Fachada del castillo de Villaviciosa de Odón

Fachada del castillo de Villaviciosa de Odón Wikimedia Commons

Historia

El castillo de Madrid en el que enloquecieron un rey de España y un primer ministro

El castillo de Villaviciosa de Odón se construyó en 1590 sobre las ruinas de una fortaleza arrasada por los comuneros. 

15 abril, 2024 10:21

Un suntuoso jardín barroco rodea al castillo de Villaviciosa de Odón, a poco más de 20 kilómetros del centro de Madrid. Allí, una serie de estanques apunta hacia una fuente central en la que una escultura de bronce representa el mito de Leda y el cisne. Siguiendo los planos que diseñó Juan Bautista Sachetti por orden de Felipe V en 1739, todo el parque fue creado en el siglo pasado, al igual que el viejo avión de combate Mirage F1 que vigila la anacrónica fortaleza en la que decían que un desquiciado Fernando VI acostumbraba a correr en ropa interior por sus pasillos.

Convertido en cuartel y puesto de mando de franquistas y republicanos en la Guerra Civil, entre sus muros se oculta desde 1972 el Archivo Histórico del Ejército del Aire. A pesar de su actual vinculación con la milicia, nunca estuvo pensado para la guerra. El edificio original, levantada en el siglo XV con roca traída desde El Escorial, fue devastado en 1520 por las tropas comuneras que sublevaron Castilla ante Carlos V.

Sobre las ruinas dejadas por los rebeldes se construyó en 1590 el actual edificio que fue habitado por marqueses y condes hasta que pasó a manos de Felipe V cuando en 1713 ordenó la expropiación de todos los bienes en España de Julio Sabelli, conde de Chinchón. Este, residente en la península Itálica, había apoyado a su rival, el archiduque Carlos de Austria, en la brutal Guerra de Sucesión. Desde entonces el monarca Borbón quedó hechizado por el lugar, idóneo para la caza, y decidió convertir en Bosque Real los alrededores de Villaviciosa de Odón. 

Avión de combate junto al castillo

Avión de combate junto al castillo Ayuntamiento de Villaviciosa de Odón

La estructura principal, de forma cuadrada rematada por torres redondeadas, no tenía ningún valor defensivo y se ideó como lugar de residencia palaciega siguiendo la tipología de los últimos castillos medievales en una época en la que la artillería y la pólvora obligaban a la construcción de fortalezas estrelladas. "Podría interpretarse como una despedida, y como toda despedida es un ejercicio de anticipada nostalgia y también de homenaje", explica Miguel Sobrino González, dibujante y escultor, en su obra Castillos y murallas (La Esfera de los Libros).

El príncipe de la Paz

Tras el caótico motín de Aranjuez de marzo de 1808, el impopular Manuel Godoy, valido de Carlos IV, a punto de ser linchado por el pueblo, quedó detenido y fue trasladado al castillo de Villaviciosa, propiedad de su esposa María Teresa de Borbón y Vallabriga, "la condesita" de Chinchón que retrató el pincel de Goya. 

Castillo de Villaviciosa de Odón

Castillo de Villaviciosa de Odón Ayuntamiento de Villaviciosa de Odón

Allí, el "príncipe de la Paz" trató con aires de suficiencia a su carcelero Ramón Osorio Patiño, marqués de Castelar. Temía que lo asesinaran, se quejaba de los criados y afirmaba que el cabo que le custodiaba no podía darle órdenes, además de clamar que aquel lugar era de su propiedad. En abril fue liberado por los hombres del comandante francés Joaquín Murat y escoltado rumbo a Francia. 

Desde su celda, ignorante de la tensa situación española entre Napoleón, las tropas francesas y la monarquía española, al conocer en su encierro que sus bienes estaban embargados y había sido detenido por orden de su querido rey quedó en shock. Esto duró varios días y el propio marqués de Castelar temió por su salud mental "por varias expresiones inconexas y palabras sueltas", explicó en una nota que concluía: "Advierto que su cabeza empieza a adquirir cierto género de debilidad que tal vez podría degenerar en algún trastorno".

Godoy como general, cuadro de Goya pintado en 1801

"Godoy como general", cuadro de Goya pintado en 1801 Real Academia de Artes de San Fernando

Aquel valido logró recuperarse del supuesto trastorno y cruzar los muros del castillo, algo que no todos sus moradores lograron. Antes de revoluciones a golpe de guillotina, ejércitos franceses y flotas destrozadas, en 1758 un rey comenzó a enloquecer. 

La agonía del rey Prudente

El 27 de agosto de agosto de ese año murió en Aranjuez la reina Bárbara de Braganza tras una lenta agonía producida por un doloroso cáncer de útero. Su marido, Fernando VI, estaba muy unido a su esposa y fue incapaz de superarlo. Después de los primeros pésames, sus allegados quisieron ayudar al "rey Prudente" a superar el duro trance y pensaron en un cambio de aires. 

Retrato de Fernando VI, copia de la obra original de Louis-Michel van. Siglo XVIII

Retrato de Fernando VI, copia de la obra original de Louis-Michel van. Siglo XVIII Museo del Prado

"Su destino lo eligió [el duque de] Alba pensando en favorecer al triste viudo, que iba a vivir en un lugar donde nunca había estado con la reina: el castillo de Villaviciosa de Odón", explica José Luis Gómez Urdáñez, historiador y autor de la entrada del soberano en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia. Se pensó que la caza y el dulce aroma de los pinares del lugar quizá levantarían su ánimo y al principio funcionó.

El castillo que a mediados del siglo XIX se convertiría en la primera Escuela de Ingenieros de Montes fue testigo de sus cada vez más frecuentes delirios. Ante su primera mejoría, sus ministros y consejeros comenzaron a plantear la posibilidad de que Fernando VI regresase al Palacio Real de Madrid. Algunos incluso trazaron en las sombras posibles tratos matrimoniales, hasta que en septiembre le asaltaron al monarca oleadas de ira y pensamientos recurrentes sobre la muerte.

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Golpeado por una severa demencia y profundas depresiones dejó de luchar y se abandonó a sí mismo. Los asuntos de Estado se paralizaron en noviembre mientras su enfermedad mental se agravaba. Dejó de comer, de cortarse el pelo y la barba, humillaba a sus sirvientes y solía yacer tirado en su catre, repleto de porquería. En varias ocasiones fingió su muerte.

Para desesperación y ansiedad de sus ministros, consejeros, criados y familiares, en ocasiones se ponía a correr en ropa interior por sus pasillos y cuando los cortesanos le alcanzaban la emprendía a mordiscos con ellos. Para alivio de estos últimos, al verano siguiente agonizaba, casi incapaz de moverse, hasta que el monarca asediado por la soledad murió el 10 de agosto de 1759.