El cariz transgresor y desinhibido de muchos de los temas que se presentan al Benidorm Fest hace que la antesala de Eurovisión acostumbre a estar envuelta en la polémica. Zorra, la propuesta ganadora en la gala de este sábado que representará a España en el festival europeo de la canción, no ha sido una excepción.

El triunfo del dúo synthpop Nebulossa va más allá de la frivolidad que se le podría presuponer a este tipo de acontecimientos. En una línea similar al ¡Ay, mamá! de Rigoberta Bandini, finalista del último Benidorm Fest, Zorra ha adquirido ya la condición de himno feminista con un mensaje que trasciende la mera excentricidad de su puesta en escena.

Es indudable el atrevimiento (que a algunos podrá parecerles de mal gusto) de una letra que proclama "Si salgo sola, soy la zorra. Si me divierto, la más zorra. Si alargo y se me hace de día, soy más zorra todavía".

Pero sólo los espíritus más mojigatos podrían ofenderse por lo que no es más que una celebración de la libertad personal. La vocalista del dúo, María Blas, ha explicado que la canción se dirige a todo aquel que "se sienta apartado, para todo aquel que no se siente libre de ser uno o una misma".

La gran acogida entre el público, y los coros de "¡zorra!" (en un sentido evidentemente satírico) que se escucharon en el Palau D'Esport L'Illa de Benidorm, ofrece un buen termómetro de cómo ha cambiado para bien la sociedad española.

Hace sólo cuarenta años, el uso de este término en la conversación pública y la creación artística suscitaba un auténtico escándalo público y estaba prácticamente proscrito. La banda femenina Vulpes, que en 1983 anticipó a Nebulossa con su single Me gusta ser una zorra, tuvo que enfrentar una campaña de censura mediática que se saldó con la dimisión del presentador del programa de TVE en el que fue emitida, Carlos Tena. Para más señas, el presidente de la corporación pública era en aquel entonces el padre de Nadia Calviño, lo que da cuenta de la magnitud del cambio sociológico en sólo una generación.

Por eso, resultaría paradójico que hoy una letra de este tipo volviera a encontrar repudio por parte de los rescoldos de un moralismo que aún sobrevive en determinadas instituciones.

Es a lo que algunos han apuntado al especular con la posibilidad de que Zorra quedase fuera de Eurovisión 2024. Algo que cabría colegir de los estatutos de la Unión Europea de Radiodifusión, que prohíbe el uso de "insultos ni ningún lenguaje de carácter inaceptable".

Resulta evidente que la apropiación simbólica del término "zorra" responde a un ejercicio de reivindicación igualitaria, según reza la letra: "Y esa zorra que tanto temías se fue empoderando / Y ahora es una zorra de postal / A la que ya no le va mal / A la que todo le da igual". Para que no queden dudas, los autores han aclarado que se trata de "transformar esa palabra en algo bonito".

La directora de Comunicación de RTVE ha negado en cualquier caso que la candidatura española vaya a tener problemas en Eurovisión. Y la organización del festival ha confirmado a Telecinco que, pese a que existen precedentes de canciones a las que obligaron a modificar sus letras, este no será el caso.

Sería absurdo que alguien llegara a plantearse la opción de vetar el tema. Porque demostraría justamente que no ha entendido la intención de su letra: resignificar un término que se ha venido empleando como insulto contra la mujer. Uno en el que se verifica mejor que en ningún otro la disparidad de género, pues en su declinación masculina la palabra no sólo no tiene una carga semántica peyorativa, sino que está connotada positivamente como sinónimo de "astuto" o "ladino".

Fenómenos como el de Zorra contribuyen a poner de manifiesto que la conquista de la igualdad pasa también por la revisión de nuestro lenguaje cotidiano.