Noticias relacionadas

Pocos conocen la realidad de los refugiados sirios en España como Mahmud Abdi. En parte, porque él también huyó del conflicto en su país -aunque diga sentirse kurdo- hace cincuenta años. Pero también porque ejerce como mediador para aquellos compatriotas que llegan a Madrid sin otra esperanza que dejar atrás la devastación que asola la región.

A Mahmud le conmueven "las muestras de cariño y generosidad" de los españoles que él mismo, dice, ha sentido en su piel. Pero carga contra unas instituciones "hipócritas" que, según dice, apenas cumplen con las políticas de reubicación pactadas en la Unión Europea: "El continente entero debería sentir vergüenza por la sinrazón a la que está sometido".

Mahmud llegó a Europa huyendo "de las garras de Hafez al Asad", padre del actual presidente sirio, Bachar al Asad. Dejó atrás a sus padres y a sus nueve hermanos para desembarcar en Alemania, donde nunca se sintió especialmente cómodo: "El idioma era difícil y no me encontraba a gusto".

Tras dar varios tumbos, llegó a Madrid, donde completó sus estudios de documentalista en la Universidad Complutense de Madrid. Desde entonces se ha desempeñado en varios oficios y ahora dedica la mayoría de sus esfuerzos en ejercer de intérprete para los refugiados sirios.

Algunos llegan tras una larga travesía por el norte de África y cruzar las fronteras de Ceuta y Melilla. Otros llegan en avión, tras un viaje a Sudamérica que les sirve de tapadera como excusa vacacional y aprovechan su escala en Madrid para quedarse en el país. En ambos casos, vacían sus bolsillos ante unas mafias que ven incrementar su fuerza a diario desde que se desató la actual crisis de refugiados.

"Si les pudiese decir algo a los sirios que huyen de su país sería que no viniesen en tromba, que Europa no es lo que se imaginan. O, por lo menos , que no vengan a España", advierte Mahmud. Habla desde un establecimiento de comida rápida del barrio madrileño de Vallecas, en el que lucen varias banderas del Kurdistán. En la televisión se ven algunas escenas de bombardeos, ante las que se retuerce. 

Mahmud Abdi, en un establecimiento de comida rápida de Vallecas, en Madrid, sostiene una bandera española en agradecimiento a su país de acogida.

Mahmud Abdi, en un establecimiento de comida rápida de Vallecas, en Madrid, sostiene una bandera española en agradecimiento a su país de acogida. G. Araluce

"Cada sirio que llega tiene una historia a las espaldas que es difícil de asumir", relata Mahmud. Según explica, su labor -que brinda a varias ONG de ayuda al refugiado- no sólo se reduce a la de intérprete, sino a brindar apoyo a unas personas que llegan absolutamente desorientadas. "Los que llegan a España lo hacen casi por casualidad, ninguno quiere terminar aquí", cuenta Mahmud. Ahora, la mayoría aterrizan en Madrid en cumplimiento de las políticas de reubicación pactadas en Bruselas.

El intérprete insiste en el trato que las instituciones españolas dan a los refugiados: "Les dan menos que a los perros -cuenta-. Están hacinados en un centro de refugiados y les dan 50 euros al mes por persona; 30 por niño. En Alemania, Dinamarca y otros países, les ofrecen piso, comida y 400 euros al mes. Hay refugiados en España que me dicen: 'Preferiría volver a la guerra de Siria que seguir en esta situación'. No sé qué responderles".

¿Es España un país acogedor?

De acuerdo a un informe elaborado por Oxfam Intermón, España ha acogido sólo un 4% del total de refugiados que prometió recibir en el periodo 2016-2017; o lo que es lo mismo, 687 de los 17.387 prometidos. En el caso de los sirios, el compromiso firmado en marzo de 2016 pasaba por reasentar a 1.449 refugiados en dos años: "Pero en nueve meses sólo han llegado 289, es decir, el 20%, todas desde Turquía y Líbano", detalla el documento. Y Mahmud detalla las sensaciones con las que se encuentran.

"Llegan con mucho miedo, creyendo que les van a devolver a Siria", relata el intérprete. Él recibe en Madrid a los refugiados o solicitantes de asilo que llegan reubicados desde otros países, que apenas conocen la cultura o cómo desenvolverse en la ciudad. "Están muy mal informados y no saben que pueden pedir asilo. En cuanto se lo digo, apenas se lo pueden creer. Una vez son libres, la mayoría se marcha al norte de Europa".

"Alepo ya no existe"

A Mahmud le duele que desde las instituciones internacionales se apoye a Bachar al Asad para acabar con la guerra de Siria: "El Daesh -no me gusta llamarlo Estado Islámico porque no es ni Estado ni islámico- nació bajo el Gobierno de Al Asad y alimentado desde otros países vecinos".

Y sostiene que lo que ocurre en Siria sucede ante la mirada del mundo, que poco hace por evitarlo: "Cuando termine la guerra, si es que termina, quedará un país devastado y sin representación democrática, que es lo que el Gobierno de Asad quiere. Un ejemplo es Alepo, una ciudad que ya no existe".