La semana se inició con la dimisión de Adriana Lastra como vicesecretaria general del PSOE y acaba con una reestructuración del organigrama del partido que entremezcla a este con el Gobierno hasta hacerlos prácticamente indistinguibles. No sería por tanto de extrañar que estos cambios aceleraran la crisis de Gobierno que el presidente pretendía afrontar en algún momento de las siguientes semanas. 

La evidente falta de banquillo en el PSOE, provocada por la defenestración de la última de los ocho sherpas que llevaron a Pedro Sánchez hasta la Moncloa, ha obligado al presidente a rectificar las decisiones adoptadas tras el congreso federal de Valencia.

El objetivo de esos cambios es la de amplificar los mensajes del Gobierno para hacer que estos lleguen de una forma más clara y más directa hasta los ciudadanos. Es probable que la percepción del presidente sea la de que la caída del PSOE en los sondeos se debe a fallos de comunicación. Pero es una percepción errónea. 

Y lo será doblemente si el remedio a un problema imaginario (ningún otro partido español cuenta con tantas terminales mediáticas como el PSOE) resulta ser la caída en desgracia de una hornada de jóvenes políticos, algunos de los cuales han ejecutado su trabajo con un alto grado de eficacia a pesar del poco margen de tiempo que les ha sido concedido, y su sustitución por veteranos del partido cuya capacidad para movilizar al electorado es francamente dudosa. 

La miniejecutiva de Sánchez

Las ministras María Jesús Montero y Pilar Alegría asumirán los cargos de vicesecretaria y portavoz del PSOE, que compaginarán con su labor al frente de los Ministerios de Hacienda y Educación. Sánchez tendrá ahora cuatro portavoces: Patxi López en el Congreso de los Diputados, Pilar Alegría en el PSOE, Isabel Rodríguez en el Gobierno y María Jesús Montero en el Ejecutivo y el partido. 

Como en un juego de las sillas inverso, Pedro Sánchez ha decidido que algunos jugadores ocupen dos puestos a la vez, probablemente con el objetivo de reducir el núcleo duro del partido a un grupo muy compacto de fieles de cara al ciclo electoral que se iniciará con las municipales y las autonómicas del 28 de mayo de 2023. 

Prueba de ello es la creación de una pequeña miniejecutiva del partido formada por María Jesús Montero, Pilar Alegría, Félix Bolaños, Isabel Rodríguez, Miquel Iceta, Eva Granados, Santos Cerdán, Patxi López y Óscar López. 

Figuras de peso

A los cambios en el partido no es ajeno el sondeo del CIS publicado esta semana y que confirma el sorpaso del PP al PSOE (en dos puntos) por primera vez en años.

Tampoco es ajena a esos cambios la evidente falta de sintonía de Ferraz con Moncloa, causada en parte por la sorda guerra civil de los últimos meses entre Lastra y Cerdán, así como la falta de figuras de peso en el partido y en el Gobierno, más allá de la del propio Pedro Sánchez. Una circunstancia a la que nadie ha contribuido más que el propio Sánchez, y que ahora se revela como un problema de difícil solución ya que la caída del presidente en 2023 comportaría una larga travesía del desierto para el PSOE. 

El baile de cargos en el partido será ratificado este fin de semana en el Comité Federal. Salvo sorpresa, no parece que esos cambios vayan a suponer un cambio sustancial en el partido y en su comunicación capaz de darle un vuelco a las encuestas. Tampoco van a solucionar el problema más evidente del PSOE, su carencia de figuras con un peso similar al del presidente y que demuestren que el partido es algo más que Sánchez. 

Que demuestren que el PSOE, en fin, es algo más que el vehículo del sanchismo. Una sospecha confirmada por el hecho de que estos cambios han sido decididos y filtrados antes incluso de que el partido los apruebe este próximo fin de semana.