David Luque en 'Los gatos mueren como las personas'. Foto: Luz Soria

David Luque en 'Los gatos mueren como las personas'. Foto: Luz Soria

Teatro

Dan Jemmett lleva a las tablas el movimiento innato del aburrimiento y el deseo

En su último trabajo, 'Los gatos mueren como las personas', el director de escena británico indaga en la injusticia y la crueldad humana.

16 mayo, 2024 02:21

Cuenta Dan Jemmett (Londres, 1967) que conoció al dramaturgo Heiner Müller en Londres en 1991, cuando actuaba en una producción de Medeamaterial. “Ese primer contacto con su trabajo, y una velada con él en un pub de Greenwich, tuvieron un gran impacto en mi forma de pensar sobre el teatro”, comparte con El Cultural.

Tanto que en Los gatos mueren como las personas, que estrena este jueves en el Teatro Valle-Inclán, vuelve a él y a otro de sus referentes, Rainer Werner Fassbinder, para cuestionar el sistema de poder

En su nueva propuesta cuatro intérpretes esperan al director de la obra en el vestíbulo de un teatro en desuso de algún lugar de Alemania del Este en los años 70, una especie de“reinvención del bar del hotel de la película de Fassbinder Atención a esa prostituta tan querida”, ideado por el escenógrafo Adán Torres. Aunque aquí en lugar de una película, el director ensaya la obra de teatro Quartet (Cuarteto) de Müller, también presente en escena.

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Protagonizada por Valérie Crouzet, Clemente García, Violeta Linde, David Luque, Luis Moreno, Julia Piera y Nico Romero, Jemmett ya conocía a la mayor parte del elenco de un taller que había impartido hacía años en Madrid, donde exploró por primera vez la idea de unir la película de Fassbinder y la obra de Müller.

“Esta obra es una reflexión sobre el aburrimiento y el deseo”, comenta el dramaturgo, habitual de nuestros escenarios. Y más profundamente, trata “sobre el dolor y el sufrimiento que los seres humanos se infligen unos a otros”. El capitalismo, añade, “sin duda, ha exacerbado el movimiento innato del aburrimiento al deseo y viceversa, que parece ser parte de la condición humana, pero la injusticia y la crueldad siguen siendo constantes en nuestro mundo”.

Una escena de 'Los gatos mueren como las personas'. Foto: Luz Soria

Una escena de 'Los gatos mueren como las personas'. Foto: Luz Soria

Sobre el escenario, su particular referencia a ese director de teatro que entra y sale de escena, nos evoca un poco a él mismo, mientras reflexiona sobre la imposibilidad de materializar algunas ideas. “Creo que tiene más que ver con el problema de la representación en el teatro”, comenta.

“Sentimos que puede haber un misterio escondido en algún lugar detrás de las palabras, el paisaje y los trajes de los rituales que presentamos torpemente en el escenario; pero perforando ese misterio se nos escapa para siempre. No estoy seguro de llegar allí alguna vez, pero un movimiento hacia el silencio y la oscuridad es quizás el único camino a seguir”. En Los gatos mueren como las personas quizás lleguemos a ello. 

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