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Letras

La noche de la conspiración de la pólvora

20 abril, 2006 02:00

Juan Antonio Masoliver Ródenas

Acantilado. Barcelona, 2006. 232 páginas. 17 euros

Masoliver Ródenas (Barcelona, 1939) es autor de varios libros de poesía, cuento y novela, además de crítico literario. La noche de la conspiración de la pólvora contiene veinte narraciones que, siendo distintas, componen en su conjunto un verdadero relato del aprendizaje. Porque los protagonistas de estos cuentos encarnan diferentes muestras del acceso a la experiencia en múltiples órdenes de la vida, desde las relaciones con los amigos de la infancia y con la familia hasta los primeros contactos con el mundo del amor, el erotismo y el sexo, pasando por los conflictos académicos de colegio y los interiores traumas provocados por el peso de la religión.

Todo está recreado por la memoria fermentada por la imaginación de unos seres adultos que recuerdan experiencias y sentimientos de su infancia y adolescencia. La distancia temporal entre el presente narrativo y el pasado alimenta la melancolía de unos y otros. Todos en su conjunto componen una colectividad reconocible en sus vivencias en la posguerra española en un territorio real, con referencias tomadas de la geografía real de Barcelona y Masnou, como espacio unificador del pasado común.

La técnica narrativa predominante es el realismo enriquecido en sus posibilidades de acercamiento a la percepción lírica, las alucinaciones fantasmagóricas y la explotación de perspectivas deformantes, hasta llegar incluso a la visión grotesca de la realidad, sobre todo en ciertas situaciones de primeros descubrimientos del amor y el despertar sexual en tiempos de miseria moral en que lo concerniente al sexo era enturbiado por los tabúes de la posguerra, que, en algún caso, puede resultar aun más dura que la guerra: así le parece al narrador y protagonista de “El padre”, uno de los mejores cuentos del libro, cuando se le desmorona la figura paterna que a tantos había salvado en plena guerra civil y ahora, en la vigilada posguerra, “no podía salvar a un hombre agarrado a una cuerda podrida” (pág. 78).

A menudo la guerra pesa en el recuerdo como algo terrible que condiciona la infancia de estos seres y su normal proceso de transición a la vida adulta. El oscurantismo y la grisalla de la posguerra enturbian su ingenuo descubrimiento del sexo en la entrega común al onanismo, las secretas miradas al otro sexo y las grotescas figuraciones alimentadas por la ignorancia y la rígida moralidad impuesta por un sistema deseducativo generalizado en colegios religiosos.

Como muestra cabe destacar “El chivato”, por su deformación esperpéntica, hasta lo escatológico, del autoritarismo y la intolerancia perpetradas contra los colegiales, y “La abuela aragonesa”, ejemplo de relato del aprendizaje sexual con los habituales lugares comunes de la posguerra. Y así se van desgranado diferentes situaciones de una memoria sentimental colectiva, con referencias a personajes reales e implicaciones del autor, que aparece con su nombre en varias ocasiones (Masoliver, Juan Antonio o Tono) y en autocita de sus propias novelas, hasta llegar al último relato, el que da título al conjunto y el mejor por su artística combinación de temas y motivos eróticos y amorosos entre adolescentes y adultos con el trágico final de un muchacho lisiado en la mágica noche de San Juan.