considera "amigos" de anteriores visitas, hablamos con él de su último trabajo y de otras cuestiones.  

¿Se ha sentido cómodo con su primera novela o como periodista se mueve mejor en el género de realidad?

Como periodista, trabajar la ficción es una liberación porque en la ficción no hay regla, puedes decir lo que quieras a través de tus personajes, con lo cual te liberas de esa esclavitud de fidelizar a la verdad, los hechos, la comprobación de los datos, o la seguridad de las fuentes…

Sí que puede ser que, por el tema que he elegido, me ha resultado fácil escribirlo porque lo he vivido de cerca y con la ficción me ha sido más fácil expresarlo porque no he tenido que inventarme demasiadas cosas.

En Purgatorio habla de las dos realidades del mundo de ETA, por un lado la de los terroristas arrepentidos y de orgullosos de serlo y por otro la de la guerra sucia del estado. Imagino que no habrá gustado ni al mundo aberzale ni a una parte de la sociedad española que sigue sin querer oír hablar de torturas o abusos de poder.

No he tenido reacciones porque creo que es ficción, por lo tanto, no estoy hablando de nadie. Tampoco las he tenido porque el que habla, lo cuenta y escribe es un periodista más o menos respetado al que todo el mundo concede que sabe de lo que habla. Y no se dice en la novela algo que no haya pasado o que no sea así.

Desde el mundo más afín a la violencia del radicalismo nacionalista, sí que me ha llegado gente que dice ‘por fin se dicen las cosas como son'. Y, desde el otro lado, si reconozco que la violencia policial, la guerra sucia más o menos dirigida por elementos incontrolados, ha sido un tema tabú. 

Si el purgatorio es el debate entre el bien y el mal, ¿cómo adaptar esa realidad al País Vasco donde sigue latente esa división psicológica, esa distorsión de la realidad que también se dio en el resto de España, como refleja en su libro. Y, sobre todo, ¿cómo digerir esa división para evitar su reaparición más extrema?

El Purgatorio intentar ir un poco más adelante. Quería que el que lo lea se identifique con los personajes, y esto está pasando por lo que me cuentan los lectores. Unos me han dicho que se han sentido incómodos porque empatizaban y les llegaba a caer bien un personaje que, desde el principio, saben que ha cometido un crimen atroz.

Esa ambigüedad era la que pretendía que sucediera, pero no para abrir un debate sobre el bien y el mal, porque ese debate que lleva toda la vida en la humanidad está bastante zanjado desde hace tiempo. Lo que pasa es que hay determinadas personas, que porque están convencidos o manipulados ejercen el mal para un bien superior. Es decir, en un retorcimiento ético, llegan a considerar que su violencia es buena, virtuosa o bondadosa, siendo conscientes de que genera dolor y tragedia. 

De todo este dolor quedan, o debería de quedar, las víctimas como Toñi Santiago, la madre de Silvia, la última niña asesinada por ETA con un coche bomba en agosto de 2002 en Santa Pola y cuya autoría intelectual se está investigando ¿Cómo deberíamos de tratar a las víctimas? 

Cada víctima es dueña de su dolor, de su tragedia y de su duelo. Lo peor de todo es que ninguna víctima eligió ser víctima. Quizás podríamos decir que el primer mandamiento de una víctima es dejar de serlo, pero ¿cuándo se pasa a esa condición? Hay víctimas instaladas en el odio y la venganza, otras en la pasividad, también las que están en el olvido y otras en la reconciliación… Y todas son válidas. 

Otra cosa es lo que mencionas de buscar la autoría intelectual. Yo creo que esto es algo en lo que seguramente podrían coincidir todas las víctimas y de esto va un poco Purgatorio, al fin y al cabo: ¿Quién estaba detrás?, ¿Quién organizaba los atentados?, ¿Quiénes eran los profetas del horror que se movían en las sombras convenciendo a los jóvenes de cometer atrocidades?

Como diría esta madre, uno lleva la bomba sabiendo que la va a poner con unas órdenes concretas, pero ¿quién les dio esas órdenes¿ ¿Quién fue o fueron esas personas que fríamente deciden que van a mandar a dos jóvenes con un coche bomba para colocarlo en tal sitio? 

En el libro también habla de esa parte de la población vasca que se puso de perfil ante la violencia etarra. ¿Ponerse de perfil hay muchos casos, también fue como se puso el gobierno español ante el asesinato de José Couso? 

No hay ningún paralelismo, pero si me preguntas por el caso Couso, hablarías de los diferentes gobiernos españoles que ha habido: Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez. Por mucho que hablaran desde la oposición, han hecho lo mismo en el gobierno. El primero se puso absolutamente de perfil, el segundo plegarse ante una decisión de no azuzar y el tercero y el cuarto simplemente dejar morir la causa en los tribunales. Poco han hecho todos por esclarecer la verdad de una muerte que se podría haber evitado. 

Habiendo cubierto tantos conflictos desde dentro, ¿cómo ve el de Ucrania desde fuera? 

La guerra se va a estabilizar, va para largo y va a ir perdiendo importancia. Eso juega a favor de Putin que sabe perfectamente que esto va a ser así. Como en dos meses apenas haya habido avances en el Dombás y vengan cuatro imágenes cada dos días de un par de ataques, se pondrá eso en el telediario y punto. Y en ese momento se empezará a desquebrajar la unidad occidental, a ver quién quiere quedarse sin calefacción o seguir manteniendo los precios del gasóleo alto por un conflicto que nos empieza a parecer lejano. 

Todos aquellos periodistas que están allí, que en su mayoría son freelances alquilando un chaleco antibalas o comprando un casco de segunda mano y cobrar 50 euros por foto o 100 por una crónica, pues pasado los tres primeros meses van a ver que no les sale rentable.