No es difícil encontrar paralelismos entre la invasión feroz y, por el momento, frustrada de Ucrania por parte de Rusia y las campañas militares de la Unión Soviética en Finlandia durante la Segunda Guerra Mundial. Ambas se parecen en la desproporción de los ejércitos enfrentados, en los errores de cálculo del Kremlin, únicamente explicables por la soberbia y la corrupción, y en las hazañas de dos resistencias impetuosas.

Todavía no ha escrito la historia el destino que aguarda a la valiente Ucrania, pero sí el precio que tuvo que pagar Helsinki por espantar las amenazas de Moscú. Renunció a buena parte de la rica región de Carelia, que entonces representaba el 30% de su PIB y que ahora pertenece al óblast de Leningrado, y prometió una mal llamada neutralidad que se desbarató parcialmente con la caída del bloque soviético, y definitivamente en 2022.

Helsinki fue en otro tiempo el punto de encuentro de dos bloques irreconciliables, Occidente y la Unión Soviética, capital de los acuerdos que cimentaron el final de la Guerra Fría y de la creación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Finlandia fue, durante décadas, el país europeo más cercano a Rusia. Un Estado libre y democrático, espiritualmente occidental y plenamente integrado en la UE desde 1995. Pero con vínculos comerciales, geográficos e históricos innegables con Rusia.

El pasado otoño, apenas el 24% de los finlandeses respaldaban la entrada de su país en la OTAN. Pero no ha sido la acción diplomática de europeos y estadounidenses lo que ha revertido esos datos hasta elevar la estadística al 76%. Han sido la carnicería perpetrada por Vladímir Putin en Ucrania y las amenazas constantes de la propaganda del Kremlin las que han movido las líneas de la Alianza a cien kilómetros de San Petersburgo.

Culpa de Putin

Helsinki dio ayer un paso valiente y definitivo, difícilmente digerible para el Kremlin. Durante años, el régimen ruso amenazó con castigar a la república nórdica si daba el paso. Un paso al que le obligó a renunciar tras la Segunda Guerra Mundial. 

La Alianza se ha comprometido a acelerar el proceso de aceptación de Finlandia, a la que puede sumarse Suecia. Sus incorporaciones representarán, cuando se produzcan, el éxito de la democracia sobre la autocracia y de la valentía sobre la extorsión nuclear. La nueva prueba, en palabras de Nicolás de Pedro, de que "la OTAN no se ha movido al Este, sino el Este al Oeste para alejarse de Rusia".

Vladímir Putin es el instigador de su propia tragedia. No quedan lejos las palabras con las que el presidente francés, Emmanuel Macron, describió la OTAN. Como "un paciente en muerte cerebral". Pero el autócrata ruso, en su esfuerzo por restaurar el imperio perdido, ha reanimado la organización hasta límites inimaginables. Prometió frenar la expansión de la OTAN en Ucrania, y como resultado ha empujado a Finlandia hasta ella.