José Esteban, en una de sus tertulias del Café Gijón, en Madrid, 2019. Foto: Wikimedia Commons.

José Esteban, en una de sus tertulias del Café Gijón, en Madrid, 2019. Foto: Wikimedia Commons.

A la intemperie

Pepe Esteban viendo pasar el tiempo

Galdosiano y bohemio, ahí está el escritor, viendo pasar el tiempo, como la Puerta de Alcalá. Ayer fue su día, un día feliz en medio de tanta fanfarria y desnivel intelectual. 

15 mayo, 2024 01:27

Ayer en la tarde se celebró un merecido homenaje a Pepe Esteban en el Instituto Cervantes, en Madrid. Casi siempre los homenajes son merecidos y algunos incluso se hacen esperar o no se celebran nunca. Pero para algo están las instituciones decentes y los amigos con memoria, que son los que han organizado este brindis intelectual por alguien que lo merece mucho, aunque no le hacía ninguna falta pública.

Sucede que Pepe Esteban ha estado homenajeando a sus amigos toda la vida con su amistad, su bonhomía, su humor, su camaradería, su modo de ser y de estar en la vida, sus buenas intenciones siempre. Y su complicidad, además de su consejo constante. Y, encima, ha regalado saberes y conocimientos a diestra y siniestra. Sí, a la derecha y la izquierda, porque ha tenido y tiene amigos de los dos bandos, de esas dos Españas a las que terminó detestando su amigo Francisco Ayala, partidario, como tantos de nosotros, de esa Tercera España reconciliada consigo misma que parece que no llega nunca.

Pepe Esteban, a quien conozco en profundidad personal desde mayo de 1973, inventó y fundó la librería Turner, en la calle Génova de Madrid, centro de reunión de rojos, lectores de mal vivir y mejor beber, hasta algún que otro fascista de libro (Giménez Caballero, por ejemplo), toreros, actores y actrices, directores de teatro y cine, periodistas, jóvenes, viejos escritores de vuelta de todo, artistas plásticos, académicos, poetas de toda laya y condición, visitantes sorpresivos, poetas silenciosos (Blas de Otero) o prosistas locuaces (Sánchez Dragó), estatuas de bronce (Bergamín o Francisco Ayala, Claudio Rodríguez, Carlos Barral)…

[José Esteban, el coleccionista de monstruos]

Toda esa turba necesaria para las dos Españas y para la Tercera que no llega adoraba a Pepe Esteban, a quien buscaban como quien buscaba el pan de cada día y el vino de la felicidad amistosa. Después de la librería Turner, Pepe Esteban fabricó la editorial Turner, la originaria, la primigenia, la editorial fina, elegante y sin sombra de sectarismo que anduvo creando canon de lujo mientras la rigió Pepe Esteban. Después ya fue otra cosa, ni más ni menos importante, pero otra cosa.

Le debo personalmente a Pepe Esteban haber conocido a toda la literatura española del momento, de los años 70 hasta ahora mismo. ¡Aquellas fiestas interminables de la Ferie del Libro de Madrid! ¡Aquellas brillantísimas presentaciones de libros, Holliwood puro y sin cartón piedra! ¡Aquellas noches del Oliver y del Boccaccio!, ¡aquel tiempo extraordinario entre rosas rojas, amanecidas de vodka, largos diálogos sin final ni lógica alguna ¡Aquella vida de los dulces pájaros de la juventud literaria española, infame turba o manada dipsómana, perturbadora y gritona!

He viajado con Pepe Esteban durante todos estos años por todo el mundo; desde París a Nueva York, desde Barcelona a Tokio, desde Londres a Oslo y a Irlanda, a América Latina, desde México y Estados Unidos hasta el final de la Argentina, con paradas en Chile, Perú y Venezuela. Miles de anécdotas y episodios construyen por sí solos la vida de la persona y la memoria del personaje.

['Café Gijón', recuerdos inolvidables]

Una de las más importantes le ocurrió a Pepe Esteban en un ascensor del Hotel Libertador, en Buenos Aires. Ahí, en ese ascensor, se encontró Pepe Esteban con las bellísima Ursula Andress. La actriz, nada más verlo, sonrió y le dedicó toda su atención sin conocerlo. Caballero Bonald y yo éramos los silenciosos testigos de aquella atracción repentina que la famosa actriz sintió por Pepe Esteban. El escritor hablaba a la actriz en un dialecto personal del español, tal vez un seguntino antiguo y señorial, cercano al euskera, que siempre utiliza a partir de las dos de la mañana de los días que está despierto a esa hora y que no tiene otro traductor en el mundo más que yo.

Pero a Ursula Andress no le pareció necesario que nadie le tradujera nada de lo que Pepe Esteban le decía. Eso notábamos los asombrados testigos que asistíamos en silencio al fabuloso espectáculo del ascensor del Hotel Libertador, en Buenos Aires, febrero de 1979. ¿Y el día que toreó al alimón con Cantinflas en su hacienda de Toluca, México?  En fin, hazañas de las que Pepe Esteban ha escrito algunas en sus memorias necesarias (Ahora que recuerdo) y otras las contamos nosotros en nuestros peores artículos y recuerdos.

Pepe Esteban es, sobre todo, un escritor. Dice él que es el escritor más disperso de España, pero al final lo que sirve para el canon es la bibliografía y Esteban la tiene de sobra. Galdosiano y bohemio, ahí está Pepe Esteban, viendo pasar el tiempo, como la Puerta de Alcalá. Ayer fue su día, un día divertido y feliz en medio de tanta fanfarria y desnivel intelectual, en medio de esta mediocridad que nos acucia todos los días con su gazmoñería de patio de colegio.

[Con el mariscal Montgomery en el Catalina Park]

Lector del Quijote y de Larra sabe perfectamente que ese es nuestro país, España, una tierra y una gente a la que amamos hasta la pasión y detestamos hasta el olvido. Ayer fue un día de rosas blancas y celebración para Pepe Esteban. Gracias al Instituto Cervantes, a Luis García Montero y a Rayuela Caleya. Y a todos los amigos que participaron en la fiesta de la palabra y el recuerdo a uno de los pocos cardenales ateos que le quedan a nuestro país. ¡Botella al agua para Pepe Esteban! Salud, fuerza y unión.

Foto: Pavel Danilyuk/Pexels

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